
Dicen que en política no existen sorpresas, sino sorprendidos. Pero lo cierto es que en Latinoamérica en los últimos años se han acostumbrado a lo que podemos denominar como triunfos electorales inesperados. Sorprendentes, porque meses antes casi nadie los daba por seguros en encuestas y medios de comunicación, aunque si nos fijábamos en el clima social, eso sí nos avanzaba que habría cambios. El último caso, el de Javier Milei en Argentina. Pero este año, 2024, un año con bastantes elecciones importantes, parece que todas las cartas vienen ya marcadas y que los resultados electorales son bastante previsibles. Y esto puede marcar un cambio de tendencia en todo el continente: los oficialismos ya no verán irrefrenables castigos electorales.
¿Renovarán sus presidentes El Salvador y Venezuela? Ni los más optimistas opositores salvadoreños creen tener posibilidad de competir y Nayib Bukele continuará su coronación como líder supremo y referente continental en la lucha contra la inseguridad.
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En Venezuela, durante unos meses Estados Unidos se creyó que podría lograr unas elecciones libres y en igualdad de condiciones, pero las últimas noticias sobre la situación de la inhabilitación de la opositora María Corina Machado no son muy optimistas. Y sin ella como candidata, la oposición no tendría nada que hacer.
Panamá votará en mayo, y será una excepción en el castigo a quien gobierna: aquí sí habrá cambio. El expresidente Ricardo Martinelli parte como favorito, si la Corte Suprema se lo permite. Parece que la condena por blanqueo de capitales no ha dañado sus aspiraciones electorales, sino más bien el contrario. En Panamá, como en tantos otros lugares, la corrupción no parece un problema para los votantes. El hartazgo por la gestión de gobierno de Laurentino Cortizo y el PRD hace que la gente prefiera el regreso de lo malo conocido.
En mayo también se votará en República Dominicana y, salvo un giro de los acontecimientos, reeditará su gobierno el oficialista Luis Abinader. Todo apunta a una victoria incluso en primera vuelta, en torno a 25 puntos de ventaja. Y el cambio de partidos que vivió el país desde 2020 se verá consolidado. El partido de Abinader, el PLD, será el nuevo partido hegemónico.
México celebrará en junio las elecciones que supondrán el relevo para Andrés Manuel López Obrador. Salvo extraña hecatombe, su sucesora designada, Claudia Sheinbaum, continuará con su paseo triunfal hacia la presidencia y se convertirá en la primera mujer mexicana que lo logre. Los buenos datos de popularidad de AMLO, sustentados en un crecimiento económico sostenido, unidos a la incomparecencia de la oposición mexicana, hacen que se vislumbre muy lejano un cambio de rumbo en la Presidencia de la República. Donde sí puede haber un pequeño giro de tendencia y romperse la hegemonía de MORENA, el partido presidencial, es en alguno de los nueve estados que también eligen gobernador este año. El partido de López Obrador comenzará este año el difícil camino de seguir existiendo sin su fundador y casi único referente. Parece que la oposición así lo sabe, y ven las elecciones de este año como un período de transición hacia lo que está por venir.
En Uruguay también parece que se puede romper la tendencia de continuismo del año, continuando con la afición por el turnismo que tienen en el segundo país más pequeño del continente. A pesar de los buenos datos del presidente Luis Lacalle Pou, sustentado en una amplia coalición, las encuestas por el momento marcan que el izquierdista Frente Amplio podría volver al poder. El 61 % de los uruguayos, independientemente de lo que piensan votar, creen que el FA volverá al poder. Veremos. Quedan muchos meses y en política eso es todo un mundo.
Brasil votará este año elecciones municipales, en lo que será un nuevo duelo entre Luis Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro. Continúa la división en el país carioca y veremos un nuevo pulso que servirá de preparación para la batalla final, que serán las presidenciales de 2026.
Cambiando de continente, en España se votará en las comunidades autónomas de Galicia y País Vasco. En ambos casos se esperan pocas sorpresas. Saber hasta dónde logrará revalidar su mayoría electoral el sucesor de Alberto Núñez Feijóo en el Partido Popular gallego, y determinar con qué pactos podrá seguir gobernando el PNV vasco, son las únicas incógnitas. Pero ambas victorias están claras, los partidos en el poder van a seguir gobernando, se da por seguro.
Y para acabar el año, Estados Unidos. Sólo si el sentido común de los demócratas imperase y cambian de candidato tendrían alguna posibilidad de evitar lo que parece inevitable: el regreso de Donald Trump. Un “monstruo” al que todos los escándalos sólo le hacen crecer.
En general, este panorama nos deja la sensación de que la comunicación política en Latinoamérica ha empezado estos últimos años a comunicar mejor la gestión de gobierno (casos como el de Bukele son claros) y que la profesionalización y el crecimiento de la industria se notan cada vez más. El voto de castigo ya no es el único recurso para una ciudadanía cada vez más y mejor informada, que sabe muy bien lo que vota. Ya no sólo hace falta buen marketing, hace falta discurso, hace falta gestión, campaña continua e investigación profesional. Los escenarios electorales son cada vez más competidos y disputados, con equipos muy profesionales, modernos y especializados en todos los bandos.