Por Jorge Rengifo:
Para nadie es un secreto que la situación en Venezuela es algo que trasciende sus fronteras. Innumerables denuncias, pero también hechos concretos nos demuestran que es una crisis humanitaria y política sin precedentes en el hemisferio occidental en toda su historia. Ninguna crisis de ningún país ha presentado las características del «Caso Venezuela» con la crudeza que es palpable a simple vista, sin mencionar la gravedad de la misma a escala global.
Tablero geopolítico
Naciones como Rusia, China, Irán, Cuba y Turquía, sin dejar de lado los coqueteos con Corea del Norte, han tenido un rol muy preciso en lo referente al «Caso Venezuela», donde convergen intereses económicos, militares, políticos y geoestratégicos, que van desde la adquisición de minerales preciosos, minerales estratégicos abundantes en el territorio venezolano, hasta la conformación de un Estado satélite en pleno corazón del hemisferio americano que tuvo sus inicios con Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro.
Comenzaron con Rusia y China para buscar una especie de escudo diplomático de esas potencias mundiales a cambio de crear intereses económicos y políticos en Venezuela de los cuales fuese muy difícil deshacerse. Posteriormente, se acercaron a Irán con la excusa de intercambio tecnológico y la creación de fábricas automotrices. Ya había comenzado el acercamiento público o la excusa y esos son los intereses que están “a simple vista”. Desde luego, hay intereses mucho más oscuros que por razones obvias no serían comunicados.
El «Caso Venezuela» es complejo por la reestructuración que ha tenido el régimen venezolano en todo el tiempo que lleva operando, se han preparado para este escenario (con una ventaja de 20 años). Esa es la razón por la que comenzaron a aliarse con organizaciones de terrorismo islámico como Hezbollah y Hamas, buscando de ellos los conocimientos de guerra asimétrica que son efectivos en los conflictos modernos. Lo que es necesario tener claro es que este tipo de “intercambio” no es gratis. Al darse, esas organizaciones terroristas tendrán presencia en el hemisferio utilizando a Venezuela como plataforma de financiamiento mediante extracción de recursos y lavado de dinero para poder perpetrar sus planes a su escala local (Medio Oriente) y muy posiblemente a escala global (continente Americano).
Esa última parte no suena tan descabellada por el hecho de que Hezbollah es una organización muy ligada y financiada directamente por Irán y ese país está en lucha constante con los Estados Unidos de América. No sería para nada extraño pensar en la posibilidad de ataques terroristas en países aliados del continente o incluso a los mismos Estados Unidos por parte de esta organización, es decir, podrían utilizar la ruta del narcotráfico proporcionada por sus aliados en el régimen venezolano para introducir algún tipo de arma que implique un daño considerable en ciudades clave del país norteamericano, iniciando así un efecto de lucha asimétrica difícil de contrarrestar e impedir.
Quiebre militar interno
Muchos han creído en la tesis de un “quiebre interno” dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas, donde ellas —provistas de institucionalidad— darán el paso al frente para sacar a Nicolás Maduro del poder y dar paso a una verdadera transición política en Venezuela.
Es aquí donde entra en juego John Bolton que, al “comprar” y “mercadear” en la Casa Blanca esta posibilidad (como también los hechos ocurridos el pasado 30 de abril), sumó uno de los motivos que tuvieron como consecuencia su salida como asesor de Seguridad Nacional del presidente Trump, teniendo en cuenta la cantidad de frentes abiertos geopolíticos que están sin resolver.
Referente al escenario de un “quiebre interno” por parte de las Fuerzas Armadas venezolanas, tengo que decir que es extremadamente improbable ¿Por qué? Por el hecho de que las Fuerzas Armadas están totalmente desarticuladas para cualquier acción militar interna que pueda lograr ese cometido y están desarticuladas por el grado de contrainteligencia presente en Venezuela por parte de naciones anti-occidentales que ven en éste país a un Estado satélite y no pueden poner en riesgo sus intereses. Esas fuerzas de contrainteligencia son de naciones como Cuba, Rusia, China e Irán principalmente. De éstas últimas, vale recordar que las Fuerzas Quds fueron sancionadas por la administración Trump, medida sin precedentes a una fuerza militar activa de una nación por ser parte del entramado de acciones de contrainteligencia y actividades asimétricas fuera de las fronteras de ese país asiático.
No podemos dejar de lado el factor humano en esta ecuación, sumada la desconfianza que genera la “oposición” venezolana; ningún militar va a poner su carrera ni su vida, ni mucho menos la seguridad de su familia en manos de unos políticos cuya credibilidad está más que cuestionada.
Sin ir muy lejos, lo que ocurrió en la frontera con Colombia, específicamente Cúcuta, donde cientos de militares cruzaron las fronteras por los discursos de la dirigencia política que fueron expresados el día 23 de febrero, trayendo como consecuencia que decenas de militares venezolanos fueran “abandonados a su suerte”. De hecho, ese mismo acontecimiento trajo una denuncia de corrupción por parte de las personas que estaban a cargo del alojamiento de los mencionados militares venezolanos.
Pero vamos un poco más allá. Hablemos de un estudio psicológico conocido como «El Experimento de la prisión de Standford» llevado a cabo por el psicólogo e investigador del comportamiento Dr. Philip Zimbardo, tomando como basamento un experimento científico concreto y poder plantear el paralelismo que representa con el «Caso Venezuela».
Este experimento se llevó a cabo en los sótanos de la Universidad de Standford y fueron escogidos sujetos absolutamente normales, sin antecedentes criminales ni de drogadicción, pasando por pruebas psicológicas y médicas para constatar su salud y estabilidad mental. Absolutamente al azar, fueron escogidos los guardias y los prisioneros. Todos eran estudiantes universitarios que realizaban un experimento psicológico.
Los guardias tenían que recurrir a métodos creativos y tácticas que rompieran la resistencia y la rebeldía para controlar cualquier intento de rebelión en la prisión simulada. Entre ellas, los obligaban a limpiar los inodoros con sus propias manos y otro tipo de tareas humillantes. De manera muy rápida, se fue escalando el nivel de perversidad por parte de los carceleros.
A tan sólo 36 horas de iniciado el experimento, el primer prisionero tuvo una crisis emocional producto de la tortura psicológica producida por los guardias. Cada día el nivel era mayor por parte de los guardias hacia los prisioneros, llegando incluso a los niveles de dimensiones de degradación sexual que simulaban practicar la sodomía por órdenes de los guardias.
Lo más increíble de este experimento, es que el propio Dr. Zimbardo llegó a afectarse, actuando como el alcaide de la prisión, de esa prisión ficticia y en un ambiente absolutamente controlado. Pasados tan sólo 6 días, Zimbardo invitó a varios colegas y estudiantes de psicología para que vieran el experimento que él conformó para estudiar el comportamiento humano.
Entre esos colegas, se encontraba la que era su novia, Christina Maslach, en ese momento y al ver el resultado del experimento, el Dr. Zimbardo le dijo (mientras estaban los prisioneros con bolsas en la cabeza, con las manos atadas, los guardias gritándoles vulgaridades y siendo también el momento de ir al baño en el turno nocturno antes que las luces fueran apagadas y si no lo hacían en un tiempo específico, apagaban las luces y tenían que hacer sus necesidades en cubos en su celda, cubos que eran derramados al azar por los guardias): “Mira ¿Lo ves, Christina? Vamos, mira, ¡Es increíble!”. Ella lo miró horrorizada, diciéndole: “¡Páralo! ¡Lo que le haces a esas personas es terrible y eres el responsable!”.
El Dr. Zimbardo terminó el experimento inmediatamente. Estaba programado para que durara dos semanas. Sólo duró 6 días y fue por una intervención externa que pudo poner en perspectiva la realidad de lo que ocurría en los sótanos de la Universidad de Standford.
A lo largo de su carrera, el Dr. Philip Zimbardo ha concluido que casi cualquier persona en una situación de poder puede abandonar la moral, colaborar con la violencia y convertirse en un opresor, ya sea por acción directa o por inacción. Según sus palabras: “Ejercer el mal es ejercer un poder destructivo”.
Lo más increíble de este experimento, es que los prisioneros podían abandonarlo en cualquier momento de manera voluntaria. Ninguno lo hizo. Todos los que se retiraron, fueron por razones derivadas de crisis nerviosas. Todos los participantes de este experimento llegaron a involucrarse de una manera profunda, tomando esa “realidad ficticia” y aceptando su “suerte”.
Tenemos que tener presente nuevamente que estamos hablando de un experimento en condiciones controladas y llevado a cabo por profesionales de la conducta humana. Venezuela lleva cerca de 20 años en un experimento conductual donde no existe ninguna red de seguridad.
No es solamente el grado de contrainteligencia muy real y muy presente en las Fuerzas Armadas para sofocar cualquier intento de rebelión que tenga como consecuencia la salida del régimen venezolano, sino la conducta sistemática a la cual han sido sometidos cerca de 20 años en el «El experimento de la prisión de Venezuela», sólo que no es un experimento. Es algo real. Tan real que muchos presos políticos son sometidos a tratos inhumanos e incluso tortura, siendo la más reciente la muerte provocada por esta práctica del Capitán de Corbeta Rafael Acosta Arévalo, de la Armada venezolana.
Factor interno político
Por los últimos 20 años que ha tenido el sistema chavista en el poder, hemos podido observar las “soluciones” que una dirigencia política ha presentado a Venezuela y a todo el mundo para poder lograr un verdadero cambio político, social y económico. Está de más decir que ninguna de esas soluciones ha estado cerca de lograr su objetivo y a estas alturas del campeonato, las conclusiones de ese por qué son muy claras y evidentes: son parte del problema.
Y no se trata de que “son parte del problema” por el hecho del desatino ni errores cometidos de “buena voluntad”, sino que forman parte del mismo engranaje político que tiene al país sumergido en la crisis antes expuesta.
El 16 de septiembre del presente año, vimos como un ala de la “oposición”, encabezada por Timoteo Zambrano y bajo la premisa de una “Mesa de diálogo”, se reunió en Miraflores con Nicolás Maduro, dando las condiciones para unas elecciones; unas elecciones con los mismos actores del régimen, lo que serviría para lavar la cara del régimen a nivel nacional e internacional, bajando todo tipo de presiones.
Está de más decir que un escenario de elecciones teniendo al régimen como adversario político, no sólo lo validaría como un “actor democrático”, sino que es perfectamente posible que no salga del poder, aun perdiendo las elecciones presidenciales (muy poco probable), debido a las concesiones dadas por la misma “oposición”. Ellos, una y otra vez han buscado la manera de dejar a las figuras clave del régimen en el ruedo político, ofreciendo simplemente impunidad por todas sus acciones, incluyendo al alto mando militar del régimen, lo cual nos indica la posibilidad (en dado caso de una transición pactada con la “oposición”, el rol netamente político de las Fuerzas Armadas, dejando una espada de Damocles a cualquier presidente no-chavista, quedando éste subordinado a sus propios militares.
Es necesario entender que el régimen sólo utilizará un escenario electoral para comprar tiempo para reestructurarse desde el punto de vista belicista. De hecho, el día 24 de septiembre del presente año, se encuentra Nicolás Maduro en Rusia y Diosdado Cabello en Corea del Norte; dos naciones claramente antagónicas al mundo occidental.
Recalcando el hecho de que el régimen no va a abandonar el poder por medio de votos, por ello acuden a esas naciones, como también a la guerrilla marxista colombiana y el terrorismo islámico como su sistema de defensa externa, sin dejar de lado a unas Fuerzas Armadas venezolanas cada vez más comprometidas con la permanencia del régimen en el poder sea por las razones que sea.
Es aquí donde retomamos al “factor oposición”. Una simple auditoría nos revelaría los nexos de políticos opositores con fraudes eléctricos, con escándalos de corrupción como el de Odebrecht y con lavadores de dinero del régimen venezolano. Todos ellos están comprometidos en puestos claves dentro de la “oposición” venezolana que cuentan con mucho poder de comunicación y poder político dentro de Venezuela. Por este grado de compromiso que tiene esa falsa oposición venezolana con el régimen, harán todo lo que les sea rentable desde el punto de vista político (y económico) en colaborar con la permanencia del régimen en el poder. Por esa razón, es más que necesario que todo ese sistema colaborador sea directamente sancionado por parte de los Estados Unidos, ya que existe la posibilidad que esos mismos actores, en caso de una salida del régimen por medios de una acción militar externa, pasen a ser insurgencia política a cualquier liderazgo ajeno a su círculo.
Consideraciones finales
No se trata el «Caso Venezuela» de un problema político. Se trata de un régimen criminal que utiliza el apalancamiento de sus países aliados y organismos multilaterales internacionales para su permanencia en el poder.
Nexos con el narcotráfico, terrorismo islámico, guerrilla marxista colombiana, naciones anti-occidentales son claras señales de que el régimen venezolano es una verdadera amenaza a la paz y estabilidad hemisférica.
En ese sentido, se han activado mecanismos regionales como el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) para atender de manera directa toda la crisis humana, económica, política y militar que representa la permanencia de Nicolás Maduro en el poder. Una de las ventajas del TIAR, es que está fuera de un veto por parte de China y Rusia que estaría presente al someterse el «Caso Venezuela» al Consejo de Seguridad de la ONU.
Una de las importancias del TIAR, es la necesidad de la conformación de una colación de Fuerza Interamericana, como lo expresa el artículo 8 de ese tratado, que busque la paz y estabilidad hemisférica tan necesaria en estos momentos por todo lo expuesto.
Las últimas declaraciones del presidente Donald Trump de Estados Unidos y Jair Bolsonaro de Brasil sobre Venezuela en la Asamblea General de la ONU nos dan un claro panorama sobre las próximas acciones hemisféricas a tomar, además de hacer frente al socialismo en la región y, por ende, al Foro de Sao Paolo.
El problema es demasiado grave para que uno de los países no sólo próspero, sino estratégico de la región sea dejado a su suerte. Existen pocas opciones sobre la mesa. Una de ellas es una acción militar extranjera para sacar al régimen del poder. Venezuela será de Occidente nuevamente.