EnglishLa semana pasada, en Colombia fue publicada una encuesta sobre las presidenciales. Según ésta, la segunda vuelta en las elecciones de 2014 se definirá entre el actual presidente, Juan Manuel Santos, y la representante del partido político de izquierda radical, Clara López.

A pesar de la irresponsable alegría que este resultado genera en algunos sectores académicos e intelectuales, esto no quiere decir que, en efecto, los marxistas vayan a llegar a segunda vuelta. Mucho menos que vayan a ganar las elecciones.
No obstante, lo que sí muestra es que la visión estatista está incrementando su apoyo en Colombia. ¿A qué se debe esto?
Pueden existir muchas razones: la coyuntura de protesta social, la indiferencia de las élites tradicionales a los problemas de algunos sectores, entre otras. Me parece, sin embargo, que parafraseando a Frédéric Bastiat, esto es lo que se ve.
Lo que no se ve son dos razones más poderosas. Primero, que en América Latina, y Colombia no es la excepción, a la izquierda se le otorgan atributos que no le corresponden. Segundo, que sus fracasos se le atañen a personas específicas y no a la ideología.
Sobre lo primero, incluso los críticos, hemos permitido que el marxismo sea visto como una ideología moral, en la que la principal preocupación son los pobres, los excluidos y los menos fuertes.
No se ha hecho el suficiente énfasis en dos hechos.
Por un lado, que las demás formas de pensar también se preocupan por lo mismo: ¿Existe alguna ideología que proponga la extensión de la pobreza? Tal vez no.
Pero sí existen algunas minorías, como los homosexuales, que son rechazadas por algunas visiones pero apoyadas por la izquierda. Aunque los marxistas de hoy muestren apoyo a esas minorías, esto no se puede entender sino a partir de su oportunismo electoral, puesto que los homosexuales han sido perseguidos en todas las sociedades comunistas de la historia.
Por el otro, no se ha enfatizado en que la supuesta preocupación del marxismo por los sectores marginados se hace eliminando la individualidad de sus miembros, su dignidad, su capacidad de elegir y convirtiéndolos en dependientes del Estado. En últimas, la visión marxista convierte a seres humanos en objetos de lástima y de discusiones políticamente correctas que solo sirven para hacer sentir bien, muy humanos, muy justos, a los miembros de las élites de siempre.
La segunda razón es la que más daño ha hecho. Desde la Unión Soviética, se convirtió en costumbre que los marxistas expliquen los fracasos y los excesos de sus modelos como resultado de las desviaciones de sus líderes.
Estas explicaciones han sido aceptadas tácitamente por todos. Hoy, por ejemplo, se critica el autoritarismo de Hugo Chávez, la ignorancia de Nicolás Maduro o de Evo Morales, la corrupción de los hermanos Castro o la obsesión por la moda de Cristina Fernández (¿algo menos frívolo se puede decir de ella?).
Pero el problema no son ellos, ni su forma de ser. El problema son sus ideas. Algo cierto es que tales ideas requieren de líderes autoritarios, ignorantes, corruptos, arrogantes…y, sí, frívolos.
¿Cómo se puede estar de acuerdo con que unos pocos deben imponer sus posiciones a los demás, si no se es autoritario? ¿Cómo se puede pensar que es el que sabe lo que se debe hacer para generar riqueza, si no se es arrogante? ¿Cómo se pueden repetir los mismos errores del pasado, si no se es ignorante? ¿Cómo se puede seguir el modelo adoptado por personajes siniestros como Lenin, Stalin o Mao Zedong, si no se es frívolo?
Sin embargo, como venía diciendo, el enfoque no debe estar en criticar a las personas, sino las ideas que buscan implementar. Algo similar ha fallado cuando han existido gobiernos de izquierda que han tenido éxito. Un ejemplo que se suele citar es el de Luis Ignacio Lula Da Silva en Brasil. Pues bien, no se ha hecho el ejercicio suficiente para mostrar que este personaje gobernó, por lo menos en el ámbito doméstico, alejado del marxismo más radical.
En este sentido, es necesario que los electores entiendan que la única forma como los representantes marxistas pueden tener éxito es cuando gobiernan como si no lo fueran. Es decir, cuando su principal es otra característica necesaria del marxismo: la traición.
Este tipo de demostración es lo que ha faltado en América Latina y el caso de Colombia así lo demuestra. ¿Cómo se puede explicar que, a pesar del caos y del retroceso, en la capital, Bogotá, se sigan eligiendo candidatos de la izquierda marxista?
Es posible que las preferencias nacionales cambien en los próximos meses. Sin embargo, los resultados que refleja la encuesta mencionada son una campana de alerta sobre la ingente tarea que se debe hacer en Colombia para que, a diferencia de sus vecinos andinos, no llegue al poder la ideología del subdesarrollo.