Los niños escoceses, a partir de los cuatro años, podrán cambiar sus nombres y géneros en la escuela sin el consentimiento de sus padres u oposición de los maestros. Así lo establece la Ley de Reconocimiento de Género, denominada Ley Trans, del gobierno independentista escocés que lidera la primera ministra, Nicola Sturgeon.
Con la ley trans que está en discusión en el parlamento, Edimburgo cae en la ola progresista que acecha a Europa que impone además el respaldo a la voluntad de los pequeños en los centros educativos, los cuales deben instarlos a concretar su identidad preguntándoles cómo desean ser llamados.
Es la misma iniciativa que impulsa con fervor la ministra de igualdad del gobierno español, Irene Montero, que autorizará hasta tres cambios de sexo en dos años. En el caso de Escocia, los estudiantes transgénero tendrán hasta permiso para usar el baño que prefieran. El discurso para implantar esta legislación es que se se persigue convertirse en el primer país del mundo “con una educación LGBTI incluyente”, como parte del plan de estudios.
Una ley con peligros
El plan de Escocia es ignorar a los padres de los niños que en edad temprana manifiesten curiosidad sobre la posibilidad de cambiar de sexo o género. De hecho, John Swinney, el viceprimer ministro escocés reconoce que el proyecto en manos del legislativo ordena que “es mejor no compartir la información con los padres o cuidadores, sin considerar o respetar las opiniones y derechos del joven”.
Con la disposición, desde el gobierno se espera simplificar el procedimiento del cambio de género. Para ello, se alude que la transición que se quiere hacer se aborda “desde una perspectiva de derechos humanos”, tal como exponen los defensores de legislaciones de esta naturaleza en el caso de Argentina, por ejemplo, con su Ley de Identidad de Género, que en mayo cumplió 10 años.
Sin embargo, Naciones Unidas ahora rebate este argumento. Lo hace a través de una extensa carta de nueve páginas dirigida al Reino Unido. En esta oportunidad, la relatora especial sobre la violencia contra las mujeres y las niñas, Rem Alsasmen, asegura que la propuesta aumenta “potencialmente” el riesgo de “abrir la puerta” a los depredadores violentos que participarían en el proceso de adquisición de un GRC (Certificado de Reconocimiento de Género) y los derechos asociados con éste Esto presenta riesgos potenciales para la seguridad de las mujeres en toda su diversidad”.
Alsasmen insiste en que Escocia “no prevé ninguna medida de salvaguardia para garantizar que el procedimiento no sea, en la medida de lo razonablemente posible, abusado por depredadores sexuales y otros perpetradores de violencia. Estos incluyen el acceso tanto a espacios de un solo sexo como a espacios basados en el género”.
Oposición sin tregua
Las alarmas de la ONU también las replica la escritora J.K. Rowling, autora de la saga de novelas de Harry Potter, residente en Edimburgo, quien rechaza la denominada ley trans, porque, en su opinión, se sustenta en una política orwelliana que permitirá juzgar a un violador como mujer, en el caso de que este se asuma como una.
“Muchas mujeres están preocupadas por los desafíos a sus derechos fundamentales que plantean ciertos aspectos de la ideología de la identidad de género”, destaca Rowling en sus redes sociales.
Por su posición, la escritora es acusada de “transfobia”. Sin embargo, desde Beira’s Place, una organización de ayuda a las mujeres víctimas de violencia sexual insiste en que la necesidad de la reafirmación de la sexualidad natural frente a la sexualidad ideológica que pretenden impulsar las administraciones progres de Europa.