Por Gian De Biase*
Primero vino el Brexit. Los británicos cansados del crecimiento descontrolado de la burocracia de la Unión Europea, con sus leyes absurdas como regular la curvatura de los plátanos, su gasto público exorbitante y la injerencia en la economía y política nacional, detonaron un movimiento de carácter nacionalista para que el Reino Unido recuperara su autonomía como Monarquía.
En segundo lugar, vino el triunfo del empresario Donald Trump, quien, con una candidatura políticamente incorrecta, dentro del Partido Republicano, logró salir victorioso para luego enfrentarse contra el Partido Demócrata. En su discurso Trump propuso Make America Great Again (Hacer América Grande Otra Vez), y la forma que los americanos conocen para eso es una sola: producir en libertad, que la burocracia y el gasto se reduzca, que se aplique la Ley y sobretodo garantizado de nuevo la seguridad desde la República.
Desde la implosión del régimen comunista de la Unión Soviética, que marcó el triunfo de la economía de mercado, parecía que en estos tiempos de paz, se abrió un campo fértil para la propaganda de la izquierda (liberales, socialdemócratas, demócratas cristianos, socialistas-comunistas).
Intentaron desde hace décadas a través de sus intelectuales manipular la historia, el arte, la filosofía, la política, la economía y la sociedad, logrando construir, al menos discursivamente, una mentira teórica que quisieron imponer como verdad. Mientras que en Gran Bretaña y EEUU los liberales implantaron las ideas progresistas posmodernas, en Latinoamérica optaron por continuar con el socialismo fracaso, ahora fusionado con el progresismo.
La Venezuela socialista del teniente Chávez significó el triunfo de la Cuba comunista del comandante Fidel, pero cuando está inicia su colapso económico y político en 2014, el modelo socialista se hizo indefendible para resto de la izquierda ideológica latinoamericana. A partir de ese momento, Maduro se ha convertido tal vez en el dictador más conocido y odiado de los últimos tiempos, ningún país del mundo, pero sobretodo sus vecinos cercanos, quieren terminar siendo una dictadura socialista como Venezuela, a la que se le suman Cuba, Nicaragua y Bolivia, e intentan acercarse México y El Salvador. Todos los partidos políticos gobernantes de esos países son miembros del Foro Socialista de Sao Paulo.
Es así como ante la amenaza de la expansión del imperialismo cubano a través de sus partidos satélites en toda Latinoamérica, de ideologías socialistas, comunistas, ecologistas, progresistas, etc. Todos afines a la izquierda ideológica, miembros el Foro de Sao Paulo, admiradores del dictador Fidel Castro, exguerrilleros, con pretensiones totalitarias y de eternizarse en el poder, agrupados en un “frente”—nombre característico que se repite por todas las coaliciones de izquierda de la región— prendió las alarmas de los sectores sociales conservadores de todos los países, que se encontraban humillados por la izquierda ya que los culpan de las dictaduras militares, cuando estas fueron una consecuencia del intento de invasión de la Unión Soviética junto con Cuba para imponer el comunismo en Latinoamérica.
Aunado a las dictaduras militares, el establishment zurdo también los culpa de ser empresarios, que les gusta producir, pertenecientes a las familias oligárquicas coloniales, misóginos, homófobos, racistas, entre muchas otras generalizaciones vagas y falsas, que se encuentran suscritas en el AND del discurso socialista de la izquierda ideológica, con el fin de llevar el debate público a una “lucha” de clases, ahora social, generando odio y enfrentamiento constante entre los adversarios políticos para generar violencia en forma de terrorismo, como ocurre en Colombia con la FARC o en Chile con el Partido Comunista y sus grupos terroristas de la Araucanía o los colegios públicos.
La inseguridad, la economía estancada, la falta de aplicación de la Ley, el odio hacia la patria, la cultura y la religión propia, para reemplazarlo por cuentos comunistas de la revolución cubana, por querer regresarnos a las tribus salvajes o peor aún, querer destruir al hombre, la mujer y la familia, creó una reacción de defensa de nuestro sistema cultural conservador que por orden espontáneo está insertado en la organización social occidental, incluido Latinoamérica, descendientes directos de España y Portugal o en Estados Unidos de América, dignos herederos del Imperio Británico.
Brasil, quien ha tenido una tradición más apegada a la Corona portuguesa, pero no ajena a la realidad regional, ha sorprendido con el resultado donde el candidato Jair Bolsonaro, representante de la derecha conservadora libertaria, casi obtiene el 50% de los votos, incluso ha sido el candidato más votado de la historia del país. La gente decidió irse por el camino opuesto del socialismo de Lula, eligieron la República, el libre mercado, la propiedad privada y el orden.
Aunque algunos países han girado hacia el liberalismo, impotentes ante el totalitarismo socialista, entre estos Macri, Piñera o PPK. Argentina sigue igual de ingobernable y a puertas de una crisis económica, Chile continúa por el sendero de la economía estancada, mientras aumenta la criminalidad y se deteriora la calidad de vida, mientras que, en Perú, la izquierda destituyó al presidente.
En Chile, José Antonio Kast fue el candidato revelación durante las elecciones presidenciales del 2017, quien, en unos pocos meses, se hiciera el representante de la derecha chilena. En Colombia, ganó el candidato del expresidente Uribe, el presidente Duque. Guatemala también eligió un presidente conservador, y Paraguay optó por el mismo camino. Mientras que, en España, el partido Vox, ha hecho una demostración de apoyo ciudadano en Vista Alegre, logrando acaparar la vista de los medios que lo tildan de “fachas, ultras y franquistas”, sinónimos de conservador, republicano y libertario.
En conclusión, el triunfo de Bolsonaro que tendrá lugar en la segunda vuelta contra el candidato delfín del convicto Lula Da Silva, continuará definiendo el camino que el pueblo latinoamericano ha decidido para su próximo tiempo, cruzar hacia la derecha, rescatar los valores occidentales que nos hacen grande como sociedad, que se pueden resumir en patria, vida y libertad, lo cual implica tener un país con Ley, seguro y próspero.
Esto es un llamado de la sociedad al Sentido Común, y para eso harán falta políticos e intelectuales responsables, alejados de la corrupción, la amoralidad, la demagogia, la pusilanimidad, entre otros males intrínsecos al democratismo de las últimas décadas.
*Gian De Biase es politólogo y analista internacional.