Otro año cerró en los mercados mundiales y el Índice Bursátil de Capitalizaciones (IBC) de Caracas mostró un robusto rendimiento con ganancias del 480%. Este retorno, expresado en porcentajes, parecería humillar los resultados de sus pares. La noticia llegó incluso a las páginas de blogs como Money Beat, del Wall Street Journal.
Ésta no es la primera vez que la Bolsa de Valores de Caracas se convierte en noticia alrededor del mundo debido a sus impresionantes retornos. Ya en 2012, Caracas encabezaba las listas con un impresionante alza del 303%, y en 2011 alcanzaba un alza del 79%.
Pero, ¿a qué se debe que el mundo no se vuelque sobre los mercados venezolanos?
A pesar de sus inmensas riquezas petroleras, los inversionistas fuera de Venezuela no parecen estar dispuestos a invertir su dinero en dicho país. Las Credit Default Swaps del país dan señas de que los mercados alrededor del mundo se encuentran esperando que Venezuela declare el default en su deuda pública.
El rígido control cambiario ha provocado que Venezuela esté llena de un sinfín de historias de compañías que no pueden sacar su dinero del país. A su vez, aquellas personas que se atreven a invertir en Venezuela y disfrutar de sus inmensurables regalías se ven expuestas a una inevitable devaluación o al riesgo que representa el siempre impredecible gobierno venezolano. No es injusto entonces considerar a Venezuela como un país de alto riesgo nada atractivo para las inversiones. Prácticamente ningún Fondo de Inversión alrededor del mundo parece aprovechar las oportunidades supuestamente presentes en la Bolsa de Valores de Caracas.
¿Qué hace, pues, que la bolsa de un país hiperinflacionario, con un gobierno anti-capitalista y una avasallante pérdida del valor real de su moneda alcance niveles astronómicos año tras año? ¿Por qué los inversionistas venezolanos sí parecieran estar confiando en su mercado? Estas preguntas podrían tener respuesta en los mismos problemas estructurales que hacen de la economía venezolana prácticamente un caso perdido.
Primero que nada, debemos considerar el valor del dólar frente al bolívar. A pesar de que la tasa oficial de cambio se encuentra fija a VEF 6,30 por cada dólar, en el mercado negro el paralelo se alza hasta diez veces más el precio del oficial. En Venezuela existe toda una industria informal donde aquellos con acceso a divisas internacionales decuplican su dinero.
Pero acceder a las divisas extranjeras en Venezuela es sumamente difícil. En una economía con una tasa de inflación (oficial) de 56% los venezolanos deben encontrar formas de no descapitalizarse. Algunos venezolanos han optado por invertir su dinero en bienes reales que se estén revalorizando de manera constante. Casas, automóviles, tierras, ganado, todos se han convertido, en los años de la revolución bolivariana, en formas de no perder el poder adquisitivo.
Sin embargo, el gobierno venezolano busca controlar los precios de muchos de estos rubros. Por ende, los venezolanos buscan invertir su dinero en otros medios para proteger su capital. Aquellos con acceso a la Bolsa de Valores se encuentran con un recurso cuyas particularidades les permite proteger su dinero.
¿Qué sucede entonces cuando una persona decide invertir en la Bolsa de Caracas? Ésta se encontrará con una bolsa con tan solo un puñado de símbolos inscritos en donde es imposible vender en corto, y repleta de bonos venezolanos denominados en bolívares. Bonos que las instituciones financieras del país están obligados por ley a poseer.
Si decide invertir su dinero en títulos de renta variable en Venezuela tiene pocas alternativas: en la Bolsa de Caracas actualmente hay sólo cuarenta y ocho títulos inscritos. La inmensa liquidez monetaria que existe en el país choca de frente con esta realidad. Por su parte, el IBC de Caracas agrupa a once de estos cuarenta y ocho títulos. Esto termina provocando retornos de la magnitud que se han presenciado hasta ahora.
La incapacidad de vender en corto en Caracas impide que se ajusten los precios de las acciones sobrevaluadas; la diferencia entre los precios de compra y venta es mayor, pues no existe la misma liquidez de las transacciones que habría si eso fuese posible. Y, por último, los inversionistas no están en la capacidad de castigar a empresas fraudulentas que, por el contrario, continúan inflándose en la Bolsa.
Mientras en Venezuela no se corrijan los desequilibrios macroeconómicos que el control de cambios ha provocado y no se den las condiciones necesarias para convertir a la Bolsa de Caracas y su índice bursátil en un referente real de la economía del país, seguiremos encontrándonos con retornos que de otra forma resultarían inverosímiles. Es justo entonces preguntarse si es del mayor interés de aquellos con el poder para corregir estos desbalances eliminarlos o si preferirán continuar aprovechándose de un sistema diseñado para privilegiar a unos pocos.