“Para empezar, habrá que destruirlo todo. Toda nuestra maldita civilización deberá desaparecer antes de que podamos traer alguna decencia al mundo” (Mourian, en Les Thibaut, de Roger Martin du Gard).
Esta utopía irresponsable y ensangrentada, ha llenado y llena, todavía, el corazón de millones de personas. Creen ser mejores porque desean una especie de “mundo feliz”, en el que no habrá contradicciones, en el que existirá el “hombre nuevo” (de izquierdas, por supuesto) y en el que todos seremos felices. Perdices incluidas.
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¿Simpleza? Sí, pero esta utopía lleva sobre sus espaldas unos cien millones de muertos. A pesar de los insultos que han recibido los historiadores franceses, autores del “Libro negro del comunismo”, es un trabajo sólidamente documentado. Aunque la izquierda prefiera hacer de avestruz progresista.
Seguramente hay gente “de izquierdas” que no rechaza la familia, la religión, la propiedad privada, la economía de mercado, etcétera. El problema es que amplios sectores de la izquierda (incluyendo a los que tienen poder político, que es lo peor) adoptan actitudes que van en contra de todo esto y, en concreto, en contra de la economía de mercado, que se supone que aceptan, cuando gobiernan. Pero, en el fondo, desprecian al capitalismo, aunque no les queda más remedio que gestionarlo, a veces. Prefieren —de hecho— la ruina anticapitalista. Ya se han marchado algunas grandes empresas de España.
En esta idiotez progresista, han participado no sólo intelectuales “de izquierdas”, es cierto. Pero son abrumadora mayoría. Es decir, la propuesta de utopías irrealizables (llenas de sufrimiento y sangre) han ido de la mano de la mentira y de la falsificación de la realidad. Un buen ejemplo lo tenemos en el libro de Martin Amis, “Koba, el temible”. O recordemos la conocida petición de J. Benda, en La traición de los intelectuales, de no subordinar la verdad al compromiso. Ni caso.
La izquierda no tiene un modo de producción propio que sea comparable al capitalismo. Lo ha intentado, pero ha fracasado de manera estrepitosa. Planes quinquenales y actualizaciones parecidas. Por eso ha tenido que aceptar el modo de producción del “enemigo”. Esta esquizofrenia no está resuelta. Su intervencionismo en materia económica, es una permanente muestra de su deseo totalitario de dirigir de “forma progresista” la economía. Expresa, además, su desconfianza/desprecio a los empresarios (explotadores) y a la “lógica” del mercado.
Recordemos el rotundo fracaso de Mitterrand (presidente de la República francesa) que quiso sustituir “la lógica del beneficio”, propia de los malvados capitalistas. Por eso comparan la realidad (la sociedad occidental real) con un mundo ideal de izquierdas, y ganan siempre. Pero sólo ganan cuando sueñan. Y tratan de engañar a los demás, con sus sueños, siempre fracasados en la realidad real. Encima, se creen moralmente superiores. Una peligrosa enfermedad política.
Resumiré una de las ideas centrales que se desprenden de las enseñanzas progresistas. Está en la directriz del PCUS de 1943, que está plenamente vigente en la izquierda actual. No se engañen. No crean que es cosa del pasado.
“Nuestros camaradas y los miembros de las organizaciones amigas deben continuamente avergonzar, desacreditar y degradar a nuestros críticos. Cuando los obstruccionistas se vuelvan demasiado irritantes hay que etiquetarlos como fascistas o nazis. Esta asociación de ideas, después de las suficientes repeticiones, acabará siendo una realidad en la conciencia de la gente”.
Esta es la izquierda realmente existente. El socialismo que hoy negocia —con los enemigos declarados de España— la degradación/demolición de la democracia, la Constitución y España. Para ellos, “este país”.
“La factura por investir a Sánchez: 140.000 millones de euros en cesiones a independentistas y Sumar”. (Voz Populi).
Termino con otra especialidad de la izquierda, la mentira. “María Jesús Montero negó hace cuatro días que fueran a condonar deuda a Cataluña: «Se lo inventan». La ministra de Hacienda acusaba al presidente de la Xunta de Galicia y al PP de buscar el ‘enfrentamiento entre los territorios’”. (El Debate).
Ser de izquierdas ha consistido —grandes corrupciones aparte—, en demonizar a la derecha para que no gobierne, aliarse con los enemigos de España, y mentir lo que haga falta, con la ayuda de las criadas mediáticas. ‘España no se rompe’.
Ser de derechas ha consistido —grandes corrupciones aparte—, en ser cobarde —grandes empresarios incluidos— y permitir la demolición paso a paso de España. Ha ganado el alma de gestoría administrativa.
¡Pobre España! ¡Despierte, o será un despreciable cómplice del golpe de Estado del traidor Sánchez!
PD. Suscribo el manifiesto: “Defender la democracia”.
Sebastián Urbina es profesor titular de Filosofía del Derecho en la Universitat de les Illes Balears. Ha sido profesor de la UNED, abogado en ejercicio y, posteriormente, Magistrado Suplente en la Audiencia Provincial de Baleares.