
¿Se puede ser funcionario de la administración de Alberto Fernández y permanecer en el gobierno durante la gestión de Javier Milei? La respuesta divide aguas. Del lado del kirchnerismo se asegura que no. Pero en el bando libertario hay opiniones cruzadas. Están los que consideran que hay que hacer borrón y cuenta nueva y los que, con más pragmatismo en sangre, no se horrorizan (siempre y cuando muestre sintonía con el nuevo plan de gobierno, claro).
El que abrió el debate fue el peronista Daniel Scioli, que cumplirá funciones como embajador en Brasil hasta el 10 de diciembre. ¿O se quedará? Lo cierto es que, por estas horas, se menciona que podría seguir representando a la Argentina en el país vecino, o que incluso podría desempeñarse en una secretaría que conoce bien: la del área de Turismo.
El personaje en cuestión es un viejo conocido en el país, que no se hizo de su notoriedad en la política. Fue un exitoso motonauta, que vio interrumpida su carrera deportiva luego de perder un brazo en un accidente que pudo haberle costado la vida. El que lo recluta para el mundo peronista fue el expresidente Carlos Menem, que llevó a su gobierno y a sus listas a personajes famosos, que venían de otros lugares que nada tenían que ver con la discusión política.
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El Scioli menemista tenía poco que ver con la retórica del kirchnerismo, que lo tuvo en importantes lugares durante los gobiernos de Néstor y Cristina. A principio de los noventa, en una entrevista con una revista de moda de la época, dijo que los muertos de los setenta habían dejado su vida por “ideales absurdos”. Además de ser el pensamiento general de la gente que no estaba involucrada en política entonces, Scioli tenía buenos motivos para sentirse distante de las organizaciones guerrilleras. Su hermano había sido secuestrado y él mismo, en plena adolescencia, fue parte de la negociación para liberarlo.
Durante el gobierno de Menem fue diputado y siempre defendió a rajatabla el plan de reformas de la década.
En el interinato que tuvo lugar entre diciembre de 2001 y 2003 se desempeñó como secretario de Deportes en el área de Turismo. Luego acompañó a un Néstor Kirchner sin demasiada estructura como candidato a vicepresidente. Paradójicamente, en esa nueva década, tuvo los cargos más importantes, pero el kirchnerismo lo mantuvo siempre relegado, para evitar que creciera políticamente. En los años del cristinismo fue el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Aspiró a la Presidencia en 2015 como candidato del peronismo, pero cayó en las urnas ante Mauricio Macri.
La actualidad, ante la inminente salida de Alberto Fernández de la Casa Rosada, lo encuentra como embajador en Brasil. Scioli fue uno de los pocos funcionarios de la actual gestión que ya trabajó activamente con alguien de la camada de dirigentes de Javier Milei. La próxima canciller, Diana Mondino, ya tuvo una visita a Brasil, donde el representante argentino simplemente hizo su trabajo diplomático correctamente.
¡Bienvenida @DianaMondino a Brasil! 🇦🇷🇧🇷
Ahora, en Itamaraty junto con el Canciller de Brasil, Mauro Vieira y el Embajador de Brasil en nuestro país, Julio Bitelli. pic.twitter.com/pJOUZjCAsR
— Daniel Scioli 🇦🇷 (@danielscioli) November 26, 2023
En medio de la ola de rumores sobre el nuevo gabinete, el nombre de Scioli se coló en el debate. Las versiones indican que podría seguir en el gobierno argentino, desempeñándose como secretario de Turismo o quedándose en la embajada de Brasil. ¿Es una locura? Lo cierto es que no, al menos si uno lo piensa con algo de frialdad. El embajador tiene una buena relación con Luiz Inácio Lula da Silva, pero también con Jair Bolsonaro. En el pasado, el deportista devenido en diplomático tuvo un complicado trabajo como embajador, cuando el expresidente de Brasil hostigaba (con lógicos argumentos) a su colega argentino. Desde entonces cosechó una buena relación con Bolsonaro, que se mantiene hasta la actualidad.
Hoy, en los últimos días del albertismo, el embajador vuelve a la labor de curar las heridas de las balas retóricas. Junto a Mondino, busca la tregua entre Lula y Milei. Claro que esto no es nada fácil. El mandatario brasileño colaboró activamente con recursos en la campaña sucia de Sergio Massa y el presidente electo de Argentina lo trató de “comunista” y “delincuente”. La realidad ahora es otra y la agenda de ambos países no da mucho espacio a las rencillas del pasado.
El que no quiere saber nada de la idea es Alberto Fernández. En una entrevista del día de ayer, el presidente saliente dijo que le parece “imposible” y que ningún funcionario que se haya desempeñado en su gobierno podría hacerlo en una gestión libertaria. “No me vengan con que es por Argentina”, dijo Fernández, para dejar su punto en claro.
Mientras tanto, Scioli no ha dicho abiertamente que desea continuar, pero lo sugirió. Aseguró que está dispuesto a “sumar” si el próximo mandatario lo precisa.
Por lo pronto, Javier Milei ha demostrado pragmatismo (interno y externo) a la hora de consolidar el poder político de presidencia. Mientras sea en pos de llevar a cabo el plan de gobierno que prometió en campaña, toda la apertura que pueda conseguir no sólo es aceptable, sino que es necesaria.