EnglishMark Weisbrot es un hombre con una misión: corregir la información errónea sobre Venezuela.
Weisbrot, co-fundador del Centro para la Investigación Económica y Política (CEPR) con sede en Washington, ha solicitado en repetidas ocasiones a la prensa norteamericana una cobertura más precisa sobre el régimen venezolano.
Weisbrot insiste en que, en medio de las complejidades de la crisis venezolana, hay cuestiones fácticas sobre las que todos los analistas sensatos pueden y deben ponerse de acuerdo «independientemente de si uno es simpatizante de la oposición o del gobierno, o de ninguno».
Es un reclamo válido. La pregunta es si Weisbrot está dispuesto a defenderlo.
Una rápida revisión al trabajo de Weisbrot revela que no solamente comete en sus reportajes los mismos desaciertos que tanto critica a los demás, sino también parece exonerar a los medios estatales de Venezuela de utilizar los mismos estándares periodísticos que él critica de los principales medios rivales.
La última pelea de Weisbrot con la prensa fue en relación a un artículo del New York Times que «ataca [según él] injustamente al gobierno por sus ‘tácticas de combate’ y por ‘aplicar mano dura’ a los manifestantes».
Tratando de contrarrestar las acusaciones presentadas por el articulo del Times sobre la represión del Estado venezolano, Weisbrot brinda un argumento de dos pasos para legitimar la posición asumida por el Estado. Primero, dice, es necesario entender que existen «elementos violentos» entre los manifestantes. Esto, combinado con el hecho de que Venezuela tiene una tasa de homicidios asombrosamente alta, Weisbrot continúa y convierte la acción preventiva ejercida por el Estado venezolano como una respuesta que podría llamarse «prudente».
Entonces no importa la distinción entre la acción preventiva y el excesivo uso de la fuerza, o el hecho de que el argumento de Weisbrot voltea convenientemente el fracaso del régimen venezolano en controlar la violencia desenfrenada, en una defensa de la represión hacia quienes protestan para llamar la atención sobre este mismo fracaso.
Esto es demasiado complicado para lo que quiere Weisbrot, que es una presentación directa de los hechos.
Con ese fin, Weisbrot enumera una lista de víctimas asociadas a las protestas. Agrupa las víctimas en seis categorías: los que «supuestamente fueron asesinados por las fuerzas de seguridad»; aquellos que «supuestamente fueron asesinados por civiles; «aquellos que «parecen» haber sido asesinados por las fuerzas de seguridad, civiles, o los manifestantes (una categoría cada uno), y los que «se murieron en circunstancias que no son demasiado claras para determinar si realmente estaban relacionados con las protestas, pero [que] a menudo se incluyen en los informes de prensa».
En cada caso, Weisbrot hace hincapié en el desconocimiento de las identidades, tanto de los agresores como de las víctimas, utilizando calificativos tales como «presunto», «aparece» y «poco clara». Luego, apelando a las mismas tácticas que animan su crítica tenaz hacia los demás, Weisbrot llega a una conclusión sorprendente: «Las estadísticas muestran que más personas han muerto a manos de los manifestantes que de las fuerzas de seguridad».
More Venezuelans have died at the hands of protesters than security forces http://t.co/lcgKG089UJ since the protests began
— Mark Weisbrot (@MarkWeisbrot) March 16, 2014
En la propia lista que Weisbrot lleva de las víctimas y los agresores, los datos no son concluyentes en ninguno de los aspectos; sin embargo, él hace girar su hipótesis sobre la relación estado-manifestante agresor como si ésta fuera ya un hecho. Una vez más, este es exactamente el tipo de reportajes que Weisbrot tanto despotrica de los principales medios.
A principios de marzo, por ejemplo, Weisbrot tomó el New York Times para llamar la atención sobre la tasa de inflación real (56%) de Venezuela, y la «implícita» (300%). Al referirse a la inflación implícita como una «estadística falsa» que «viola el reportaje económico estándar», Weisbrot expresó su preocupación sobre dicha información errónea proporcionada por la oposición de Venezuela que «podría tener una influencia significativa en la dinámica real de la inflación en Venezuela.»
Si Weisbrot reconoce el peligro potencial que tienen las cifras de inflación mal reportadas en Venezuela, seguramente también entiende los riesgos de hacer pasar la especulación como un hecho, cuando se trata de asignar culpas a la violencia relacionada a las protestas, especialmente dada la dificultad inherente a la clasificación de víctimas y agresores.
Weisbrot argumenta que no hay evidencia que sustente las denuncias de la oposición, que sostienen que manifestantes han sido asesinados por civiles armados operando como colectivos paramilitares que trabajan al servicio del Estado. Weisbrot todavía mantiene que «lo más probable es que estos civiles armados trabajan por su cuenta», ignorando el hecho de que el gobierno le ha asignado la tarea a grupos comunales de vigilar y defender la Revolución Bolivariana y al Presidente Nicolás Maduro, quien ha hecho un llamado específicamente a los colectivos a tomar las calles para «apagar» cualquier protesta de oposición.
Esta postura le permite a Weisbrot distanciar a estos civiles armados del Estado, y por lo tanto, despolitizar las muertes de las protestas. Sin embargo, Weisbrot no clasifica a los manifestantes como civiles con la capacidad de actuar independientemente, sino como una categoría diferenciada y homogénea de agresor. Para este acto de magia analítico, no da ninguna explicación.
Si Weisbrot fuese serio acerca de la importancia de la precisión en el reportaje, debería emitir una corrección asumiendo estas ligerezas analíticas, y explicando que sus declaraciones sobre el balance de la agresión en Venezuela no esta respaldada por la evidencia que él presenta.
Además de esto, Weisbrot debería exigir al medio estatal de Venezuela adherirse a los mismos estándares que él le exige a los principales medios.
La semana pasada, el canal estatal de Venezuela, Venezolana de Televisión (VTV), reportó que el “vandalismo llevado a cabo por grupos de derecha en ciertas áreas del país ha causado la muerte de 31 personas desde el 12 de febrero». Ni siquiera Weisbrot, cuya simpatía por el régimen venezolano es bien conocida, se ha atrevido a sugerir que la oposición «de derecha» de Venezuela es responsable por todas las muertes asociadas a las recientes protestas.
La denuncia claramente engañosa de VTV ruega por el escrutinio característico de Weisbrot.
Tomemos en cuenta que Weisbrot llamó la atención al New York Times en febrero por lo que él consideraba un artículo engañoso, que sugería que con la venta del principal canal de oposición de Venezuela, Globovisión, realizada el año pasado, los críticos del régimen venezolano quedaban sin una presencia mediática regular. Mientras que Weisbrot concuerda con el Times que Globovisión ha “ablandado” su cobertura de noticias, él todavía considera que la opinión de la oposición no ha sido silenciada, y que el cambio en la cobertura simplemente «se adhiere a la norma periodística que sostiene que debe haber un balance”.
El argumento de Weisbrot ganó el apoyo de más de 14.000 personas que firmaron una petición que hacía un llamado al Times para que corrigiera su «reporte falso» sobre el desequilibrio mediático en Venezuela. Según los firmantes, un reportaje tan erróneo como este, “fortalece la facción de la oposición —y de quienes la apoyan desde el exterior— que defiende el uso de la violencia para oponerse al gobierno”.
La petición fue exitosa. El Times emitió una corrección aclarando que, desde la venta de Globovisión, el espacio para la voz de la oposición en Venezuela fue reducida, pero no eliminada.
Ahora es el turno de Weisbrot y VTV para que aclaren si la “norma periodística” de precisión y el balance en el reportaje aplica igualmente a los medios estatales de Venezuela y sus simpatizantes.