No resulta novedoso que en Argentina se vivan dos realidades diferentes. El contraste y la polarización de ideas, son en mayor o menor medida un rasgo frecuente en la sociedad de este país. Esta situación se vivió de forma muy gráfica el día de ayer, cuando se conmemoraron treinta años de democracia con un acto en la Capital Federal; situación que dejó entrever el contraste con el contexto de saqueos que se vive en diversas provincias.
La ola de saqueos tuvo su inicio la semana pasada en la provincia de Córdoba, a partir de una protesta policial por mejoras salariales. A partir de allí, el reclamo policial se fue extendiendo a otras provincias, y con ella el fenómeno de los saqueos. Las víctimas de la situación en términos económicos han sido supermercados grandes y pequeños, así como comercios textiles y de electrodomésticos. La Confederación Argentina de la Empresa (CAME) informó a través de un comunicado de prensa que casi 1.900 comercios en 14 provincias resultaron afectados por la ola saqueos, sumando pérdidas estimadas en más de $ 568 millones – aproximadamente US$ 90 millones.
Las víctimas fatales a causa del conflicto ya son 12 en el interior del país. El último foco de conflicto se desató en Tucumán, donde la gente decidió salir a las calles a exigir la renuncia del gobernador, José Alperovich.
Fernando Laborda desarrolla una explicación acerca de la causa de los saqueos, analizando algunos factores que van desde la falta de orden público en la vida cotidiana de las personas hasta el mensaje oficial que promueve una confrontación permanente entre ideas y sectores, entre personas que pasan a verse como amigos o enemigos; y pasando por factores económicos tales como el extraño clima de inflación camuflada.

Lo cierto es que la psicosis colectiva se ha instalado en todos aquellos ciudadanos que consideran siquiera la posibilidad de estar involucrados en los actos de violencia. Dueños y empleados de mercados y negocios se arman para protegerse y cierran sus negocios al considerar cualquier situación como mínimamente sospechosa. Existe una situación de tensión que resulta alarmante por sí misma.
La situación de tensión por los saqueos y el conflicto policial ha posicionado a la polarización tradicional de los Argentinos en veredas enfrentadas. Así, la vereda perteneciente a la oposición critica y lamenta los hechos ocurridos, sigue de cerca las noticias y reclama respuestas de los agentes gubernamentales. La vereda oficialista – y los agentes gubernamentales con ella – hace oídos sordos al reclamo, y denuncia la exageración de lo ocurrido como parte de un plan desestabilizador que pone como víctima al gobierno nacional.
En este contexto, ayer se llevaron a cabo los festejos por 30 años de democracia ininterrumpida en el país. Líderes opositores pidieron suspender los festejos públicos que se realizaron en la Plaza de Mayo, pero no hubo respuesta para su petición. A través de un comunicado, el partido Unión Cívica Radical (UCR) planteó que “los sucesos que estamos viviendo en estos días aconsejan suspender los festejos programados para hoy por el gobierno nacional. Cuando hay muertos, saqueos y violencia en vastos sectores del territorio argentino, no son momentos para shows, sino para trabajar enérgicamente a fin de superar ese trance y reparar los daños. (…) El mejor modo de celebrar la democracia es ofrecerles a los argentinos una alternativa de progreso y de bienestar”. El actual Jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri hizo el mismo pedido a través de la red social Twitter, donde afirmó que “Hoy festejamos algo que deberíamos haber postergado por respeto a lo que está pasando en el país”. Finalmente, la mayoría de los ex presidentes invitados al acto, así como algunas personalidades destacadas, decidieron excusarse de participar.
El acto llamado “Democracia para siempre” se llevó a cabo el día de ayer en el Museo del Bicentenario, conmemorando la asunción como presidente del radical Raúl Alfonsín (1983-1989), que daría inicio al período democrático luego de la última dictadura militar (1976 – 1983). La presidenta se expresó frente a los congregados, y llamó a “condenar la extorsión de aquellos que portan armas para defender a la sociedad”. También expresó su solidaridad hacia los ciudadanos afectados cuyos derechos “no fueron defendidos por quienes debían hacerlo”.
Cristina Fernández sugirió en su discurso que los violentos saqueos registrados en 17 provincias – enmarcados en las protestas policiales por un aumento de salario- han sido eventos planificados con el fin de desestabilizar al gobierno en términos generales y buscan arruinar los festejos por los treinta años de democracia en Argentina. En su discurso afirmó que “Los violentos, los antidemocráticos, los que no respetan los valores por los que tantos argentinos dieron su vida, quieren, sin lugar a dudas, hacernos olvidar o que despreciemos o que no nos importen los valores de la democracia” (…) “No soy ingenua, no creo en las casualidades, tampoco creo en los contagios. Algunas cosas que pasan en Argentina, en determinadas fechas, no son por contagio, son por planificación, con precisión quirúrgica”, añadió. Por otra parte, el jefe de Gabinete Jorge Capitanich aseguró que “el pueblo argentino quiere paz y armonía” y afirmó que las protestas policiales superan “cualquier límite previsible y merecen el repudio de todos”.
En el marco de todo este conflicto en que se ve sumido el país, cabe cuestionarse cuál es el rol del ciudadano medio. En la polarización liderada por los políticos de turno en su lucha por el poder, cada persona elige y defiende la opción que le convence políticamente. Pero temas tan fundamentales como la seguridad no deberían depender de estas discusiones políticas. Al respecto, los medios del mundo analizan el problema de base que observan en el orden social argentino. El País (España) resume en su editorial: “mucho más grave que los errores circunstanciales de los dirigentes políticos es su responsabilidad de fondo en ese resquebrajamiento del orden social. Las escenas de asaltos frenéticos a comercios y a viviendas, la violencia contra el vecino, evidencian el fracaso de una gestión política y la debilidad de un liderazgo simplemente incapaz de estar a la altura del problema”.