Hace unas semanas, el Instituto Fraser de Canadá dio a conocer su índice anual de libertad económica. En esta versión 2014, Chile se posicionó en el 10.º lugar a nivel mundial, manteniéndose a la cabeza de América Latina como uno de los países más libres del continente.
Este indicador, que en esta versión incluye a 152 economías, evalúa el grado en que la institucionalidad y las políticas públicas se compatibilizan con la libertad económica. Para hacerlo, tal como lo indica Adriana Peralta, reportera del PanAm Post: “Fraser evalúa 42 variables divididas en cinco grandes áreas: tamaño del Gobierno y gasto público, el respeto a la propiedad privada, acceso a una moneda estable, libertad de comercio internacional y la cantidad de regulaciones laborales, de acceso crediticio y capacidad de hacer negocios”.
En una rápida mirada histórica, vemos como ha evolucionado Chile en este indicador. En 1970 estábamos posicionados en el 54.º lugar, cerrando el listado de un total de —precisamente— 54 economías evaluadas.
En 1970 estábamos posicionados en el 54.º lugar […] en tanto que para 1990, ya estábamos en el 27.º puesto en el marco de los 113 países considerados.
Para 1975, año en que se puso en marcha el Plan de Recuperación Económica —o como dice Niall Ferguson, se comenzaron a instalar las apps del progreso— la situación no era mucho mejor, ya que ocupábamos el puesto 69.º dentro de 72 países. Sin embargo es interesante ver, a partir de esa fecha, y durante los 40 años que van hasta el presente, como se fueron produciendo los avances en paralelo con la aplicación de las reformas del nuevo modelo adoptado en Chile.
Efectivamente, para 1980, de un total de 104 países ocupamos la posición 60.º; en 1985 avanzamos al lugar 40.º dentro de 110 naciones; en tanto que para 1990, ya estábamos en el 27.º puesto en el marco de los 113 países considerados.
El camino siguió su recorrido ascendente en el ranking que comentamos, al punto que en 1995 alcanzamos el 16.º lugar de 123 países, aunque para el año 2000 caímos al puesto 28.º (con igual número de países considerados). La recuperación fue rápida: en 2001 avanzamos al 14.º puesto y para 2005 nos situamos en un expectante 11.º lugar, entrando como 10.º al selecto grupo de los top ten en 2006, donde nos hemos mantenido. Incluso avanzamos hasta llegar a 6.º posición en 2007, un anhelado 5.º lugar en 2008 y 7.º en 2009, para nuevamente comenzar a retroceder en 2010 al 10.º lugar, saliendo en 2011 como 11.º.
Es cierto que el número de economías evaluadas aumentó, ya que para 2008, nuestro mejor año como 5.º, fue de un total de 141 países, en tanto que para 2011 eran 152 los evaluados.
Está en nuestras manos mantener y mejorar estos resultados, ya que de ellos también dependerá la calidad de nuestra democracia.
Pero cuidado, no se trata solo de avanzar posiciones y de aumentar países, o que estos avancen o retrocedan a partir de sus realidades particulares, lo clave es qué hacemos nosotros mismos para avanzar y recuperar las posiciones perdidas (ese quinto lugar de 2008), especialmente cuando sabemos que son las economías libres las que hacen crecer y alcanzar el progreso.
No es menor lo que indica Peralta al recordarnos que los países en el cuartil superior de este índice tienen un promedio de US$39.899 de PIB contra US$6.253 en el cuartil inferior. Recientemente nos enteramos que según cifras del Fondo Monetario Internacional, Chile bordea los US$23.165.
En síntesis, está en nuestras manos mantener y mejorar estos resultados, ya que de ellos también dependerá la calidad de nuestra democracia. Siguiendo al historiador Niall Ferguson, quien recientemente visitó nuestro país, necesitamos hacer un upgrade —y no desinstalar— las “seis aplicaciones estrellas de la prosperidad”: la competencia, la revolución científica, los derechos de propiedad, la medicina moderna, la sociedad del consumo y la ética del trabajo; que son las que trajeron mejor trabajo, ahorro y acumulación de capital, permitiendo avanzar hacia el progreso organizando la vida política y fortaleciendo los aspectos culturales de Occidente en general, y de Chile en particular.
Publicado originalmente en Chile B.