
English¿Es racista llamar a los occidentales blancos que viven fuera de sus países natales “expatriados” y a los demás “inmigrantes”?
Esa es la pregunta que se hizo Mawuna Remarque Koutonin en el periódico The Guardian la semana pasada: “¿Por qué la gente blanca son “expatriados”, mientras que el resto de nosotros somos inmigrantes?”
Como inmigrante y expatriado, en el primer caso como inmigrante canadiense en Estados Unidos y en el segundo como expatriado canadiense en Austria, puedo decir que hay una diferencia marcada, pero no es una cuestión de raza, como afirma Koutonin.
En lugar de maniobrar para encontrar el racismo entre quien es un expatriado y quien no lo es, debemos permitir que todas las personas vivan y trabajen donde quieran.
El periodista afirma que el expatriado es una etiqueta “reservada exclusivamente para los blancos occidentales que van a trabajar en el extranjero”, y que la etiqueta de inmigrante es “reservado para las “razas inferiores” —a pesar de que ambas se refieren a una persona que “está residiendo temporal o permanentemente en un país distinto al de [su] crianza”.
Contrario a su argumento, la distinción es más sobre cómo el Gobierno clasifica a las personas y menos sobre la raza.
Se trata de pasaportes: la ciudadanía, las fronteras y los visados de viaje y negocios. Se trata de las restricciones aplicadas por los gobiernos modernos a través de regímenes de visado contemporáneos. Ellos son los verdaderos culpables.
Como ya he dicho antes, frente a las restricciones cada vez mayores del Gobierno y los obstáculos a la libertad, la expatriación es a menudo una opción favorable. Y es cierto que muchas personas no pueden hacer esto, ni tampoco tener flexibilidad.
Yo viví Estados Unidos como un inmigrante canadiense durante más de 15 años. Mi familia decidió trasladarse hacia el sur por razones económicas. Fue un movimiento permanente que hicimos, y del cual me siento muy contento.
Sin embargo, hasta que recibimos nuestra ciudadanía estadounidense, fuimos inmigrantes. Nos hubiera gustado haber sido expatriados, pero no podemos vivir y trabajar en ambos lados de la frontera sin una gran cantidad de trámites burocráticos. Esa es la naturaleza del Gobierno moderno.
Más adelante en la vida, me fui de Estados Unidos a Austria, donde actualmente vivo como un expatriado. Viajo bastante, por lo que no soy residente aquí, y todavía pago impuestos a Estados Unidos y Canadá.
Koutonin afirma que este es el caso, porque los blancos, tales como los canadienses o estadounidenses, disfrutan de los “privilegios de un sistema racista”, que divide a las personas en base a la clase social, el país de origen, o la situación económica. Pero solo tiene razón en el segundo punto. Y es ese el único que debería importar.
Siguiendo con un artículo de Koutonin en Silicon Africa, el periodista señala que “el blanco no es un color de piel, ni una carrera. Ser blanco es una marca, un estatus social, una ideología”.
Es este privilegio, argumentaría Koutonin, que cataloga a mis amigos de mi natal Canadá o de Estados Unidos, que se han mudado recientemente al Reino Unido, como expatriados, y degrada a un nigeriano altamente calificado, viviendo y trabajando en la misma nación, bajo la condición de inmigrante.
La razón de la discrepancia, sin embargo, no es la raza, o la clasificación de la sociedad, pero la división perniciosa creada por los regímenes de visados modernos.
Estas restricciones son las que llevan a miles de refugiados a atravesar el Mediterráneo en naves inseguras hacia Europa
Es un hecho triste el que muchas personas en ciertos países tienen dificultades para conseguir los permisos necesarios para viajar y cruzar fronteras. A menudo se les niegan visas sin razón, y todas las tarifas de solicitud no son reembolsables. Se trata de restricciones creadas y aplicadas por los Gobiernos.
En la mayoría de los casos, los países buscan acuerdos sobre los visados entre sí con el fin de reforzar los viajes y el comercio. Algunos han mantenido relaciones que los unen desde hace mucho tiempo, y han acordado permitir a sus ciudadanos viajar libremente sin pedir un permiso específico o llenar resmas de papeleo.
Esto es lo que hace al Espacio de Schengen tan atractivo para aquellos que visitan o viven en Europa, y explica por qué los pasaportes británicos son tan buscados.
Pero los ciudadanos de muchos países simplemente no tienen este beneficio. Y esto se basa sobre todo en la esfera diplomática.
Los pasaportes de Finlandia, Suecia, Alemania, Estados Unidos y Reino Unido son los más poderosos en el mundo, con acceso a 174 países sin visa, según el Índice de Restricciones de Henley & Partners Visa del 2014.
Ahora, ¿eso se debe a su raza, o porque los diplomáticos, que actúan en nombre de los Gobiernos, han hecho muchos más acuerdos de visado con otros países del mundo?
“Los requisitos de visado son también una expresión de las relaciones entre las naciones individuales, y generalmente reflejan las relaciones y la situación de un país dentro de la comunidad internacional de naciones”, dice Henley & Partners, una firma internacional de planificación de ciudadanía.
Es mucho más fácil para alguien de Estados Unidos trabajar o jubilarse en Costa Rica, que para alguien de Costa Rica hacer lo mismo en Estados Unidos. Pero eso es porque el gobierno de Estados Unidos creó este obstáculo para los ticos al exigir una visa, la cual no es requerida en Costa Rica para los ciudadanos estadounidenses.
No es una “ideología supremacista obsoleta” que etiqueta a los blancos que viven en un país extranjero como expatriados, y a todos los otros como inmigrantes; son los Gobiernos. Es tan simple como eso.
Por lo tanto, no asignemos la culpabilidad al racismo incrustado en la psiquis occidental. Más bien, al control de visados y de fronteras del Estado-nación moderno; están destinados a restringir el movimiento del mayor número posible de personas, una realidad que solo se ha visto desde la Primera Guerra Mundial.
Estas restricciones son las que llevan a miles de refugiados a atravesar el Mediterráneo en naves inseguras hacia Europa, y explican por qué casi 500 personas perecieron en el desierto al intentar llegar a Estados Unidos desde México en 2012.
¿Cuál es la mejor manera de protegerse contra el sesgo sistemático hacia aquellos provenientes de ciertos países? Abrir las fronteras. Relajar esas restricciones de visado actuales para gente pacífica que solo desee disfrutar de los privilegios de los expatriados de todo el mundo: los viajes, el intercambio cultural, y una mejor calidad de vida.
Es por eso que cada vez más personas firman el Manifiesto por la Apertura de Fronteras. Y es por eso que Estudiantes por la Libertad Europa está organizando una conferencia precisamente con el tema de las fronteras abiertas. Una reforma migratoria positiva se está convirtiendo en un tema político más caliente y más apremiante en Estados Unidos.
En lugar de maniobrar para encontrar el racismo entre quien es un expatriado y quien no lo es, debemos permitir que todas las personas vivan y trabajen donde quieran.