La mente revolucionaria se compone de una lógica que enaltece al crimen. Lenin decía que “el mejor revolucionario era un joven desprovisto de toda moral”, y uno de los terroristas que él más admiró, Sergei Netchaiev, decía que “la causa por la cual luchamos es la completa, universal destrucción. Tenemos que unirnos al mundo salvaje, criminal”. Netchaiev, autor del Catecismo Revolucionario (1869), afirmaba que “en lo más profundo de su ser, y no sólo con palabras sino también con hechos, (el revolucionario) rompió todos los lazos con el orden burgués y con el mundo civilizado en su conjunto, así como con las leyes, tradiciones, moral y costumbres que tienen lugar en esta sociedad. Es el enemigo implacable de esta sociedad, y si sigue viviendo en ella, es sólo para destruirla mejor.”
Destruir a la sociedad es revertir todo lo que en ella genera orden y seguridad. Es por ello que sus objetivos incluyen los sistemas políticos y el conjunto de instituciones que conforman el Estado, así como la Iglesia y la familia como las fuentes principales de los valores del hombre civilizado. Así convirtieron la violencia política en doctrina para contraponerse a la libertad de expresión y pensamiento, al diálogo, a las elecciones, a los partidos políticos y a la libre empresa como forma de financiamiento.
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En cuanto a su empeño por destruir a la sociedad, cientos de intelectuales, artistas y políticos han realizado esfuerzos por criminalizar las acciones de los cuerpos policiales y romantizar el bandidaje, constituyendo las bases de una narrativa y un discurso político que luego en la práctica materializan en nuevas instituciones.
Teniendo todo esto en cuenta, veamos que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) funcionan como un partido político, como una fuerza militar y como un ente criminal. Como partido porque tienen objetivos políticos en cuanto a la conquista del poder e instaurar la revolución. Como una fuerza militar porque tienen un ejercito irregular con el que ejercen soberanía en algunos territorios colombianos y venezolanos. Y como un ente criminal porque su principal fuente de financiamiento es el narcotráfico. Son tres formas de existir del mismo ente indivisible. Pero, ¿por qué detenernos en las FARC para abordar el asunto que nos interesa en este análisis? Porque es producto de la agenda revolucionaria de la antigua Unión Soviética que, a través del gobierno checoslovaco, impulsó el establecimiento de las actividades de narcotráfico en México y en Colombia liderado por la dictadura castrista en los 60. Una vez que los trabajos fueron realizados en esos dos países, los castristas con la ayuda de los checoslovacos, expandieron sus actividades a Panamá, Chile, Brasil y Argentina, y con la ayuda de Alemania Oriental, hacia Uruguay y Jamaica.
Joseph D. Douglass publicó en Red Cocaine (1999), que Fidel Castro le enfatizó al agente checoslovaco, Jan Sejna, que “las drogas nos ayudarán, en nuestra defensa, a obtener dinero y a liquidar el capitalismo”.
Los esfuerzos que durante décadas se han realizado para alterar las estructuras jurídico-policiales del Estado en la región han tenido el objetivo de dificultar las actividades represivas contra el crimen, dando ventaja a los bandidos en su lucha contra la sociedad. En este contexto, siendo el narcotráfico la principal fuente de financiamiento de los revolucionarios, la legalización de las drogas significa para estos agentes del crimen una conquista histórica del mismo nivel que un derecho humano.
Luego de observar todo esto, ¿no sería lógico que la principal institución que evitaría el cumplimiento del sueño revolucionario sea cada vez más débil? Esta institución es la única que puede neutralizar al narcotráfico de forma exitosa por la fuerza y con el apoyo mayoritario de la población. La fuerza armada.
Mientras existan jóvenes alistándose a la institución, con valores y con alto nivel de amor por la patria, el éxito de los revolucionarios no será conseguido. Es un ejemplo de lucha como la Fuerza Armada de Colombia fue exitosa neutralizando las guerrillas en el período que gobernó el presidente Álvaro Uribe. También hay que destacar el papel de la Fuerza Armada en el siglo XX combatiendo las guerrillas comunistas, como en Venezuela, en los gobiernos democráticos.
La fuerza armada tiene un papel fundamental en la vida de un Estado y es la de proteger a la población, al territorio y sus instituciones de los enemigos externos e internos. Y es precisamente por eso que es uno de los principales objetivos institucionales de infiltración y sabotaje para los revolucionarios. Es más fácil corromper al grupo de alto comando, que a la tropa en general. Es más fácil para ellos conseguir la obediencia de las élites que de las bases. Pero la perversidad de estos sujetos no termina aquí.
No basta con tener controlado un grupo de militares, también es necesario para ellos destruir la credibilidad de la institución ante los ojos de los ciudadanos. Ese odio que tienen al militar que los persigue y neutraliza en el combate al crimen, necesitan esparcirlo en la sociedad que protegen para mantener la moral baja, para que los ciudadanos se avergüencen de vestir el uniforme y menos ciudadanos juren defender a su patria con las armas de la nación. Esa es la revolución, su victoria perfecta.
No hay que subestimar a los revolucionarios y sus objetivos. Ellos buscan sacar de la oscuridad a los más terribles criminales y asesinos para convertirlos en la nueva clase dominante y para esto, eliminarán todo aquello que represente un obstáculo en su camino. Reflexionemos ¿A quién le conviene que el pueblo se pelee con su fuerza armada?