Definitivamente, Martín Lousteau no es una persona que pueda hablar de “moral”. Claro que no voy a poner a indagar su archivo político y personal, ya que esas cuestiones corresponden a personas de sus características y no las mías. Sin embargo, es necesario comentar la actitud del exministro de Economía de Cristina Kirchner. El que ahora es uno de los precandidatos a jefe de Gobierno de Juntos por el Cambio se sumó al pedido de cancelación de Franco Rinaldi, primer candidato a legislador porteño de la lista de su rival en el frente, Franco Macri. Dado que es un postulante que puede tener un electorado en particular, a diferencia de su lista donde no hay nadie que diga nada interesante, Lousteau pretende bajarle el precandidato a su lista rival, como se dice, en “el escritorio”, buscando que se le pida la renuncia.
Rinaldi llegó a encabezar la boleta del PRO por la negociación de Ricardo López Murphy, que declinó su intención de ser intendente y pasó a apoyar la lista de Patricia Bullrich, en la contienda nacional con Horacio Rodríguez Larreta. Pero ahora, luego del cierre de listas y a un mes de las primarias, el progresismo en general (con los radicales que pretenden beneficiarse por la eliminación del candidato) se busca la salida del experto en aeronavegación comercial, exclusivamente por razones políticas.
El motivo detrás del pedido de cancelación es un pequeño compilado producido luego de las cientos de horas que quedaron registradas de sus transmisiones en las redes sociales. Charlas informales con sus seguidores a altas horas de la noche, donde un Rinaldi completamente descontracturado, opinaba de todo un poco. De allí se extrajeron unos segundos con unos comentarios “políticamente incorrectos” para endilgarle al personaje en cuestión los motes de machista, racista y homofóbico. Nada que tenga que ver con la personalidad del precandidato. Claro que eso no importa. Y a los que menos le importa todo esto son a los impulsores de esta cancelación, como la de muchas otras en el pasado.
- Lea también: La trampa y la ilusión de construir liberalismo en Juntos por el Cambio
- Lea también: La primaria más insólita de Argentina: la ultraizquierda contra la ultraderecha
Así funciona este sistema. Detrás de un núcleo duro con intereses particulares se impulsan los pedidos de cancelación, que son tomados como bandera por muchos incautos que terminan siendo los idiotas útiles de grupos poderosos, que no tienen más que una agenda política que no beneficia nada más que sus propios intereses.
Claro que los dueños de la maquinaria cancelatoria eligen arbitriariamente a quien se le aplica y a quién no. Aunque dentro de la izquierda siempre están los comportamientos más discriminatorios, con un antisemitismo siempre presente, existen grupos indultados vitalicios, que nunca sufrirán el escarmiento cancelatorio.
Si se llevan puesto a Franco Rinaldi, y el precandidato termina declinando de su candidatura, se habrá dado otro peligroso paso hacia la intolerancia y el pensamiento único. Después de todo, los electores porteños tendrán en las PASO la posibilidad de elegir su boleta o no. Esa sería la verdadera cancelación democrática, libre y espontánea. No una operación coordinada y dirigida por los que lo quieren sacar del medio.
Probablemente que Franco Rinaldi se encuentre en este momento sin mucho apoyo interno, pero ojalá que no renuncie a su postulación. Sin embargo, el precandidato sabe que para llegar a la legislatura porteña eligió un espacio “políticamente correcto”, repleto de traidores, timoratos y cómplices de toda esta locura de la cultura de la cancelación. En cierta manera, también es el precio que está pagando por el lugar donde eligió hacer política.