*Por Diana Marcela Araujo
En medio de la actual pandemia por coronavirus, la ONU ha advertido que “el virus golpea tres veces más a las mujeres que a los hombres: por la salud, por tener que cuidar de otros y por la violencia doméstica” y que “las restricciones de movimiento, financieras y la incertidumbre generalizada envalentonan a los perpetradores y les proporcionan poder y controles adicionales”.
Con ocasión de esta publicación, los medios de comunicación se apresuraron a sentenciar: “Las mujeres asumen más lo cuidados y la exposición al virus”, “El Coronavirus intensifica la violencia machista”, titulares que convergen en torno a la idea de que las mujeres serán las más afectadas por la crisis. Sin embargo, los datos no apuntan en el mismo sentido:
Reportes de centros académicos y sanitarios como el Instituto de Salud Carlos III (España) y el CCDC (China) han revelado que el coronavirus mata a casi el doble de hombres que mujeres. Adicionalmente, en los países más afectados, los médicos quienes enfrentan un alto riesgo de infectarse atendiendo pacientes, son en mayor medida hombres: España 55%, Estados Unidos 64% e Italia 58% (OECD Health Statistics 2019).
Mientras tanto en países como Corea del Sur y España, valientes hombres operan camiones con cañones nebulizadores que permiten desinfectar calles. En Francia, soldados trasladan enfermos en helicópteros, y en Italia los miembros de las fuerzas armadas transportan los cuerpos que de otra manera se descompondrían en los hogares.
No obstante, el análisis con “enfoque de género” ha conseguido desviar la atención de los verdaderos problemas que dejará la pandemia hacia una supuesta “dominación patriarcal” que se aprovecha de la crisis para operar con mayor intensidad.
Según la ONU, el confinamiento provocaría que las mujeres se vieran más “sometidas” a las labores del hogar, sin embargo, los diarios del Perú nos sorprendieron con la noticia de que, ante las restricciones de movilidad diseñadas en función del sexo, curiosamente los supermercados se encontraban significativamente más llenos los días en que los varones podían circular. El panorama fue de largas filas de hombres con sus carritos de mercado seleccionando víveres e intentando protegerse con mascarillas improvisadas.
Con todo, los colectivos feministas continúan sosteniendo que los hombres no solo terminarán menos damnificados que las mujeres, sino que además se aprovecharan del virus para maltratarlas, por lo cual presagian un dramático aumento en los “feminicidios”, que han sido definidos por la ONU como “Asesinatos de mujeres por el simple hecho de ser mujeres”.
Ciertamente, durante el aislamiento podrían presentarse asesinatos de mujeres en manos de hombres, pero estos no obedecerían a un odio de los hombres contra las mujeres por el simple hecho de serlo, sino a una multiplicidad de causas que nada tienen que ver con el género, hablamos entonces de patologías psiquiátricas, dependencia económica, pobreza, formación de hogares a edades tempranas, alcoholismo, drogadicción, causas que han sido invisibilizadas por el feminismo.
En efecto, este odio inexplicable de los hombres contra las mujeres “por el simple hecho de ser mujeres” no existe, pero con la radicalización feminista actual que promueve “si es varón abórtalo” y agrede a los hombres que inocentemente transitan cerca de sus movilizaciones, lo que parece que sí existe es un odio de las feministas contra los hombres por el simple hecho de serlo.
Y es que esta peligrosa tendencia de catalogar automáticamente cualquier violencia contra una mujer como violencia de género sin analizar las verdaderas causas que a esta subyacen, ha generado un afán mediático por presentar a las mujeres como víctimas especialísimas en casi cualquier contexto, no nos sorprende entonces que La ONU afirme que: “El coronavirus afecta con notable intensidad a las mujeres, niños, niñas y adultos mayores”, es decir, a cualquiera que no sea hombre.
Así pues, en diversos países de América Latina los gobiernos han impulsado la creación de canales de atención exclusivos para mujeres que pretendan denunciar una amenaza de violencia durante la pandemia. En Colombia, ya desde antes de la crisis sanitaria, las mujeres contaban con líneas telefónicas y oficinas preferenciales e incluso aplicaciones que ofrecen un botón de pánico y localización GPS en situaciones de emergencia.
Los hombres por su parte, no solo no pueden acceder estos canales, sino que, cuando se atreven a denunciar que son víctimas de violencia por parte de sus parejas, enfrentan trabas institucionales para adelantar el proceso y burlas por parte de los funcionarios.
Hace algunos meses, Ender Pérez reveló al diario La Opinión que al ser apuñalado por su esposa se presentó ante el área de “psicología forense” de Medicina Legal, pero allí le informaron que solo atendían a mujeres en esos casos y ni siquiera reportaron lo ocurrido a la policía.
En Bogotá, una mujer que asesinó a puñaladas a su esposo y a sus dos hijos de 7 y 10 años en medio de una crisis de celos, fue acusada de homicidio y el crimen no trascendió unos cuantos titulares que fueron rápidamente olvidados. No cabe duda de que la historia habría sido diferente si el victimario hubiera sido su esposo: se le habría acusado de feminicidio y las redes se habrían inundado de mensajes rechazando la “violencia machista”.
Y es que no se trata de un simple problema de denominación de la conducta, pues la pena privativa de la libertad que se impondrá en cada caso es notablemente distinta: para un feminicidio simple será de 21 a 42 años, y para un homicidio simple de 17 a 37 años (Colombia).
A su vez, para un feminicidio agravado la pena de prisión mínima es de 42 años, mientras que para un homicidio agravado es de 33. Esto implica que, por ejemplo, un hombre que no tenga antecedentes penales y asesine a su pareja durante el aislamiento, enfrentaría una pena de prisión de 42 a 44 años, mientras que, si en idénticas circunstancias la mujer fuera la asesina, tendría una condena significativamente menor, que oscilaría entre 33 y 37 años.
Pensemos en un hombre sin antecedentes penales que asesina a su pequeño hijo en un contexto de violencia intrafamiliar que tiene lugar precisamente durante la pandemia. Si ese hijo es hombre, el padre obtendría una condena de entre 37 y 45 años de prisión, pero si se tratara de una hija mujer, la condena oscilaría entre los 44 y 48 años. Como se observa, la pena mínima en el caso del niño es 7 años menor que en el de la niña, pero por supuesto esto no es una preocupación para los colectivos feministas que alardean de su lucha contra la “violencia de género” en tiempos de coronavirus, como tampoco lo son otras problemáticas que afectan en mayor medida a los hombres que a las mujeres durante la pandemia, por ejemplo, el hecho de que el 80% de las personas en situación de indigencia son hombres, y desde luego, no vemos colectivos abogando por enfrentar la expansión del virus entre personas sin hogar desde una perspectiva de género.
Sería entonces interesante preguntarnos si realmente las mujeres serán las más damnificadas con esta pandemia y los hombres saldrán victoriosos, o si solo se trata de una maniobra más de los defensores de la ideología de género para presentar a los hombres como los maquinadores de un heteropatriarcado que se aprovecha de la crisis sanitaria para maltratar y oprimir a las mujeres.
*Diana Marcela Araujo es abogada de la Universidad Externado de Colombia. Ha realizado estudios de Derecho Internacional Público y Derecho Penal Internacional en el exterior. Actualmente se dedica al Derecho Tributario nacional e internacional.