EnglishNo sé mucho acerca de Chile, pero sí sé lo que el socialismo es capaz de hacer a los países.
Un domingo, Chile eligió a Michelle Bachelet como presidente. Una socialista declarada, que fue presidente con anterioridad hasta 2010. Durante su primer mandato cumplió su rol como política moderada, pero esta elección es diferente.
Diversos artículos de PanAm Post exponen la alianza de la candidata con grupos militantes socialistas y comunistas para la presente elección, así como su estrategia durante la campaña, caracterizada por una mayor agresividad.
Estas noticias son malas para Chile. El país se posiciona como una suerte de rareza entre las economías latinoamericanas. Es la economía más fuerte en el mundo hispanohablante de Occidente – se destaca por su desempeño en el ranking de competitividad del Foro Económico Mundial. Todo eso, sin embargo, podría llegar a un punto de freno si Bachelet sostiene su orientación y cumple su promesa de una “profunda transformación”.
Entre esas promesas se sitúan la de una educación universitaria “gratuita” para todos, a expensas de profesionales que tendrán que pagar mayores impuestos, lo que conducirá a menores niveles de gasto e inversión por parte de los profesionales de la economía real, hecho que traerá como consecuencia un aumento del desempleo y disminución de la productividad.
La decisión de Bachelet de alinearse con el socialismo y el comunismo de línea dura y de plantear la reescritura de la Constitución Nacional podría significar un desastre para uno de los países más libres de América Latina. La economía de Chile se nutre de la libertad. Al igual que China, ha crecido gracias a una apertura parcial de su economía al capitalismo; los mercados relativamente abiertos de Chile han allanado el camino para que el país crezca y se mantenga fuerte.
Estas elecciones han puesto a Chile en un camino similar al de la calamidad económica venezolana. Mientras que algunos observadores han indicado que el nuevo presidente puede simplemente haber buscado a la izquierda comunista con el fin de ganar las elecciones, su gran demostración en la segunda vuelta electoral le dará una suerte de cheque en blanco para poder implementar algunas de sus reformas.
No hay duda alguna acerca de su capacidad como líder o su experiencia como previa como presidente (se puede consultar su biografía aquí). Pero lo que está en juego ahora es el movimiento continuo de América Latina hacia el colectivismo. A pesar de décadas en las que se suceden pruebas de que el socialismo ha fracasado y siempre lo hará, los líderes socialistas continúan siendo electos y las reformas socialistas siguen siendo implementadas a expensas del mercado libre, la libertad personal y el pueblo.
Tal vez sea demasiado pronto para definir si la nueva presidente seguirá siendo una socialista defensora de la “ligereza” europea o si pondrá de hecho a Chile en el camino hacia el comunismo. Solo se puede esperar que siga una senda moderada y libre a sus ciudadanos del malestar y la disconformidad de una sociedad sin papel higiénico, como Venezuela.
Traducido por Ana Lía Turi Gargano.