* Por Francisco Nunes
El gremio del taxi está en pie de guerra contra Uber y Cabify. Estas dos aplicaciones permiten llevar a gente de un lugar a otro y ganar dinero con ello o, en caso de ser el cliente, que te lleven a donde desees, como un taxi independiente del Estado.
Desde el gremio se denuncia la “competencia desleal” de Uber y Cabify que, según los taxistas, no deben pagar una licencia como lo hicieron ellos en su día, y de la que ahora pagan las consecuencias.
Debemos destacar cómo, ante cualquier problema, gran parte de la sociedad acude al Estado como si fuera una especie de mago todopoderoso, que a decretazo limpio consigue arreglar cualquier problema. Nada más lejos de la realidad, y es que los “ingenieros sociales” rara vez consiguen un resultado satisfactorio, pero siempre, sin excepción, tienen “compasión” con el dinero de los demás, apoyando a un grupo más o menos numeroso de personas a base de perjudicar a otro.
Este es el caso de los taxis, a los que el Estado vende una licencia ilegítima, ya que ellos no son quienes para venderle a los taxistas el derecho a tener su propio negocio, ya que es un derecho de propiedad que tienen sin que nadie se lo otorgue, y limita la oferta de taxis, lo que impide la competencia por parte de otras empresas, como Uber y Cabify.
Una licencia de taxi es sin duda un gasto considerable, pudiendo llegar a costar seis cifras. Seis cifras para usar como quieras un coche que ya es tuyo. El gremio del taxi, en vez de quejarse de tal injusticia, decide que, si ellos están en problemas, los demás también deberán estarlo. Deciden ahogar a los demás en vez de salvarse ellos. Deciden exigir el cierre de estas compañías (o comprar la misma licencia que ellos), que mejoran la vida de la gente sin perjudicar a nadie, en vez de rebelarse contra el injusto sistema que acabará con su inmoral negocio.
La semana pasada en Barcelona ocurrió algo que no nos sorprendió a todos. Un conductor de Uber conducía su coche por una calle cerca de la manifestación del taxi. Llevaba con él a una madre y a su hija, una niña pequeña. Los taxistas empezaron a darle golpes al coche, a pesar de su advertencia sobre sus pasajeros.
Los golpes no eran suaves, sino fuertes puñetazos y patadas que, junto con las lunas de coches rotas, los grafitis y demás, nos demuestran el vandalismo que se ve obligado a llevar a cabo el sector del taxi para ser tomados en cuenta.
Quienes no son capaces de ofrecer un buen servicio y superar a la competencia deben quebrar. Así progresa el mundo y la libertad de elección, no manteniendo lo pobre y amenazando a quien desea mejorar la vida de otros y enriquecerse justamente con ello. El ludismo es historia, y no podemos permitir que algo así vuelva a suceder. La humanidad no vive del conformismo sino de la búsqueda de mejoras, de calidad, y por tanto, de la competencia.
* Francisco Nunes es creador y director de Apolo Post