Por Andrés Villota Gómez:
Desde la fundación de Pdvsa en 1976 la empresa había sido manejada con criterio técnico y por profesionales especializados en la industria de oil & gas, lo que le permitió conservar la autonomía en su operación frente a los sucesivos cambios de gobierno en Venezuela que no interfirieron en su actividad a pesar de tratarse de una compañía de propiedad estatal. Situación que se mantuvo hasta el año 2002 cuando Hugo Chávez Frías decidió nombrar al marxista Gastón Parra Luzardo, académico y burócrata de profesión sin experiencia previa en la dirección de una empresa de cualquier tipo, y menos de una empresa que era considerada en el momento de su llegada a la dirección de Pdvsa como la 2ª más grande de Latinoamérica por la revista América Economía y como la número 76 dentro de las 500 empresas más grandes del mundo según la publicación Fortune.
A esa decisión, necesaria para poder contar con los recursos que materializaran su proyecto político de la Constitución de 1999, le siguió una ola de críticas y descontento que desembocó en una huelga en la compañía a la que Chávez Frías respondió removiendo a la junta directiva y a siete de los dirigentes corporativos más importantes acusándolos de querer sabotear su decisión. Posteriormente removió a 20 000 de sus empleados y los reemplazó con 20 000 de los miembros del movimiento político Quinta República, partido germen de la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en el año 2007.
La productividad de la empresa en manos de incompetentes sin conocimiento y experiencia, se deterioró y cayó en un 20 % al pasar de 3,1 millones de barriles diarios en el año 2001 a 2,5 millones de barriles en el año 2003, según datos de la OPEP. A la caída en la producción le siguió una agresiva actividad diplomática en la región que empezó a comprar apoyos y votos en los organismos multilaterales con el flujo de caja de la empresa.
Hugo Chávez tomó el ejemplo del capo del Cartel de Cali, José “Chepe” Santacruz, que construyó su propio club social cuando rechazaron su ingreso al Club Colombia de Cali, creando sus propios organismos multilaterales para poder manejarlos a su antojo a través del nombramiento en la dirección de políticos decadentes y desprestigiados que los hacía fácilmente manipulables. En el año 2004 creó la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) y en el año 2008 creó la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) que le dio empleo a miles de burócratas de la región que también fueron remunerados con los recursos de Pdvsa.
En Miraflores los del equipo de asesores del presidente Chávez (sin conocimiento alguno en economía de mercado o en el funcionamiento de una empresa por su formación comunista), descubrieron que los ingresos de Pdvsa no eran infinitos y que no alcanzaban para mantener simultáneamente la economía de Venezuela y la de Cuba por lo que quisieron usar los flujos de caja de otras empresas venezolanas, lo que condujo a un ambicioso proceso de expropiación que aceleró la estalinización de Venezuela, la diáspora de venezolanos y la fuga masiva de capitales.
En medio de esa coyuntura creada por políticos ignorantes de las dinámicas económicas y corporativas, los ingresos de la petrolera tuvieron que ser reemplazados por enormes emisiones de bonos al igual que se tuvo que cubrir el déficit fiscal creado por el éxodo de las empresas extranjeras, la expropiación y la caída del consumo interno con la emisión desbordada de papel moneda que disparó la hiperinflación a niveles que llegaron a 2 000 000 % en el año 2018 según cálculos de publicaciones especializadas ante la ausencia de datos oficiales.
El uso de la totalidad de los ingresos de Pdvsa en sostener a la camarilla de Miraflores y darle soporte a la economía cubana, acabaron con el capital de trabajo, la reinversión de las utilidades en exploración, en mantenimiento de las refinerías y afectaron de manera grave el pago del servicio de la deuda corporativa.
La percepción sobre la corrupción en Venezuela llegó a ser la más alta en el mundo, lo que llevó al lógico aumento de los niveles de riesgo país ante la posibilidad de impago de sus títulos de deuda por el permanente saqueo del que fue objeto la economía de una nación en la que todos los organismos de control y vigilancia, propios de una democracia, fueron tomados por el partido de gobierno que también anuló a los opositores asesinándolos, torturándolos o recluyéndolos en la cárcel por delitos inexistentes, solo por oponerse al plan de robo sistemático de las arcas de Pdvsa.
La baja en las calificaciones de riesgo prendió las alarmas desde el año 2015 y 2016 sobre la posibilidad de un default en el servicio de la deuda como finalmente ocurrió en el año 2017. Ese mismo año la China Popular inició un bloqueo crediticio que terminó por estrangular a la agonizante economía venezolana que guardaba una estrecha correlación entre los ingresos de Pdvsa y el costo de las emisiones de deuda soberana venezolana.
Para tener una idea de la importancia de la percepción de la gobernanza, desde que llegó el socialismo del siglo XXI al poder, el costo de la deuda venezolana aumentó frente al costo de la deuda colombiana. En el periodo del 2002 al 2010 el EMBI de Colombia bajó a niveles históricos mientras que el EMBI de Venezuela aumentó de manera exponencial a pesar de Colombia no contar con las inmensas reservas de petróleo con las que cuenta Venezuela.
La estocada final para Pdvsa llegó con la exclusión de los índices de deuda de las emisiones de sus bonos que sumada a los múltiples defaults que ha presentado, los hizo perder cualquier grado de liquidez en los mercados secundarios. Se llegó al punto indeseable para un emisor en los mercados financieros globales en el que Pdvsa puede salir a ofrecer bonos con cupones muy altos sin que logre cautivar a los inversionistas ante las altas posibilidades de impago. Sin embargo, es importante decir que la curva de rendimiento de sus bonos está teniendo un comportamiento atípico: tasas de rendimiento muy altas en el corto y mediano plazo y tasas bajas en el largo plazo, lo que mostraría que los mercados ya están descontando el efecto de la salida del dictador Nicolás Maduro.
La debacle de Pdvsa muestra las consecuencias funestas del maridaje perverso de empresa y política. Un fracaso que ilustra cómo se puede quebrar la economía de una nación inmensamente rica con la llegada al poder de un político ignorante sobre el funcionamiento de una empresa y de la economía global que es gobernada por el libre mercado y la democracia. La incompetencia de los trabajadores que su único merito es pertenecer al PSUV sumada a la destinación de los recursos de la empresa para atender a los caprichos personales del gobernante, hizo que se dejara de cumplir con el objeto social de la compañía y con su promesa de valor.
Hoy Pdvsa es considerada la peor empresa de oil & gas del mundo y su producción diaria de petróleo es casi la tercera parte de la producción de Ecopetrol, algo impensable antes de la llegada del socialismo del siglo XXI a Venezuela. El mal manejo de una empresa estatal arrastró a toda una nación a caer en la ruina y la miseria. Esta tragedia nacional puede llevar a promover una ola de privatizaciones en América Latina de empresas como Pemex, Petrobras o Ecopetrol para blindarlas de la injerencia de políticos corruptos en el futuro.
Andrés Villota Gómez es consultor en temas de inversión responsable y sostenible, y es excorredor de bolsa con más de 20 años de experiencia en el mercado bursátil colombiano