Por Angel Soto
Crisis de mediana edad, inmadurez o al borde de la jubilación, podrían ser los diagnósticos que —mirados históricamente— pueden hacerse respecto del modelo económico chileno.
Efectivamente, en abril próximo se cumplen 40 años desde que Jorge Cauas (exministro de Hacienda) anunciara al país la puesta en marcha del Plan de Recuperación Económica en 1975 (más conocido como El Ladrillo). Exactamente un mes después de que Milton Friedman visitara el país.
Pero lo que no debe olvidarse es que dicho plan tuvo su origen en el convenio entre la Universidad de Chicago y la Universidad Católica, originado en 1955 —hace 60 años— cuando un grupo de profesores, entre los que destaca Arnold Harberger, visitaron Chile.
Por entonces gobernaba el país el exgeneral Carlos Ibáñez del Campo, quien —ahora en su segunda administración— había prometido barrer a los políticos y acabar con el gran flagelo de la inflación que frenaba el crecimiento económico. Sin embargo, a esa altura, tras casi tres años de gobierno, se había mostrado incapaz de dar solución a las expectativas puestas en él. De ser el “general de la Esperanza”, se convirtió en el ejemplo de la incapacidad, la desilusión y la frustración para enfrentar el problema económico de la inflación, responsable de la falta de crecimiento del país.
La situación económica era no solo la de un país pobre, sino una dramática. La inflación alcanzó la cifra récord de 83,81% y el PIB Per Cápita era de apenas US$4.242, en tanto que el costo de la vida era 18,83 veces el de 1938, convirtiendo al país en uno más de las naciones latinoamericanas estancadas en el subdesarrollo que habían optado por un modelo keynesiano, intelectualmente influenciado por la CEPAL, con fuerte énfasis en el Estado como motor del desarrollo, pero que para entonces ya había comenzado a dar señales de estancamiento.
No es raro entonces que en 1955 se buscaran nuevas alternativas, que por entonces coincidieron en los hechos, diagnósticos, recomendaciones y propuestas de soluciones alternativas con una visión liberal.
No es raro entonces que en 1955 se buscaran nuevas alternativas, que por entonces coincidieron en los hechos, diagnósticos, recomendaciones y propuestas de soluciones alternativas con una visión liberal, que proponían cambiar el énfasis y pasar desde una económica estatista y cerrada a una abierta con un menor papel del Estado y un fuerte énfasis en la iniciativa privada.
El problema, es que estas recomendaciones tuvieron que esperar otros 20 años —hasta 1975— para implementarse cuando lo hicieron bajo el paraguas del “Plan de Recuperación Económica”, permitiéndole a Chile colocarse a la cabeza del progreso en la región latinoamericana.
En ese año 1955, Ibáñez, sin saber qué camino tomar, contrató los servicios de la Misión Klein–Saks, que en términos generales recomendó abrir la economía, reorganizar la administración pública, suprimir subsidios, eliminar controles de precio y bajar el gasto público. Recomendaciones semejantes a las que hizo en torno a la misma fecha el profesor de la Universidad de Chicago: Arnold Harberger,.
Sin embargo, lo que podría parecer un diagnóstico foráneo, y sobre todo “norteamericano”, coincidía con algunas voces locales que compartían el camino a tomar. En términos individuales ya lo habían expresado con anterioridad Héctor Rodríguez de la Sotta y el propio Pedro Ibáñez Ojeda, primer miembro chileno de The Mont Pelerin Society, en tanto que a nivel de opinión pública, fue el diario El Mercurio el principal impulsor de la Misión Klein Saks, y más tarde de las ideas de los Chicago Boys, convirtiéndose en “difusor del pensamiento político económico liberal”.
Pero también, coincidió con este análisis de apertura económica la postura de Jorge Alessandri Rodríguez, quien como presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, realizó un diagnóstico de lo que denominó “La verdadera situación económica y social de Chile en la actualidad” (septiembre de 1955). En ella, el exministro de Hacienda Gabriel González Videla, y futuro presidente de la república en 1958, describió un cuadro de lo que para entonces habían sido los últimos quince años del panorama económico, político y social del país (1939 en adelante), el cual, para 1955 calificó como “angustioso”.
Lo importante es que, tal como señaló Alessandri —y los análisis tanto de la Misión Klein Sacks, los profesores de Chicago y el propio Ladrillo—, no se trataba de eliminar todo tipo de intervención estatal, como erróneamente han planteado en el último tiempo algunos columnistas que acusan falta de ideas y prácticamente la “eliminación” del Estado.
Al contrario, en palabras de Alessandri: “no somos contrarios a la intervención estatal cuando ésta se encuadra dentro del rol que nadie podría discutir al Estado en estas materias, y en el cual su acción no sólo es beneficiosa sino necesaria como es orientar, estimular y coordinar la economía general del país.Lo que sostenemos es que la dura experiencia de 15 años hace imperioso que, sin mayor tardanza, se definan la órbita y las relaciones entre la acción económica del Estado y la de la empresa privada”.
Chile: ¿Crisis de madurez, mediana edad o al borde de la jubilación? Lo concreto es que este 2015 nos servirá para dar una mirada histórica a la mayor transformación económica que ha tenido Chile en su historia.
Ángel Soto es doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, miembro de la Sociedad Mont Pelerin y catedrático en la Universidad de los Andes (Chile). Twitter: @angelsotochile.
Artículo publicado anteriormente en El Líbero.
Editado por Elisa Vásquez.