EnglishEn Ucrania, el levantamiento de los ciudadanos ha avanzado más allá de la violencia. En Venezuela, es una verdadera crisis.
Alrededor del mundo, las personas están sublevándose en contra de sus gobiernos y exigen un cambio al status quo.

En varios países latinoamericanos, la furia en contra del gobierno es igual de fuerte; los ciudadanos están frustrados con los políticos corruptos, un creciente estado de inseguridad y futuros económicos inciertos para la mayoría de los jóvenes.
Para Ecuador, esto se tradujo en una reciente ola de apoyo a la oposición en las elecciones locales, que hicieron que Rafael Correa perdiera el control total del poder. En El Salvador, el poder socialista y el abandono económico que se enraizan progresivamente en el país, han expuesto los crecientes problemas fiscales de la nación, poniendo de igual forma en peligro a la juventud del país.
En toda la América Latina, los jóvenes están empeñados en aumentar su libertad e independencia. Y tienen el poder para lograrlo.
Si desean una oportunidad para empoderarse a costa de los políticos, deberían buscar una solución radical que pueda corregir años de políticas desastrosas: podrían abandonar el dólar estadounidense y en su lugar adoptar el bitcoin como moneda oficial.
En el presente, hay 10 naciones soberanas que usan el dólar estadounidense como su moneda principal — una práctica conocida como la “dolarización”. Tres de estos países se encuentran en América Latina — Ecuador, El Salvador y Panamá — y cada uno tiene sus propias razones para utilizar la moneda del país más poderoso del mundo.
Panamá se quedó con el dólar estadounidense desde que la nación fue creada en 1903, debido a la fuerte participación de los Estados Unidos en su revolución y la consecuente construcción estadounidense del Canal de Panamá. Ecuador y El Salvador han tenido el dólar como moneda propia por casi 15 años, decisión que fue tomada por las crisis monetarias y la decreciente confianza hacia sus monedas anteriores. Estos países decidieron circular el dólar estadounidense para evitar los problemas monetarios del pasado.
En resumidas cuentas, estos países han entregado su soberanía monetaria a los Estados Unidos para mantener la inflación a raya, mantener precios estables e impulsar sus economías.

Con todo lo que ofrecen las criptodivisas descentralizadas, estas naciones tienen el poder de recuperar su integridad monetaria. Podrían hacer algo radical y adelantarse a los acontecimientos, algo que realmente impulsaría la confianza en sus economías tambaleantes.
Al adoptar el bitcoin, Ecuador, Panamá y El Salvador otorgarían el control monetario no a una entidad como Estados Unidos, sino a un algoritmo complejo que protege a los usuarios de la inflación y las perturbaciones monetarias.
Esta medida eliminaría completamente las consideraciones políticas del problema de la moneda, y en última instancia, ratificaría la separación entre la moneda y el Estado.
En lugar de estar sujeto a los caprichos de la Reserva Federal y un banco central gobernado por instituciones financieras estadounidenses y que enfoca su atención en el público estadounidense, bitcoin ofrece en última instancia credibilidad y confianza a los consumidores y comerciantes en los países latinoamericanos.
El dinero sería increíblemente fungible, encriptado y por siempre seguro de cualquier intromisión de burócratas gubernamentales bien intencionados.
De aplicarse, los ciudadanos de Ecuador, El Salvador y Panamá podrían esperar altísimos niveles de innovación y una confianza económica recuperada, en parte por la simplicidad relativa del bitcoin y la reducida necesidad de entes reguladores del gobierno e intermediarios privados cobrando tarifas exorbitantes. Los emprendedores se animarían a iniciar nuevos proyectos y encontrar nuevas formas de ofrecer bienes y servicios a las millones de personas que antes no podían participar en el mercado.
Esta medida empoderaría a los más rezagados de la sociedad, dándoles mayor acceso a la tecnología que progresivamente incrementaría sus propias habilidades y su atractivo hacia futuros empleadores.
Sin embargo, la adopción de esta medida no sería recibida sin críticas.
Una crítica que surgiría inevitablemente en este escenario es que declararían al bitcoin como “muy volátil” para ser adoptado por una nación entera, lo cual es cierto por la corta historia que aún posee la moneda digital.
No obstante, en el caso de que un Estado-nación adoptase el bitcoin como su moneda oficial, le daría un enorme voto de confianza, y probablemente consolidaría y estabilizaría el precio frente a una posible adopción masiva. El abandonar el dólar estadounidense por el bitcoin al menos daría algún tipo de seguridad a los emprendedores e innovadores — los primeros usuarios — quienes se han arriesgado ignorando las leyes que intentan desacreditar monedas alternativas.
En este punto, la mayoría de las transacciones de bitcoin se desarrollan sobre bases legales ambiguas. Si un Estado adopta esta moneda legitimaría esta iniciativa, la sacaría a la luz y muy probablemente llevará a más, y no menos, precios estables. También inspiraría a dueños de empresas, creadores, artistas y pensadores a imaginar y vivir más allá de los estancados sistemas de los Estados nacionales que han limitado sus habilidades de crecer y ayudar al prójimo.
Si Ecuador, El Salvador y Panamá consideraran abandonar el dólar estadounidense y recurriesen al bitcoin, no solo le harían un enorme favor a sus pueblos: también darían un alto nivel de credibilidad a aquellos que toman en cuenta las alternativas a todo tipo de entidades y servicios controlados por el Estado, incluyendo educación, salud, e incluso las fuerzas armadas.
Al adoptar bitcoin, estos países latinoamericanos harían una jugada atrevida hacia el siglo XXI, convirtiendo a América Latina en una región más libre, más rica y más prospera que nunca antes. Tienen el poder para lograrlo.
Traducido por Marcela Estrada.