Por Susana Osorio*
Tener a Iván Duque durante 3 meses, ha sido suficiente para empezar a despertar en la ciudadanía un frágil sentimiento de unidad en torno a una misma resolución: Como Colombianos, fallamos al elegirlo presidente.
Duque, deseaba pasar a la historia como el joven revolucionario; sin embargo, día tras día, se consolida su imagen como el joven inexperto, sin carácter y sin propósito, que confunde gobernar el país con jugar el popular juego de infancia “Monopoly”, al que no se le puede creer ni un ápice de lo que dice y trae consigo una herencia negativa hacia futuros jóvenes que deseen participar en la política.
Sin embargo, resulta indignante que el Centro Democrático, en cabeza de Álvaro Uribe (e Iván Duque) osen llamarse “de derecha”, cuando en realidad, son políticos conservadores, godos, que recurren al mercantilismo, que al igual que el socialismo, es antagónico al liberalismo que dicen defender. Por eso, a continuación aclaro algunas mentiras que desde los sectores progres se han reproducido, a fin de desacreditar el único sistema (que con sus luces y sombras) ha traído más progreso a la humanidad, que cualquier otro:
- Los Gobiernos de Derecha son expertos en subir impuestos.
Falso, las ideas liberales se contraponen con la idea de gran Estado; de hecho, los representantes del mismo, como Margaret Thatcher, dieron una dura tarea para reducir su tamaño. Probablemente una de sus frases más celebres y que condensa en buena medida lo anterior ha sido “No existe el dinero público. Solo existe el dinero de los contribuyentes, si el Estado quiere más dinero , solo puede hacerlo endeudando tus ahorros o aumentando tus impuestos. No es correcto pensar que alguien lo pagará o que el Estado lo invertirá mejor de lo que tú lo harías”.
Probablemente una de las más relevantes diferencias entre eso que llaman “izquierda y derecha” estará ligada al tamaño que queramos que tenga el Estado. No existe un solo caso exitoso en la historia de la humanidad que demuestre que cuando el Estado es grande, es eficiente y logra progresos mayores para su población.
En cambio, sobran los casos en todas las latitudes que demuestran que cuando la academia, el sector empresarial y la sociedad civil son más grandes que el Estado, el progreso es indudable y eso, solo sucede con gobiernos de corte liberal económicamente hablando. La prueba tangible de ello, es que los países más prósperos del mundo (Noruega, Suecia, Dinamarca, Nueva Zelanda, Suiza y Singapur) son todos capitalistas, gozan de amplias libertades y la calidad de vida de su población es la envidia mundial.
2. El actual sistema capitalista permite que los ricos exploten y abusen de los pobres.
Falso, el capitalismo estimula el emprendimiento, por ende, la movilidad social y la creación de la riqueza. En Colombia y en gran parte de América Latina, no hemos tenido capitalismo, sino mercantilismo que no es más que la perversa unión de un grupo económico con el poder político, para restringir la libre competencia, el surgimiento de nuevos emprendedores y por ende, la movilidad social.
El liberalismo cree que la función principal del Estado es ser un árbitro que vigile que se cumplan las normas y sancione severamente a quienes no lo hacen; así como en el fútbol, si el árbitro es corrupto o ha sido sobornado por uno de los equipos, se notará en el resultado y eso, es lo que ha pasado históricamente en nuestro país.
3. Los países miembros de la OCDE pagan altos impuestos como el IVA
Falso, los países “modelos” de la OCDE, tienen una tasa contributiva asociada al IVA simplificada y diferencial. En este sentido, por ejemplo, Suiza tiene un IVA del 8% y tasas reducidas para agua, alimentación, educación y medicamentos del 2,5%. Corea del Sur por su parte, tiene un IVA del 10%, pero la educación, el transporte, los libros, la venta de tierras, los servicios de banca y la exportación de bienes se encuentran exonerados.
Todo, a fin de darle mayor dinamismo a estos sectores, que son motores de su economía. (Todos estos datos pueden ser corroborados en la plataforma de la OCDE o en DOING BUSINESS).
Del mismo modo, los fieles defensores del Uribismo, justifican una mal llamada reforma tributaria, atribuyéndole responsabilidades a Juan Manuel Santos por el déficit de 14 billones de pesos que le pasó al gobierno de Duque; sin embargo, ¿fue el programa de Santos el que generó tal déficit o es una deuda heredada? Según los datos de la Contraloría, que están disponibles para que cualquier colombiano interesado pueda consultar, los últimos 3 gobiernos han tenido la siguiente participación en la deuda actual:
- Andrés Pastrana : $7,3 billones de pesos
- Álvaro Uribe Vélez: $21 billones de pesos
- Juan Manuel Santos: $14 billones de pesos.
En términos prácticos, la deuda vigente es herencia, en mayor medida de su líder Álvaro Uribe Vélez; de hecho, con todas las pseudo políticas sociales de Santos, el gasto público fue menor y redujo la deuda (parcialmente se explica por la subida en el precio del petróleo). Por ello, esa actitud hipócrita del oficialismo, de rasgarse las vestiduras por “la irresponsabilidad fiscal” de Santos, no son más que cortinas de humo, propias de los populistas.
Es por ello, que es inaceptable que como nación aceptemos una reforma arbitraria que lo único que busca es saquear nuestras finanzas personales. Es indignante e inaceptable que se nos obligue a pagar en forma de impuesto, lo que los políticos han robado en corrupción.
Los onerosos gastos asociados a los altos funcionarios públicos, sobre todo congresistas y diplomáticos -sin rendición de cuenta-, las exenciones tributarias a las empresas que patrocinan sus campañas pero que es contrario a las ideas liberales, deben ser las primeras estrategias para aumentar la recaudación y el ahorro, partiendo de un Estado Derrochador.
Es necesario y urgente, que ahora más que nunca los emprendedores emergentes, la sociedad civil y la academia se empoderen, para hacer contrapeso a un gobierno mentiroso y que aceleren la llegada de un verdadero gobierno que respete las libertades civiles y económicas.
*Susana Osorio es politóloga y experta en relaciones internacionales. Es académica e investigadora en la Universidad de la Frontera en Chile. Anteriormente trabajó en la Fiscalía General de la Nación en Colombia.