La polémica se instala en el concepto de justicia social que muchos manejan en Chile. A raíz del caso de homicidio del carabinero Oscar Galindo, han surgido planteamientos que sugieren que la desigualdad es la raíz de la delincuencia y que la ciudad es injusta por presentar contrastes tan altos entre sectores acomodados y comunas empobrecidas y tomadas por el narcotráfico.
Analicemos bien el asunto y antes de sacar conclusiones anticipadas, aclaremos puntos que no deberían ser negociables por su obviedad:
- El ser humano, pese a sus circunstancias, siempre tiene la decisión final en sus manos. Aún bajo coacción y puesto en situaciones extremas, donde parece imposible elegir un camino o el otro como por ejemplo en el genocidio en Ruanda, donde en casos a niños se les obligó a masacrar a sus padres tutsis con la promesa de que se les dejaría vivir. Muchos no accedieron y fueron exterminados junto a sus padres. Esto prueba que aún en las peores situaciones hay quienes elegirán un camino determinado finalmente por ellos mismos. Por lo tanto el crimen, no es culpa de “toda” la sociedad, sino finalmente de aquel que se convierte en criminal.
- La justicia social no debiera ser alcanzada por medios injustos, como la distribución arbitraria de la riqueza. Un ejemplo caricaturesco pero iluminador respecto de esto último es imaginarnos a una persona en situación de calle, pasando frío y hambre, luego cualquiera de nosotros como espectador y otra persona que también va de paso. ¿Sería justo robarle a billetera a esa persona que va de paso y quitarle al menos la mitad del dinero para dárselo a quien está en situación de calle? – Puede que nos moleste y nos impacte la indiferencia de otros frente al sufrimiento humano, pero no podemos negar que quitarle arbitrariamente a otro para dárselo a alguien más, por loable que sea la causa, nos convierte en delincuentes. Lo correcto, frente a una situación que nos complica tanto como el sufrimiento ajeno, es hacer algo uno mismo. Entonces sería yo quien saque la billetera y diera al necesitado. Quizás debiera también albergarlo en casa, ofrecerle algo de comida, etc., pero no puedo obligar a otro a hacer algo que yo no haría y que está en contra de su voluntad, así como tampoco puedo obligar al necesitado a salir de esa situación si no quiere hacerlo….y hay casos.
Con estos puntos claros, la sugerencia de #ciudadjusta que se está instalando en todo el espectro político de Chile, implica que la solución a situaciones como la vivida en la Pintana, comuna donde reina la delincuencia y el narcotráfico y que le costó la vida a un carabinero en servicio, son culpa de la desigualdad, de la sociedad, en resumen de todos.
Sí, hay lugares donde el abandono del Estado transforma a cualquier narcotraficante pudiente, en un benefactor oportunista que utilizará a la comunidad para cubrirlo y se hará de los más vulnerables para ser su carne de cañón, pero eso no exculpa a quien se permite aliarse con el crimen.
Es que el ciclo no comienza ahí, el problema no solo es el abandono del Estado, pues tenemos pruebas históricas de lugares sin intervención estatal que funcionan bien precisamente porque no hay tanto Estado y se basan en la sociedad civil para proveerse de orden y funcionalidad.
EL ciclo comienza en la corriente política que históricamente pretende otorgarle al Estado, más atribuciones de las que necesita basado en la creencia de que solos no podemos y que necesitamos un mecenas que nos saque de la miseria.
Este pensamiento lleva a muchos a no votar por quienes insisten en otorgarles mayores herramientas para el auto sustento, la inversión de terceros que creen polos de desarrollo en sus comunas, sino que al momento de sufragar, se inclinan por propuestas tipo Estado benefactor, que implique que un tercero pueda darles aquello que les falta.
Cuando se elige a dichos personajes, se le da la autoridad casi ilimitada no solo para otorgar a discreción, sino para quitar de la misma manera, formándose un gesto político difícil de romper, pues la autoridad con el tiempo aprende donde comprar votos y con cuantas dádivas… el resto quedará en sus bolsillos.
Así podemos comprobarlo con la comuna de San Ramón en la Región Metropolitana, donde más de una red de corrupción se ha destapado y para qué mencionar la ruinosa situación que encontró la nueva alcaldesa de Maipú, que vio como el despilfarro vía empleos fantasmas estaba absolutamente desatado, dilapidando escandalosamente los recursos, al punto que ella debió auditar y exponer la grave situación a los medios como una manera de constatar daños.
Encontraremos este tipo de liderazgos excesivamente corruptibles en las tendencias políticas más estatistas, pero son precisamente estas las que mejores resultados obtienen en la mayoría de las comunas más pobres, salvo excepciones.
Esto eterniza el ciclo de abandono del Estado y la cultura “benefactora” de las bandas criminales, puesto que el político a cargo está más preocupado de comprar favores, eternizarse en la administración y llenar sus bolsillos, la abandonada gestión se deja en manos de narcotraficantes que impunemente se toman los lugares y para ellos saben cómo comprar al vecino enfermo al cual le proveen medicina gratuita, a la vecina a la que le compran el mercado y jóvenes a los que constantemente les dan generosos regalos a cambio de su alianza.
No es sorpresa que como comunidad, repelan el accionar de la autoridad policial que es simplemente la cara visible de un Estado que a pesar de haber sido elegido para estar en todo, simplemente no está.
La solución no es quitarle a otro para arreglar este problema, sino que es necesario comenzar a fortalecer la idea de la libertad individual, llamar la atención de quienes quieran invertir con fuertes políticas de seguridad y hacer grandes esfuerzos por enseñar a la comunidad que el desarrollo los involucra a ellos, que para crear polo de crecimiento en su zona, deben cooperar con el orden y la justicia y entender que la mejor beneficencia es la capacidad de pararse sobre sus propios pies.