En Brasil, tras años de férrea dictadura militar, considerarse “de derecha” implica llevar un estigma. El principal partido del país de centro-derecha se llama Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), intentando evitar cualquier conexión con la derecha. En el gigante sudamericano no solo los partidos políticos intentan evitar ser considerados de derecha, también los políticos profesionales lo hacen. Una de las excepciones es el militar retirado Jair Bolsonaro, miembro de la Cámara Baja del Congreso brasilero.
El diputado de origen paulista, pero representante del Estado de Rio de Janeiro, defiende sin vacilar ideas nacionalistas y conservadoras. En las elecciones brasileras de 2014, Bolsonaro se convirtió en el diputado más votado del Estado de Río de Janeiro con cerca de 464 mil votos, casi un 6 % del electorado fluminense. En la actualidad, el exmilitar se perfila como posible candidato presidencial, alcanzando un 7 % en las últimas encuestas, superando a Michel Temer, actual presidente de Brasil. Dada la importancia política de Bolsonaro, valdría la pena indagar sobre la vida y las visiones políticas del diputado brasilero.
Vida
Bolsonaro nacido en el Estado de São Paulo y se formó como militar en la década de los setenta. Esta década estuvo marcada por el nacionalismo económico y político promovido por los gobiernos militares brasileros.
La dictadura promovió una política económica estatista, construyendo enormes obras públicas como la hidroeléctrica de Itaipu y la planta nuclear Angra I. Durante los primeros años de la década de los setenta, el PIB del país creció a elevadas tasas, alcanzando un 13 % en 1979. Sin embargo, poco a poco Brasil pagaría el precio del intervencionismo: deuda, inflación y decrecimiento.
Durante el régimen militar, la violencia revolucionaria de las guerrillas marxistas sacudía el país. La guerrilla de Araguaia y la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares (VAR) atentaban contra el Estado. A su vez, la represión militar —que incluía torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales— castigaba con dureza no solo a militantes de izquierda, sino también a opositores de otras ideologías políticas.
Desde su formación militar, el capitán Bolsonaro luchó por el aumento de salarios de su grupo de interés. En 1986 fue llevado quince días a la cárcel por actos de indisciplina relacionados con su exigencia de mejores salarios para los militares brasileros. En 1987 fue acusado de planear la instalación de bombas de baja potencia en los baños de la Academia Militar, su intención era la de convencer a los líderes del Ejército brasilero de mejorar las condiciones de su gremio. El capitán resultó absuelto por un Tribunal Militar.
Carrera política
Bolsonaro, al hacer parte del estamento que controlaba el poder en el país, se impregnó del nacionalismo de la dictadura. Sin embargo, el capitán participó en una de las primeras elecciones directas y libres en 1988, cuando fue elegido Concejal en la ciudad de Río de Janeiro por el moderado Partido Demócrata Cristiano (PDC).
Tras el colapso electoral del PDC, Bolsonaro pasó al Partido Progresista (PP), descendiente directo de la Aliança Renovadora Nacional (ARENA), movimiento político creado por partidarios del régimen.
En 1991 fue elegido por primera vez diputado federal por Río de Janeiro, y en sus primeros años como diputado se destacó por promover aumentos salariales para los miembros de las Fuerzas Armadas brasileras.
A pesar de que su partido apoyó el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso, Bolsonaro fue un fuerte crítico de dicho gobierno. Para el político paulista el gobierno socialdemócrata fue corrupto y débil. Durante los gobiernos de “Lula” da Silva y Dilma Rousseff, Bolsonaro se apartó de la decisión de su partido y confrontó a ambos líderes.
En 2016 Bolsonaro dejó el Partido Progresista para pasar al Partido Social Cristiano, partido de la derecha evangélica. Dicho partido lo postuló como candidato a la presidencia para las elecciones de 2018.
La dictadura
Bolsonaro es un nostálgico del gobierno militar brasilero. El líder político asegura que Brasil no experimentó una dictadura. Para el diputado nacionalista, luego del levantamiento militar de 1964, el Congreso brasilero entregó el poder al General Castelo Branco.
Bolsonaro resalta que durante el régimen militar se realizaron elecciones parlamentarias con la participación dos partidos políticos. Vale la pena recordar que la dictadura prohibió diez partidos políticos e instauró leyes para evitar que la oposición ganara las elecciones.
Derechos Humanos durante la dictadura
Para el excapitán y diputado por Río de Janeiro, el régimen militar fue una época de “pleno empleo, seguridad, de respeto, de educación”. El líder nacionalista considera que el gran error de la dictadura fue “negarse” a torturar y matar. Bolsonaro es reconocido por su defensa de la tortura como método de interrogatorio.
Durante el proceso de impeachment contra Dilma Roussef, el diputado hizo referencia a la memoria de Carlos Alberto Brilhante Ustra, director de una de las organizaciones de represión al servicio de la dictadura. Brilhante Ustra es acusado de comandar torturas y asesinatos. Asociaciones de juristas consideraron que las afirmaciones del diputado por Río de Janeiro constituían una apología a la tortura, razón por la cual solicitaron una investigación al respecto. El proceso judicial sigue en curso.
Mujeres
El congresista brasilero ha sido acusado por diversas organizaciones civiles y diversos partidos políticos de defender posturas machistas. En una entrevista de televisión el líder justificó que las mujeres ganaran menores salarios que los hombres. El exmilitar ha afirmado que no debería existir discriminación entre hombres y mujeres, y que la prensa distorsiona sus afirmaciones.
En 2003, Bolsonaro aseguró que no violaría a la diputada izquierdista porque “no merecía”ser violada. Un año después, el diputado fluminense repitió sus palabras en contra de su colega. En junio de 2016 el Supremo Tribunal Federal aceptó investigar al político por presunta incitación a la violación y ofensa a la honra de su colega.
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Minorías
Bolsonaro ha hecho declaraciones abiertamente homofóbicas, y también es acusado de defender posturas racistas. En una entrevista para la televisión brasilera, él afirmó que que no discutiría sobre promiscuidad al ser preguntado si estaría dispuesto a aceptar que uno de sus hijos se enamorara de una mujer negra. Pocos días después, el líder político aseguró que entendió “gay” en lugar de “negra”.
En 2010 el parlamentario aseguró que es posible modificar las conductas sexuales mediante el uso de golpes. En una entrevista con el periodista Stephen Fry comparó a los homosexuales con talibanes.
Bolsonaro se opone a la migración hacia Brasil, especialmente de refugiados sirios y del norte de África. El político considera que la recepción de inmigrantes implica romper con la “homogeneidad” del país, además de abrir las puertas al islamismo radical.
Libertades económicas según Jair Bolsonaro
Bolsonaro ha declarado en más de una ocasión que es partidario del libre mercado. El pastor Everaldo Dias, excandidato presidencial del PSC, presentó un programa económico que incluía privatizaciones y reducciones de impuestos.
No obstante, Bolsonaro ha defendido abiertamente el manejo económico estatista de los líderes de la dictadura militar. Por lo tanto, no resulta clara su propuesta económica para Brasil.
El futuro de Jair Bolsonaro
De acuerdo con las últimas encuestas, “Lula” da Silva lidera la carrera por la presidencia con 22 un %. El PSDB, representante de la derecha moderada en Brasil, aún no ha elegido a su candidato, aunque posiblemente sea Aécio Neves, quien en 2014 disputó la presidencia a Dilma Rousseff.
Hasta el momento, Bolsonaro, cuarto en las encuestas, está lejos de liderarlas. No obstante, el hastío de los brasileros hacia la clase política y la visibilidad del líder nacionalista en redes sociales, hacen pensar que el político paulista pueda sumar más apoyos.
En un contexto regional donde políticos moderados y lejanos al estatismo como PPK en Perú o Macri en Argentina, una victoria de la derecha populista implicaría una victoria para el intervencionismo y una derrota para los defensores de la libertad.