La izquierda uruguaya, es decir, el gobierno uruguayo, se está mostrando – otra vez – como lo que siempre ha sido: un conglomerado de ideologías – MPP (exterroristas tupamaros), comunistas, socialistas y tantos otros más – que no tiene un tronco común que no sea aquél que derribar al que a ellos se le antoja es el enemigo de la justicia en el mundo: la derecha.
- Lea más: Uruguay cancela cumbre de Mercosur pero transferirá presidencia a Venezuela
- Lea más: Uruguay, el reino de las fallidas buenas intenciones
- Lea más: Uruguay: la soberbia de la Ministra de Educación contra los maestros
“La derecha”, como bien sabemos los uruguayos, no es en efecto un grupo conservador, religioso y autoritario, como otras derechas en el mundo. En Uruguay, “la derecha” es todo aquello que no represente a la izquierda. En esa visión maniquea del mundo hay héroes y villanos, mártires de izquierda y los ignorantes de siempre, los de “la derecha”. Porque también hay, por supuesto, una batalla intelectual en el medio: quien no sea de izquierda, no es capaz de razonar, “no entiende la realidad”. Hay un ninguneo continuo ante todo aquel que piense diferente. Muchísimas veces lo hizo el expresidente Mujica y lo hace ahora Vázquez, enviando al psiquiatra a líderes de la oposición que lo contradicen en el respeto.
Pero la izquierda arrogante, autoproclamada culta, justa y tolerante, no está unida. Se unen, o afirman unirse, el año anterior a las elecciones (con el objetivo de vencer a “la derecha”) pero luego es fácil ver a sus representantes como lo que son: seres ávidos de poder a los que poco les importa “el pueblo”, acumuladores autoritarios de verdades irrefutables, cínicos capaces de arrancarse los ojos entre ellos por cinco años más en el sillón de la oficina principal de algún ente o directorio.
Esta vez, los líderes del Frente Amplio tienen un nuevo desacuerdo, y sobre muy delicado tema. Los donantes de universidades privadas no gozarán, como hasta el momento, de beneficios fiscales. Las empresas que decidan, en oposición, donar a la Universidad de la República, sí tendrán los beneficios de otrora. Otra vez, otro golpe a la libertad. Así va el gobierno socialista en Uruguay, empequeñeciendo todo, con el resentimiento socio-económico que lo caracteriza; con, incluso podría decirse, odio.
La diputada Macarena Gelman (quien impulsara el proyecto) admitió que no hay fines recaudatorios en la medida. Que la medida intenta, afirma, simplemente favorecer a la Universidad de la República (que es, como bien puede inferir el lector, pública).
En otras palabras, según el razonamiento de Gelman, la única medida para mejorar la educación pública es castigando a la privada. No se le ocurrió, no se le pudo ocurrir (quizás esté demasiado enojada con el mundo como para tener ideas) revisar currículos, instruir a los docentes tal y como merecen ser instruidos o facilitar el acceso a materiales. No, claro que no.
Ella, fiel representante de la izquierda, cree que protegerá al pobre quitándole al rico. No ve (reitero, por simple antojo ideológico) que el principal destino de las donaciones a universidades privadas es, justamente, otorgar becas a quienes no podrían, de otra forma, ir a la universidad. Vemos claramente cómo a la izquierda siguen sin importarle en realidad los pobres: ¡no los quiere educar! El capricho socialista no pasó, no pasa ni pasará jamás de discursos que suenan bonito cuando la sociedad está desesperanzada y rencorosa.
Pero si hay universidad pública, se preguntarán algunos, ¿por qué los pobres no asisten a ésta en vez de a las privadas? La respuesta es fácil: la Universidad de la República (UdelaR) es pública, sí, pero no gratuita – nada lo es. Quien no trabaje o tenga una familia que le pueda facilitar ciertos ingresos, no puede asistir a UdelaR. Los materiales y el transporte tienen un costo, y no es bajo. Por otro lado, UdelaR es un ente vergonzosamente centralizado; quienes no puedan pagar alquileres en los pocos centros que hay (en su mayoría, concentrados en Montevideo), quedan por fuera del sistema educativo terciario. Los números oficiales afirman que solamente dos de cada 100 pobres llegan a la universidad “gratuita”. Los horarios de las materias en la mayoría de las carreras son absurdos, un alumno promedio debe elegir a cuáles clases asistir y a cuáles no – es probable que incluso dos materias, del mismo año, de la misma carrera, se superpongan. Ante tantos obstáculos, el estudiante, evidentemente, se desmotiva.
Pero nada de esto preocupa a Gelman, quien debe creer, en sus entrañas, que poniendo obstáculos a las universidades privadas, UdelaR será el Harvard del Conosur – Harvard público, claro está.
No todo el Frente Amplio está de acuerdo: el Ministro de Economía Danilo Astori expresó su oposición a la medida. Y cuando un ministro al que le falta gravar el oxígeno que se respira en Uruguay afirma que un proyecto de ley de su propio partido es malo, es porque no es malo, sino terrible, catastrófico.
El vicepresidente Raúl Sendic, por su parte, expresó que la decisión le parece “relativamente razonable”. No debemos olvidar que estamos hablando de un hombre que asegura poseer un título universitario que no tiene (no ve, quizás, la imperiosa necesidad de tener una propuesta educativa variada y sólida) y que fundió a un monopolio estatal.
En medio de este sinsentido, diputados del Frente Amplio aseguraron que el ya mencionado ministro de Economía estaba al tanto del proyecto de ley y que fue presentada con antelación al Ministerio de Economía y Finanzas. Para los lectores no uruguayos, hablamos aquí de personas del mismo partido político, que ocupan altos cargos en directorios y en el parlamento. ¿Cómo podrían, entonces, discutir con la oposición en pos de un país más próspero? No lo hacen, los mandan al psiquiatra acusándolos de ser “pompas de jabón”.
En cuanto a Macarena Gelman, el cerebro detrás de esta barbaridad, este golpe a la libertad, a la educación, al derecho del individuo y de las empresas, se entiende. Sus padres biológicos fueron asesinados durante la dictadura, el período más negro de la historia uruguaya y latinoamericana, y desde entonces, por motivos no del todo claros, arremete contra todo lo que no sea un postulado de la ideología en la que sus padres creían y que, muy tristemente, pagaron con su vida.
Lo que ignora es que los hijos y nietos de asesinados y torturados por el gobierno de facto son, lamentablemente, muchos, y casi ninguno se empeña en destruir lo mejor que alguna vez tuvo Uruguay: su educación.
El Frente Amplio está, como fuerza política, haciendo añicos al país que alguna vez fue llamado “la Suiza de América”. Todo parece ser que seremos pronto “la Venezuela del Conosur”.