Definitivamente, nada de lo que hay hoy en el mapa político argentino puede dar una mínima solución o respuesta a los problemas pospandemia que enfrentará el país. Resulta indignante que la oposición legislativa a la coalición peronista-kirchnerista sea Juntos para el Cambio y el comunismo puro y duro de la izquierda. Por estas horas, en sus intendencias y gobernaciones el macrismo residual se muestra hasta más autoritario que el oficialismo y en el Congreso no hace otra cosa que avalar la única política pública que ofrecen los Fernández: impuestos y más impuestos. Los diputados de izquierda directamente están pidiendo la nacionalización de la banca, como para poder diferenciarse en algo.
El Parlamento argentino se convirtió en una inmundicia fascista, donde uno ya no puede distinguir entre oficialismo y oposición. Todo parece un único espacio político estatista duro monocolor con leves matices.
En este sentido, la oposición de personas —pero no de ideas— volverá a intentar convencer el año que viene a la opinión pública en general de que no es momento para votar por “alternativas testimoniales”. El neomacrismo, o lo que quede de eso, dirá, de la misma forma que lo dijo el kirchnerismo, que aprendió de sus errores, para pedir una nueva oportunidad. Seguramente no serán pocos los que crean y compren. Dichosos los que creen sin haber visto, dicen. Será que todo lo que vengo viendo de la política argentina me ha quitado la dicha, no sé.
Hay que tener en claro que 2021 tiene elecciones legislativas, no presidenciales, por lo que cada voto cuenta y puede hacer la diferencia. En los últimos años, en Argentina el liberalismo ha ganado espacios en la batalla cultural de una manera increíble. De ser una corriente ninguneada y postergada, las ideas de la libertad pasaron al frente y en el análisis económico actual se convirtieron en la voz mayoritaria. Referentes como Javier Milei, Roberto Cachanosky o Manuel Adorni han hecho aportes sustanciales en este sentido. Las ideas de Alberdi volvieron a discutirse en el país y ahora falta el próximo paso: el desembarco en el Congreso y las legislaturas de todo el país. Si logramos remontar y pasar al frente en el debate público, en la arena política todavía seguimos perdiendo por paliza.
Lamentablemente, todavía no existe el vehículo único que esté creciendo en todo el país para alcanzar al menos ese 10 % en todas las provincias, que sin dudas revolucionaría a la política Argentina. Dos o tres referentes liberales propios en cada legislatura local y un pequeño bloque parlamentario, sin dudas sería el primer paso para cambiar la historia.
Hace tiempo no teníamos lo fundamental: el eco en la opinión pública. Hoy ya contamos con la materia prima. La labor que se realizó en los medios de comunicación acercó a muchísima gente a las ideas liberales, sobre todo en la juventud. Todo esto era algo absolutamente impensado hace unos años. Pero si ya conseguimos lo más difícil, ahora es inadmisible que el proyecto no se pueda materializar por impericia propia.
Los liberales nos pasamos una década responsabilizando al kirchnerismo desaprovechar y malgastar el mejor contexto internacional de la historia moderna. Acá no hablamos del precio internacional de la soja, pero sí de un electorado dispuesto a escuchar nuestras ideas por primera vez en mucho tiempo.
José Luis Espert logró posicionarse como un claro referente liberal y en los últimos debates presidenciales discutió de igual a igual con Mauricio Macri y Alberto Fernández. Hasta los que no votaron por él reconocieron que fue el candidato más sólido. Muchos argentinos se negaron a elegirlo en las urnas porque no tenía chances de llegar a la Casa Rosada. Hoy no hay excusas para no llevarlo al Congreso, donde se le necesita.
Ricardo López Murphy, que hace 17 años estuvo muy cerca de acceder a la Presidencia, hoy tiene que volver a probarse el traje de candidato. Si bien nunca se alejó de la vida pública y del debate de ideas, ha llegado el momento de volver a dar la lucha “agonal”, como a él le gusta decir. El bulldog es el referente liberal argentino de mayor experiencia política y es el indiscutido para lo que viene.
La foto que compartió el famoso periodista y excandidato a vicepresidente Luis Rosales sobre lo que podría llegar a venir emocionó a más de uno.
El camino para unir a todas las fuerzas liberales, conservadoras, republicanas y centristas es mucho más sencillo si dialogamos y nos ponemos de acuerdo. Con menos egos y trasparencia en la elección de candidatos .Vamos por el buen camino y en 2021 vamos a dar una gran sorpresa. https://t.co/2gDnRMxJF6
— Luis Rosales (@luisrosalesARG) April 25, 2020
Pero las candidaturas necesitan estructuras y quien viene advirtiendo la necesidad de una organización política sustentable es Agustín Etchebarne. Desde la época de Recrear, el actual director de Libertad y Progreso ha insistido en la necesidad de un partido que funcione mediante instituciones y reglas claras. La cooptación del partido por parte del macrismo y su desaparición parece que no fue suficiente para que este tema se torne prioritario. La carta orgánica y estructura liberal, democrática y republicana tiene que ser el vehículo para que ese partido liberal, democrático y republicano funcione y exista.
Llegó el momento, liberales argentinos, a las cosas.