Por Jorge Enrique Gómez Pardo
La masiva marcha del 1 de abril de 2017 a la que tuve el privilegio de asistir deja varias razones para el optimismo en la defensa de la libertad en Colombia.
El éxito de la marcha se debió a una genuina indignación ciudadana y no a la movilización de estructuras políticas
Evidentemente lo que primó en la marcha fueron ciudadanos sin ataduras políticas. Si bien el principal liderazgo político correspondió al expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, lo cierto es que la masiva asistencia a la marcha no se debió a la movilización de estructuras políticas, sino a ciudadanos y organizaciones civiles genuinamente preocupadas. La naturaleza cívica de los asistentes es entonces una razón para el optimismo en la medida que si así se manifestaron para marchar, imagínense la contundencia que tendrán para votar.
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Las principales expresiones populares indican que quienes defendemos la libertad de Colombia le estamos ganando la batalla de las ideas a quienes le están entregando el país al Socialismo del Siglo XXI de Chávez, Maduro y las FARC
Los críticos de la marcha y varios de los medios aliados del gobierno y del Acuerdo ilegítimo le han hecho el quite al hecho de que la principal fuente de indignación de los manifestantes se debió a los aspectos relativos a la amenaza de nuestras libertades.
Así, por un lado, si bien se esgrimieron varios motivos para convocarla, lo cierto es que los principales reclamos de la gente y los momentos de mayor exaltación popular durante la marcha fueron los relativos a que (i) Colombia no siguiera el curso de la hermana Venezuela por culpa de Chávez y Maduro, (ii) al rechazo a la entrega del país a las FARC y al Socialismo del Siglo XXI de los dictadores venezolanos y las FARC, (iii) a la imposición del Acuerdo ilegítimo luego del desconocimiento de los resultados del Plebiscito del 2 de octubre de 2016, (iv) a la dictadura del Fast-Track, y (v) a la renuncia del presidente Santos por todo lo anterior.
Y, por otro lado, porque los críticos de la marcha, en general, no enfocaron sus baterías en dichas preocupaciones relativas a la libertad, sino en tratar, torpemente, de meter en el mismo saco a Uribe y Santos en temas de corrupción.
La verdad es que no vi a uno solo de ellos negando la entrega del país a las FARC y al Socialismo del Siglo XXI. Asimismo, varios medios continuaron titulando la marcha como (únicamente) contra la corrupción o antisantos, dejando de lado, al menos en los titulares, los aspectos relativos a las amenazas a la libertad en Colombia.
¿Y es que si entregarles la Constitución, el ordenamiento jurídico y la decisión sobre cualquier nueva legislación, independientemente de quien gane las elecciones en 2014, 2018 y 2022, entre otras, no es entregarles el país, entonces qué es?
¡Y ello contrariando la decisión directa y expresa del pueblo soberano en las urnas!
Ganar la batalla de las ideas es una condición necesaria (pero no suficiente) para ganar la mente y los corazones de los colombianos en el tiempo.
Se puede ser optimistas frente a la victoria de una coalición por la libertad la cual reestablezca el orden constitucional liberal en Colombia
De esta forma, el país volverá por el rumbo de la libertad, la estabilidad y el progreso. El Plebiscito y la marcha indican que se está formando una masa crítica ciudadana que servirá de sustento popular a la coalición por la libertad. Esa masa crítica y la coalición por la libertad darían vida a una nueva rebelión ciudadana pacífica, democrática e institucional contra las FARC y la clase política hoy gobernante que reestablecerá el orden constitucional liberal en Colombia. De esta forma, el país volverá por el rumbo de la libertad, la estabilidad y el progreso.
¿Una nueva rebelión? Sí. Hablo de una nueva rebelión de esta naturaleza porque a principios de este siglo ya tuvimos una. En efecto, la elección y presidencia de Álvaro Uribe Vélez fue una “rebelión en contra del secuestro, el terror y la pesadilla de la violencia”, como él ya lo decía al menos desde 2002.
Para los colombianos más jóvenes, y seguramente también para el lector panamericano, el senador Uribe de alguna forma “siempre ha estado allí” famoso y poderoso. Sin embargo, por los años 1999 a 2001 muy pocos creíamos en el discurso y posibilidades del hoy expresidente, entonces desconocido exgobernador de Antioquia. El favorito era, de lejos, el hoy senador por el Partido Liberal, organización política afiliada a la Internacional Socialista, Horacio Serpa y la excanciller Noemí Sanín, de origen conservador. Serpa tenía al Partido Liberal unido con toda la maquinaria y fervor que representaba.
No obstante, el desconocido candidato, con su discurso de la Seguridad Democrática, logró generar tal masa crítica ciudadana que una vez se publicó una encuesta en la que él y los dos favoritos estaban empatados, logró desencadenar el apoyo que le permitió ganar la presidencia en primera vuelta. Al final, el discurso de Uribe no era otra cosa que la lucha contra la amenaza de facto de las FARC contra la vida y la libertad en Colombia.
Hoy la amenaza no es de facto sino política y jurídica, toda vez que la libertad y la democracia en Colombia están bajo un riesgo inédito como resultado de la entrega política, jurídica y, por lo tanto, económica del país a las FARC y al Socialismo del Siglo XXI. Sin embargo, dicha masa crítica que tuvo como hito fundacional la victoria del “No” en el Plebiscito el 2 de octubre de 2016, y que sale fortalecida como consecuencia de la marcha del primero de abril de 2017, permite ser optimistas frente al futuro del país.
¡Que felicidad y que orgullo haber estado el sábado en ese día histórico para la libertad y la democracia en Colombia!
Jorge Enrique Gomez Pardo es colombiano, abogado con opción en administración de empresas de la Universidad de los Andes y LL.M. en derecho penal internacional de la Universidad de Utrecht, Holanda. Ha sido activista político desde hace más de 15 años, lo cual ha combinado con su ejercicio profesional. Síguelo en @jegomezpardo