Por Luis Manuel Aguana*
Si hay algo en lo cual todos los venezolanos coincidimos hoy es en que después del 30 de abril las cosas no son iguales. Como diría Tiby Lucena, son irreversibles, como los resultados en los que siempre dio como perdedora a la oposición después de voltearlos en el CNE. Nunca supe qué era más irreversible, si los resultados o su manera de trampear la voluntad de los venezolanos.
Cuando Juan Guaidó y Leopoldo López salieron en ese video acompañados de un grupo de militares en un lugar que no resultó ser la base aérea de La Carlota (como se había anunciado) sino el puente del distribuidor de Altamira en la autopista Francisco Fajardo de Caracas, imagino que sabrían que estaban dando un paso irreversible y que a partir de allí las cosas con el régimen no serían iguales. Es más, que si estaban saliendo de esa manera era porque ya estaba resuelto el cese de la usurpación, porque después de la distribución masiva de ese video a las 05:30 esperaba que media hora después se anunciara la huida de Maduro y de sus principales cómplices en una Vaca Sagrada desde Maiquetía o cualquier otro aeropuerto del país.
Pero no, ¡lo que se tiraron fue una parada! Una apuesta de la que después nos enteramos por funcionarios norteamericanos que había sido negociada con tres de los principales mandos del madurismo en el régimen esperando que esos delincuentes “cumplieran con su palabra”, removiendo al usurpador. Lo pongo entre comillas porque hay que ser muy crédulo para exponer la vida de esa manera, apostando a que esos malandros no les mandarían un batallón para aniquilarlos en ese puente, a esa hora en la que no había más nadie que ellos en el lugar, algo que habrían hecho y habría sido catalogado como un alzamiento militar sofocado, y Guaidó y López hubieran engrosado, conjuntamente con los pocos militares que allí estaban, las estadísticas de asesinatos del régimen de Nicolás Maduro.
Como era de esperar para cualquier persona, los delincuentes no cumplieron su palabra. Pero Guaidó y López no son cualquier persona, son las principales cabezas del movimiento opositor venezolano. El presidente encargado y el principal líder político de su partido confiaron cándidamente en Vladimir Padrino, Iván Hernández Dalá y Maikel Moreno, la Santísima Trinidad de la represión de la tiranía de Nicolás Maduro Moros, un error demasiado monumental para dejarlo pasar desapercibido.
Cualquiera que se haya acercado a la obra de Ramón J. Velásquez o Enrique Tejera París, o mejor aun, les haya conocido personalmente -cosa que no era muy complicada en el mundo político venezolano- pudo haber aprendido un poco acerca de la historia política detrás de los alzamientos militares que ha habido en Venezuela.
Sin tener un manual de cómo se hace un movimiento como ese, se podría deducir de ese mínimo conocimiento que si usted se tira una parada de ese tipo y sale en público para decir que el burro es negro es porque tiene los pelos en la mano. El caso de Chávez en 1992 es clásico. No sabíamos quiénes eran los responsables del alzamiento hasta que sometieron al cabecilla -en ese momento el desconocido Hugo Chávez- para que les ordenara a quienes no se habían rendido en la Guarnición de Maracay, y seguían echando plomo, que depusieran las armas. En otras palabras, primero se logra el control militar del país y luego el control del gobierno. Al Chávez no tener militarmente el control del país fue sometido y preso.
Cuando hemos dicho que solo se debe negociar con Maduro y sus secuaces los términos de su salida, no se entiende que es para que se negocie con ellos el control compartido del país o un cogobierno con el castrochavismo, sino porque han sido derrotados militarmente, y para evitar un mayor derramamiento de sangre, solo se discute con ellos los términos su rendición.
Eso fue lo que paso con Chávez el 4 de febrero de 1992. En otros casos de la historia, como en 1958, ya los militares estaban en control del país cuando la gente salió a la calle. No es que el pueblo tenía que estar en la calle para que ellos asumieran el control de la situación. El pueblo no es el que provoca la salida de un régimen, es la fuerza pura y simple de las armas. Y si no se tiene tal fuerza, no se puede desalojar a nadie del poder, así lo tenga en usurpación de una manera ilegal. No se tumba un gobierno con la “promesa” que dio alguien de cambiarse de bando, por muy alto que este en la pirámide del régimen, sino porque usted ya movió tropas teniendo la certeza de tener mayor poder de fuego que su enemigo y lograr su rendición, entonces hace los anuncios correspondientes. Es allí donde está “la parada”.
Equivocadamente, pensaba que ese manual de primaria de los alzamientos militares en Venezuela era del conocimiento de la dirigencia opositora oficial, y me llama poderosamente la atención que teniendo acceso a todo el conocimiento profesional que existe a su disposición en esa materia, no se haya utilizado. Eso dice muchísimo de quienes pretenden conducir el país en el futuro. Y es claro que después de tal fracaso, acto seguido todo militar que haya estado involucrado en el proceso será identificado y neutralizado por el régimen, tal y como ocurrió después del flamante regreso del Galáctico el 13 de abril de 2002. Eso que pasó el 30 de abril 2019 no se podrá repetir con los mismos protagonistas militares, incluyendo a Padrino y Hernández Dalá, porque esa acción, como dijimos al comienzo, es tan irreversible como los resultados electorales de Tiby Lucena.
Pero un aspecto muy importante de esta trama compleja lo constituyen las declaraciones de Elliott Abrams, reseñadas igualmente en la misma noticia. “Por su parte, Elliott Abrams, el enviado especial de EEUU para Venezuela, señaló este martes que el gobierno de Trump no formó parte de esas negociaciones entre miembros de la oposición venezolana y el ministro Vladimir Padrino para derrocar a Maduro. ‘EEUU no fue parte de esas negociaciones, las negociaciones eran entre venezolanos’. En el último mes o dos, ha habido unas interesantes negociaciones entre venezolanos, dentro del régimen y fuera sobre el retorno a la Constitución”, explicó Abrams.
Estados Unidos no está ni debe estar a cargo de ninguna estrategia que escoja la oposición oficial para salir del régimen de Nicolás Maduro. Sin embargo, imagino que habrán dicho algo del estilo “ellos se entienden”, al punto que inmediatamente se adelantaron a convertir lo que fue a todas luces un fracaso en una oportunidad para minar las bases de confianza entre los integrantes del alto gobierno de Maduro. De acuerdo a los entendidos, es sumamente inusual que un asesor de seguridad de la Casa Blanca dé unas declaraciones tan directas en torno a esos temas que son de la competencia del Departamento de Estado. Es posible que el futuro de esa Trinidad denunciada por Bolton sea muy incierto en las próximas horas.
Y se salva Guaidó de la respuesta inmediata del régimen -aunque eso todavía está por verse- porque los Estados Unidos, aun estando en conocimiento de este movimiento y de la manera en cómo se manejaron los hechos, aún permanecen respaldando la esperanza de cambio del pueblo venezolano, encarnadas todavía por Guaidó. Sin embargo, después de ojo sacado no vale Santa Lucía. Lo que hicieron no tiene vuelta atrás y no queda otra que seguir adelante. El régimen sabe que no es a la oposición oficial a la que tiene que temer después de esto, es al gobierno norteamericano. Y eso lo hace sumamente débil pero a la vez muy peligroso para nosotros.
“El TSJ legítimo ha solicitado a la comunidad internacional aplicar el R2P y detener el genocidio en Venezuela por medio de una coalición militar internacional en misión de paz”, expresó el Tribunal Supremo de Justicia en Twitter.
Esto sale precisamente porque el régimen arreciará a partir de ahora la comisión de delitos de lesa humanidad en contra de opositores en Venezuela. Esos fracasos tienen esas consecuencias. Esta posición de aplicar de inmediato el R2P en Venezuela ha sido respaldada completamente por el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, en reunión con el Presidente del TSJ Legítimo en el exilio, Miguel Ángel Martín .
El TSJ legítimo ha sostenido una posición muy seria luego de este nuevo fracaso en el “quiebre de las Fuerzas Armadas” intentado por la oposición oficial y tal vez se pueda demostrar de cara al gobierno norteamericano (y la comunidad internacional en general) que sí existen políticos venezolanos serios que pueden asumir responsabilidades de Estado como las que se necesitan para conducir el país, desestimando de una vez por todas cualquier interlocución poco preparada para afrontar esta hora oscura de Venezuela. Ya van demasiados muertos por esa improvisación. Si es muy grave aceptar que el problema sobrepasó las capacidades locales para resolverlo, imaginen si la conducción tampoco está a la altura de la circunstancia. Llegó la hora de la Responsabilidad de Proteger (R2P) a Venezuela.
*Luis Manuel Aguana es analista político e investigador en Derechos Humanos.