English Las recientes negociaciones entre Cuba y Estados Unidos han causado revuelo entre los círculos políticos en EE.UU. Por primera vez en más de 50 años, ciudadanos estadounidenses podrán tener la oportunidad de viajar a la isla tropical y comerciar con sus residentes sin demasiados molestias del Gobierno.
Pero lo más importante es que estás nuevas conversaciones podrían ponerle punto final al infame embargo que decretó el Gobierno de John F. Kennedy en la década de 1960 en respuesta a la toma de poder de los comunistas de la isla.
Ambos lados del espectro político ofrecen interesantes argumentos sobre el asunto. Aunque la liberalización de las relaciones políticas y económicas entre los dos países no derrocara al régimen cubano, esto podría permitir que el país finalmente desarrolle su economía.
El principal beneficio de esta apertura en las relaciones es que permitirá a los estadounidenses, especialmente aquellos que observan desde torres de marfil, ser testigos de primera mano de la pobreza extendida pobreza que dejó 50 años de comunismo al estilo cubano.
En el siglo XXI, el aislacionismo económico ya no es una política aceptable para ninguna nación que se vende a sí misma como “la tierra de los libres”. El libre comercio y la libre movilidad de las personas es lo que terminarán por traer paz y armonía. Si, el comercio entre Cuba y EE.UU. estará rigurosamente controlado por el Estado cubano. Sin embargo, incluso las medidas más pequeñas para liberalizar a la economía pueden mellar las estructuras de Gobierno más poderosas.
Al final del día, el comercio beneficia a todos los países, sin importar cuán autoritarios sean. No hay motivo para que un país como Estados Unidos. que ha apoyado y armado a varios regímenes y grupos represivos en las últimas décadas, prohibía. de forma arrogante. a sus propios ciudadanos de visitar y comerciar con un país que lo considera parte del “eje del mal”.
Bajo ninguna circunstancia esto implica excusar las horrendas atrocidades que llevó adelante el Estado cubano, sino subrayar las incoherencias entre la política exterior y comercial estadounidense en relación a los regímenes autoritarios.
Observen a China, un país responsable de algunas de las peores atrocidades de la humanidad durante el Gobierno de Mao Tse-Tung, es actualmente el socio comercial de EE.UU. más importante. Incluso con las numerosas reformas llevadas a cabo por Deng Xiaoping, China continúa siendo un Estado autoritario, con un solo partido político, y de muchas maneras tan represivo, si no más, que el régimen cubano.
Desafortunadamente, esto destaca la naturaleza impersonal de los asuntos de Estado que solo puede ver a los países como piezas de ajedrez que pueden ser descartadas en cualquier momento si dejan de ser de utilidad para el Estado hegemónico. En última instancia, bajos estos arreglos prevalecen los actores estatales y los ciudadanos del Estado se ven perjudicados.
El Congreso estadounidense aún tiene que votar por levantar el embargo para que estas reformas puedan ser ejecutadas. Será solo una cuestión de tiempo que las cabezas más frías triunfen. Pero algo es certero: una vez que se levante el embargo, el régimen de los Castro no podrá apuntar más su dedo contra el cuco estadounidense.
Con el tiempo los ciudadanos Cubanos se darán cuenta que lo que le ha dicho el régimen castrista en las últimas décadas es mentira. El cambio que desean los cubanos descansa en ellos mismos. Y no vendrá definitivamente del Pentágono, Langley, el Departamento de Estado de EE.UU.
Como mis compañeros venezolanos, los cubanos también son los únicos dueños de su desitno.
Elijan con sabiduría, amigos.