En Venezuela una crisis da paso a otra, a veces sin entregar el testigo; ambas siguen corriendo en paralelo, como si de una carrera destructiva se tratase. El azote de cada nuevo problema sólo es comparable con la perseverancia de quienes no se rinden, y por no poder o no querer irse, siguen sorteando las vicisitudes cotidianas que en la sociedad venezolana surgen como la maleza.
Vivir es complicado, eso lo sabe cualquiera. Nuestros problemas cotidianos dirigen nuestro accionar, en ese matrimonio químico que hay entre nuestra mente y el comportamiento. Los deseos y aspiraciones, pero también los más profundos temores guían nuestras vidas.
Sabemos que en muchos países no se ha alcanzado, para bien y para mal, un estado tan avanzado de desarrollo socioeconómico que posibilite la erradicación del fracaso. Pero no nos imaginamos que la ausencia de éxitos como sociedad podía convertirse tan fácilmente en lo que vemos hoy.
Venezuela se convirtió en ese monstruo que te mira desde el abismo —lo aterrador es que en el fondo sólo hay un espejo. Hoy tenemos cifras de muertes violentas que sobrepasan las de muchos países en guerra. Hoy el Gobierno sabe que es incapaz de controlar el motor averiado que tenemos por economía, pero se ofusca cuando se le apunta las causas del mismo. Hoy nuestro sistema de salud es incapaz de proveer medicamentos, y los venezolanos recurren cada vez más a remedios caseros para combatir el desastre sanitario de turno.
La pregunta del millón de dólares, es cómo solventar estos problemas. Las organizaciones políticas venezolanas que adversan al Gobierno proyectan esta tarea a sus mejores mentes. Liderazgos de diverso cuño desarman y reconstruyen la problemática nacional, pero al momento de plantear discursivamente alternativas, la solución parece poco original: buena gerencia.
Liderazgos de diverso cuño desarman y reconstruyen la problemática nacional, pero al momento de plantear discursivamente alternativas, la solución parece poco original: buena gerencia.
Plantear que con mejor gerencia para Venezuela se resuelve el problema es como decir que las fábricas de máquinas de escribir necesitan gerentes más eficientes para desplazar a los fabricantes de computadores y recuperar así un lugar predominante en un negocio que ya es incapaz de encontrar la atención de antaño.
La diferencia es que el breve sueño que fue la Venezuela pujante no fue más que el paréntesis de una historia de fracasos colectivos.
Durante mucho tiempo los venezolanos de otras generaciones se sintieron cómodos y capaces de mantener el Estado que entonces imperaba. Se asumió que con petróleo se podía sustentar una sociedad, y que con las inyecciones de dinero adecuadas, todos quedarían contentos. Así hubo grandes resultados durante varias décadas.
La estabilidad se sometió a la primera prueba durante la lucha guerrillera en los 60 y 70, que sorteó con firmeza y el país salió fortalecido; a una segunda en los años 90 cuando los antisistema adelantados a su época se ubicaron en la palestra, y con golpes y elecciones hicieron notar su existencia. Pero continuamos.
Venezuela no soportó su tercer desafío. El candidato outsider, Hugo Chávez, que prometió firmeza con los corruptos y el barrido de la política tradicional del mapa, no sólo consiguió vencer electoralmente, sino que también transformó la vida de millones, conduciendo al país a través de los caminos más oscuros que habíamos transitado hasta entonces.
Ahora se aprecia cómo una población se ve incapaz de conseguir bienes de primera necesidad que incluso se encuentran en países más “pobres”
Ahora se aprecia cómo una población se ve incapaz de conseguir bienes de primera necesidad que incluso se encuentran en países más “pobres”.
Recuerdo leer hace poco que como medida contra la enfermedad del momento los venezolanos recurrían al agua de coco y sopas de pata de gallina para mejorar sus defensas. Es algo que se receta como acompañante en los casos de dengue, remedios caseros de antaño para enfermedades nuevas.
¿Qué problema hay con ello? Sucede que la medicina moderna trata de avanzar a la par de las enfermedades. Lo normal y efectivo es utilizar las herramientas que la ciencia nos pone a disposición. Imaginen que todo el mundo abandonara las medicinas y tratara de erradicar la gripe con “ramazos” y un trago de ron; piensen que lo aconsejable para alivianar la carga que un paciente de ébola se le recetara una sesión espiritista de tabaco y aguardiente porque se rumora que funciona.
Una población enferma es incapaz. No sólo los venezolanos son hoy menos libres sino que además viven enfermos, de salud y de miedo, miedo a la vida en colectivo y a las ocurrencias de un enemigo alado que una noche al azar puede destruir la vida de cualquier persona.
No es posible para un país mejorar sin que sus ciudadanos sean libres y capaces. La salud es una arista fundamental. ¿Qué sería de Venezuela sin los venezolanos?