La dictadura castrista de Cuba deportó a los expresidentes Andrés Pastrana y Jorge Quiroga. Ambos viajaban a La Habana para recibir el premio Oswaldo Payá que entrega la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia.
Pastrana y Quiroga son condecorados por su compromiso con la democracia en la región y, particularmente, por su atadura a la contienda por la libertad en Venezuela. Los dos expresidentes impulsaron la creación del grupo IDEA [Iniciativa Democrática de España y las Américas], cuyo objetivo es precisamente tratar de impedir que Venezuela siga el camino de la isla; y cuyos esfuerzos serán reconocidos este jueves 8 de marzo en La Habana.
El régimen, ahora en manos de Raúl Castro, vuelve a demostrar su talante totalitario. El miedo intrínseco a la libertad y a las voces disidentes. Una exhibición que permite recordar quiénes son realmente los que continúan impunemente en la región a pesar de sus continuas bajezas.
Durante la administración de Barack Obama se pretendió un acercamiento a Cuba luego de más de cincuenta años de firmeza —casi sólida— ante la tiranía. La idea era concretar el restablecimiento de las relaciones económicas; sin embargo, esto no comprometería a Raúl Castro a ir ventilando muestras de retorno a las libertades fundamentales.
Obama viajó a Cuba en marzo de 2016. Se convirtió en el primer mandatario estadounidense en pisar la isla en casi un siglo. Ese día hubo represión. Varios disidentes fueron detenidos mientras La Bestia recorría las calles de La Habana.
Durante los momentos del restablecimiento de las relaciones —y entretanto Raúl Castro empezaba a disfrutar los primeros pasos de la apertura económica—, se acentuaron las restricciones de las libertades en Cuba. El mensaje era claro: la democracia no regresaría a la isla mientras estuviese rigiendo el castrismo.
La triste administración demócrata llegó a su fin en 2016 y, con la asunción de Donald Trump, empezó un viraje de la política exterior de Estados Unidos con respecto a Cuba. La novel gestión dejó por sentado que no permitiría la oxigenación económica a la tiranía mientras continuase el autoritarismo reinante.
Ahora, este siete de marzo, el régimen totalitario de Raúl Castro se atrevió a deportar a los reconocidos expresidentes Jorge Quiroga y Andrés Pastrana. Arbitrariedad que debería convertirse en escándalo inaceptable en la región.
La Revolución Cubana se erigió y consolidó sobre la complicidad del mundo. Un desvarío espiritual constante que nació cuando Fidel Castro se alzó contra la dictadura de Batista y la influencia de Estados Unidos. Se trata de un delirio que se mantuvo impoluto por décadas y aún no mengua.
Hoy Castro es invitado como cualquier otro mandatario a los eventos de la región. Convidado de honor, como siempre lo fue Fidel, quien escondía sus manos ensangrentadas en los bolsillos. Por ahora va a la Cumbre de las Américas. Capaz a la asunción de Piñera o a cualquier otro encuentro de demócratas a los que afortunadamente yo no puede entrar el dictador Maduro.
Pero Castro es tan terrible como Maduro. O quizá peor. Tiene sometida a toda una sociedad a la miseria y al horror. El repudio que hoy se ha alzado en el mundo contra la tiranía chavista, debería ser idéntico al que merece Castro y sus lisonjeros.
Faltan semanas para un proceso que no será sino una farsa electoral en Cuba. No hay indicios de una apertura democrática. El régimen de Raúl Castro continúa tan totalitario como lo fue el de Fidel. Tiranía que fusiló a miles de disidentes y que traficó la sangre de los cubanos por el mundo.
El mundo democrático se ha unido para condenar y presionar al régimen de Nicolás Maduro. Sin embargo, si realmente la civilización occidental aspira a auxiliar a los venezolanos; es fundamental que se repudie con igual convicción al régimen castrista de Cuba.