EspañolMil veces se le advirtió al señor Presidente Juan Carlos Varela, de Panamá, que el control de precios de emergencia que impondría tras tomar el poder, no sería buena idea. Demasiado cerca tiene Panamá la experiencia de Venezuela como para ignorar esta realidad.
Ya se comenzaron a ver en los supermercados de Panamá algunos anaqueles vacíos. No estamos hablando de una situación alarmante como la de Venezuela, donde se tiene que hacer horas de colas para comprar algún producto, pero sí de una evidencia de que el sentido común acerca del comportamiento del mercado no se equivoca.
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— Economía Panamá (@EconPanama) July 15, 2014
Es natural que los consumidores adquieran los productos que menos golpean sus bolsillos, en especial cuando estos son similares en calidad a los que no están regulados.
Además, al gobierno panameño se le ocurrió que los productos cuyos precios tengan esa regulación debían mostrar un pequeño cartel que indique que forman parte del programa. La técnica solo ayuda a facilitar el fracaso que vendrá con esta medida, porque justo en esos puntos es donde faltan los artículos.
Ya me sucedió que la carne molida regulada había desaparecido de su lugar de la nevera. Por supuesto, sí había disponibilidad de la carne más costosa. Y en Twitter han reportado que sucede lo mismo con otros productos.
Entiendo la noble voluntad del presidente, quien quiere que su población tenga acceso a la canasta básica (que sí que está costosa). Pero el presidente que dice querer un Panamá abierto, con una población bilingüe, y que sea punto de encuentro del mundo, no puede proponer este tipo de medidas restrictivas, que seguramente solo empeorarán la situación de la producción nacional de alimentos.
Además, la situación estratégica de Panamá frente al comercio mundial, y su usual abastecimiento de productos del mundo (comenzando por la banca), hace pensar que esto sería imposible de mantener más allá de los seis meses que inicialmente duraría el control.
Así como los panameños dieron una lección de democracia en las elecciones pasadas al decir “no” a la continuidad y a la corrupción, esperamos que tengan la madurez para entender que no es el libre mercado el culpable del precio de su canasta, sino otros factores —como el oligopolio local— que aún pervierten su economía en crecimiento.
El presidente se podrá valer en su discurso de las consecuencias inmediatas para retractarse de su decisión, y así tomar otras elecciones que permitan a los ciudadanos de Panamá gozar de una mejor y más saludable economía.