EnglishPor lo general, la gente busca maneras de ser más libre.
Las personas que ya son suficientemente conscientes de los crecientes y cada vez más represivos problemas fiscales, policiales y de política social de los gobiernos occidentales, centran su atención en soluciones prácticas más que en cuestiones filosóficas.

Aunque muchos puede que opten por involucrarse en campañas políticas e intenten activamente cambiar el sistema, cada vez son más los que deciden practicar lo que predican y simplemente salen del sistema. Se van. Se convierten en expatriados.
Algunos pueden optar por la expatriación por razones de trabajo temporal, jubilación, o mejores regímenes fiscales, pero ésta ofrece un refugio especialmente atractivo para los que ya no están dispuestos a lidiar con el status quo de sus tierras nativas.
A medida que el costo de viajar se desploma y la tecnología ofrece un sinnúmero de nuevas formas de conectarse y trabajar a distancia, dejar atrás nuestro país de origen cuando se convierte en demasiado abrumador para el individuo, es cada vez más rentable. Y las estadísticas lo demuestran.
El Departamento de Estado de EE.UU. estima que el número de estadounidenses que viven en el extranjero han pasado de ser sólo 4 millones en 1999, a más de 7,6 millones hoy en día. Cerca de 3 millones de canadienses, o sea, el 9% de la población, vive en el extranjero, según la Fundación Asia Pacífico de Canadá. Esto es más gente que la que vive en seis de las diez provincias del país.
La idea de mudarse al extranjero cuando la sociedad se vuelve represiva no es nueva, e incluso cuenta con una gran tradición literaria.
En la década de 1920, un factor significativo que atraía artistas norteamericanos a las naciones europeas, era la promesa de una mayor libertad creativa. La censura y las leyes puritanas sobre la obscenidad, impedían que muchos artistas norteamericanos expresaran plenamente sus pensamientos e ideas. Quemas públicas de obras controvertidas, como el Ulises de James Joyce, infundieron el miedo en la clase artística. La Prohibición dejó a muchos anhelando un buen rato sin tener que soportar el juicio moral del Estado. El auge de las ligas antialcohólicas se infiltró en todas las esferas de la política y la sociedad, despreciando y castigando a aquellos que no estaban de acuerdo con la opinión de la mayoría.

Escritores y poetas como Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald y Ezra Pound, encontraron refugio en París, que se convirtió en un centro cultural de expatriados estadounidenses. “No es tanto lo que Francia te da sino lo que no te quita”, como dijo la famosa autora estadounidense Gertrude Stein, una de las escritoras expatriadas más prominentes del siglo XX, que sería mentora para decenas de artistas y autores en su apartamento en París.
Mientras que para ese entonces era el artista el que se sentía reprimido por la sociedad, hoy en día es la gente trabajadora la que se encuentra en la mira de la maquinaria del gobierno.
El promedio del peso de la deuda—causada por años de gasto público despilfarrador a nivel estatal y federal—promete años, sino décadas, de aumento de los impuestos para pagar las cuentas del imperio militar y las promesas de los gobiernos sobre programas sociales y paquetes de jubilación. Cada niño nacido en los Estados Unidos hoy en día es abofeteado con una cuota de US$55.000 de la deuda total del país, que tendrán que pagar con su trabajo durante el resto de sus vidas.
Los negocios y las nuevas empresas enfrentan obstáculos insuperables para obtener un beneficio, empantanados por costosas regulaciones y requisitos que acaban perjudicando a los consumidores y aumentando el costo de la vida. Los estudiantes que salen de la universidad, tienen en promedio cerca de $30.000 en deuda antes de que que se hayan ganado un solo dólar en el mercado laboral.
Aunque algunos opten por quedarse y dar la pelea, a veces la expatriación es la única opción. A veces, darnos cuenta de que nada nos encadena a la tierra en la que nacimos o crecimos es clave para ser genuinamente exitosos. A veces, decir adiós es mejor que sufrir activamente para mantener un sueño lejano. Siendo un continente habitado por generaciones de inmigrantes que buscaban una vida mejor, los norteamericanos deberían entender esto mejor que la mayoría.
En términos prácticos, esto significa mover cuentas bancarias, cambiar de residencia, y encontrar maneras de hacer dinero en el extranjero. El principal obstáculo es superar las obligaciones tributarias. Muchas personalidades del gobierno e intelectuales en los Estados Unidos y Canadá, como Diane Francis del National Post, denuncian a los expatriados por “evitar las leyes fiscales” al asentarse en el extranjero. El sistema se está preparando para perseguir a expatriados que se ganan la vida fuera del país, pero los recursos limitados del gobierno mantienen a la mayor parte de la gente a salvo de sus garras.

Para los estadounidenses esto es increíblemente difícil, porque la ley federal requiere que los ciudadanos declaren todos los ingresos obtenidos en cualquier parte del planeta y durante toda su vida. Esto, además de normas bancarias muy onerosas, han llevado a los bancos en el extranjero a ser reacios a captar clientes de EE.UU. La única solución genuina es renunciar formalmente a la ciudadanía de EE.UU., siempre y cuando se haya adquirido otra.
Al principio será difícil, sobre todo para el buen número de personas que no tienen experiencia en el extranjero, pero valdrá la pena. Será una elección activa que empoderará al individuo y será esencial para permanecer libre en un mundo sin libertad.
La belleza de la verdadera competencia y el libre mercado se revela cuando por fin nos encontramos en una situación en la que tenemos la ventaja de ser relativamente libres. La expatriación le ha brindado eso a muchísima gente desde hace miles de años. No hay ninguna razón para creer que hoy en día el principio no continúa siendo vigente.
También Sale el Sol, el trabajo seminal de Hemingway sobre expatriados estadounidenses en Europa, nos da una mejor comprensión cultural de la razón por la que tantos optaron por la expatriación.
“Eres un expatriado. Has perdido el contacto con el suelo. Te conviertes en algo precioso. Los falsos estándares europeos te han arruinado. Bebes hasta la muerte. Te obsesionas por el sexo. Te pasas todo el tiempo hablando, no trabajando. Eres un expatriado, ¿sabes? Te la pasas matando el tiempo en los cafés”.