
El pasado sábado 11 de enero la presidente de Taiwán, Tsai Ing-wen, logró su segundo mandato con una victoria histórica que fortalece los valores democráticos de la isla e impulsa la defensa de la libertad en la región. Taiwán, con cerca de 24 millones de habitantes, tiene elecciones presidenciales libres desde 1996 y su participación ronda el 70 % de los ciudadanos elegibles para votar. Si bien Taiwán no es reconocida por la mayoría de los Estados miembros ante la ONU como una nación independiente, de facto las relaciones diplomáticas y comerciales con la isla son completamente independientes a las de la República Popular China.
Para la comunidad internacional las relaciones entre Taiwán y China siempre han sido un asunto interno y con relevancia menor, sin embargo, esto ha venido cambiando con la llegada al poder de Xi Jimping en China, quien ha tomado con más fuerza la agenda de unificar a Taiwán como parte del gigante asiático y quien ha encontrado en Tsai Ing-wen un gran obstáculo para conseguirlo. Ing-wen se convirtió en presidenta de Taiwán en mayo de 2016, y ha implementado una serie de políticas que han revitalizado el papel de la isla dinamizando la economía, logrando que los productos taiwaneses se destaquen frente a otros de la región y haciendo que los valores democráticos sean valorados por gobiernos y ciudadanos alrededor del mundo. En Taiwán, la democracia y la libertad han hecho que las voces de independencia crezcan y han convertido a esta isla en un refugio para quienes huyen de la dictadura del Partido Comunista chino.
A pesar de que los valores de libertad y democracia parecieran haber resuelto la vida interna de los ciudadanos en Taiwán, no ha podido encontrar una salida para la tan merecida autodeterminación. Al igual que Hong Kong, en Taiwán los ciudadanos y extranjeros logran emprender negocios con relativa facilidad comparada con otras naciones, gozan de libertades individuales, libertad de expresión y el respeto por la propiedad privada, ejes clave en la sociedad. Sin embargo, día a día China ejerce más presión sobre Hong Kong con una constante violación a los derechos humanos y, por otro lado, Taiwán realmente depende de los caprichos políticos entre Estados Unidos y China. La isla mantiene su independencia de facto, gracias al apoyo militar de Estados Unidos, que históricamente ha visto a Taiwán como un aliado fundamental ante el avance comunista en la región, y es un apoyo que proviene tan solo de una parte que se declara pro-Taiwán dentro de la derecha estadounidense.
Taiwán es el único país de Asia que ha legalizado el matrimonio de parejas del mismo sexo, ve la inmigración como una oportunidad socioeconómica, puntea en índices de libertad de pensamiento y ha venido implementando otras medidas que a ojos de la derecha americana son de corte progresista. Pero estas medidas no hubieran sido posibles, irónicamente, sin el respaldo de los republicanos que ante todo han defendido la libertad de Taiwán y otros que añoran con nostalgia las victorias históricas de Estados Unidos en Asia. En la década de los 80, John McCain, por ejemplo, fue un férreo defensor de Taiwán, tal como el líder republicano Bob Dole y en la actualidad los senadores Marco Rubio y Ted Cruz son fuertes aliados de Hong Kong y Tsai Ing-wen.
Desde la visita de Nixon a Mao en Beijing, o la decisión de Carter de abandonar a Taipei, los taiwaneses, a pesar de no compartir parte de las políticas de Trump, como las restricciones migratorias y las acciones contra libertades individuales, han visto en él una fuente de apoyo frente a injerencia China en cualquier escenario internacional en contra de Taiwán. Los Bush, Clinton y Obama se han opuesto firmemente la independencia, han hecho de Taiwán una moneda de cambio a la hora de negociar con China. Por ejemplo, Obama mantuvo fuera a Taiwán del Acuerdo Transpacífico, a pesar de ser una medida para contrarrestar el avance de China.
Jeffrey C. H. Ngo, historiador e investigador de Demosisto en Hong Kong, relata brevemente la política de Trump respecto a las relaciones de Estados Unidos con Taiwán: “El 2 de diciembre de 2016, Donald Trump hizo historia al aceptar las breves felicitaciones de la presidente Tsai por su victoria electoral por teléfono. No fue más que una ‘llamada de cortesía’, dijo Mike Pence. Pero luego vino la reacción partidaria. Se ajusta perfectamente a la narrativa anti-Trump: un presidente electo bufón que, antes de asumir el cargo, ya estaba erosionando las ‘normas’ bien establecidas porque era demasiado imprudente o demasiado ignorante. ‘Así es como comienzan las guerras’, Ned Price, portavoz de Barack Obama, se apresuró a reiterar la política discriminatoria de ‘Una China’, diseñada por Henry Kissinger en 1972, en nombre de “relaciones pacíficas y estables a través del Estrecho”.
Serán los mismos ciudadanos quienes pongan fin a esta servidumbre de reglas impuestas por políticos americanos o chinos. Si bien el liderazgo de políticos como el de Tsai Ing-wen es fundamental, es en la ciudadanía donde reside verdaderamente la fuerza para defender la libertad, como lo ha venido demostrando la sociedad civil en Hong Kong, donde personas de todas las edades se organizan espontáneamente, sin apetito burocrático y de la mano de las herramientas digitales, para enfrentar coherentemente a la dictadura comunista. Los ciudadanos de Hong Kong son un ejemplo, para que los taiwaneses y toda la comunidad internacional reconozcan, que es en democracia y con libertad que una sociedad puede prosperar.