EnglishLeopoldo López se equivocó radicalmente al entregarse a la justicia venezolana.
El político fue acusado por la Justicia de este país por incitación a la violencia y otros delitos relacionados con las protestas estudiantiles del 12 de febrero de 2014.
El activista y político, con la intención sincera de entregarse, logró el efecto inverso. Al tirarse sin paracaídas en manos de la Justicia títere de Maduro lo que terminó haciendo fue legitimar la justicia y el Gobierno “chavista”.
Su esposa, la guapa Lilian Tintori, precisó en una entrevista publicada un año después del arresto de su marido que él se había entregado para quitarle la máscara a Nicolás Maduro.
¿De qué máscara está hablando Tintori? La entiendo como puedo en su pesar, pero Venezuela dejó de ser una democracia hacia ya varios meses, si acaso no años. El presidente Maduro no gasta tinta en simular lo que es: el jefe de una verdadera nación populista.
Guillermo O’Donnell, un reconocido politólogo argentino, escribió sobre las democracias delegativas en contraposición con las democracias representativas. Las delegativas tienen, explica el autor, una legitimidad de origen devenido de elecciones libres y competitivas.
Sin embargo, estas democracias carecen de los contrapoderes que reinan en las democracias consolidadas, en donde hay equilibrios, transparencia y respeto por las leyes y un sistema jurídico independiente.
Venezuela hoy, no es, a mi juicio, ni siquiera una democracia delegativa. La libertad de expresión, de prensa y el derecho a la propia defensa no se ven ya potencialmente amenazados sino que las violaciones a los derechos individuales parecen ser más la regla que la excepción.
Con la condena a casi 14 años de prisión militar la Justicia venezolana es ya, sin lugar a dudas, el brazo derecho del Leviatán Maduro. Haberse entregado al monstruo significó someterse a sus reglas de juego que implican la desaparición de gran parte de los derechos de los venezolanos.
El problema, entonces, fue haberse sentado a jugar ese juego.
[adrotate group=”8″]
Por el contrario, Marco Coello, el estudiante que fue acusado con los mismos cargos que Leopoldo por aquellos incidentes de febrero de 2014, se fue del país antes de que se conociera su sentencia.
No esperó a escuchar lo obvio. Se escapó, como sostuvo en una entrevista con la CNN, porque en Venezuela “no hay estado de Derecho”.
Precisó, además, que seguirá su lucha por la liberación de los presos políticos desde Estados Unidos, donde puede expresarse sin terminar preso.
Negar lo que es Venezuela hoy es negar la realidad. Sería parecido de alguna manera a decir que en Cuba existe la libertad de expresión. ¿Puedo gritar lo que quiera en Cuba? Sí. ¿Tiene eso una consecuencia? ¡Claro que sí! Seguramente termine uno preso si lo que grita es alguna consigna anticastrista.
Entonces, la única manera de ganar el juego del poder en Venezuela es deslegitimar al Gobierno de Maduro. Porque si entra uno a jugar bajo su reglamento, ya perdió antes de empezar.
“El mundo sabe que el régimen en Venezuela es antidemocrático y viola los derechos humanos”, dijo Tintori en esa entrevista de febrero de 2015. De eso no hay ninguna duda.