EnglishHay dos respuestas estándar frente a la reciente filtración de documentos que revelan que Canadá ha estado espiando el Ministerio de Minería y Energía de Brasil y a la compañía petrolera manejada por el su gobierno, Petrobras: la primera, siguiendo la posición pública de la Presidente de Brasil, Dilma Rousseff, es la indignación moral; la segunda, sostenida por personas informadas y adherentes a la realpolitik, defiende el espionaje como una “parte del juego” y sugiere que el único error de Canadá es “haber sido descubierta”.
De todas formas, en algún punto entre estas dos posiciones, la diferencia entre los objetivos de competitividad económica y aquellos de la seguridad nacional parece haber sido olvidada.
“Básicamente, cada lugar y cada persona que estén relacionados con nuestra seguridad nacional [son objetivos de espionaje económico]. El concepto de seguridad económica es también parte de la seguridad nacional,” declara Michel Juneau-Katsuya. Es un ex agente de inteligencia del Servicio de Inteligencia de Canadá (Canadian Security Intelligence Service – CSIS) y una de las principales fuentes consultadas por los medios en defensa de la red de espionaje canadiense, incluyendo al Centro de Seguridad en Telecomunicaciones de Canadá (Communications Security Establishment Canada – CSEC), la agencia del gobierno centro de la controversia con Brasil.
“Si no fuera por el hecho de las muertes que producen los ataques terroristas,” testificó Juneau-Katsuya ante el Comité de Anti-Terrorismo de Canadá, “el espionaje sería y debería ser el asunto de seguridad nacional más importante para Canadá.”
Señala Juneau-Katsuya, que es un problema el hecho de que el espionaje en el extranjero y el industrial — el primero llevado a cabo por agencias del gobierno; el segundo, por agentes privados — costa a Canadá miles de millones al año y pone a las compañías en una desventaja competitiva en los mercados internacionales.
Pero la cuestión con la posición de Juneau-Katsuya, como han argumentado otros expertos en seguridad y espionaje (ver aquí y aquí), es que las pérdidas en espionaje económico e industrial son muy difíciles de determinar y a menudo son acrecentadas por reclamos de violaciones de derechos de autor o marca registrada, que, como el ex Jefe de la CSIS señala, es algo distinto al espionaje.
Aún más, como señala el historiador especialista en espionaje Wesley Wark, cualquier intento de revertir la ingeniería del espionaje conlleva desventajas potencialmente fuertes en el ámbito político, especialmente cuando algunas selectas compañías del sector privado son percibidas como beneficiarias del espionaje.
Glenn Greenwald, el periodista con base en Brasil que está proveyendo a los medios de comunicación de los documentos de la Agencia de Seguridad Nacional (National Security Administraton – NSA) filtrados por Edward Snowden, dice que las primeras revelaciones sobre el programa de espionaje de Canadá en Brasil son solo la punta del iceberg.
A diferencia de la NSA, la cual frente a similares cargos de espionaje de Brasil continúa rechazando compartir los resultados de sus actividad de inteligencia con compañías estadounidenses, el gobierno de Canadá reconoce poseer información de seguridad clasificada que dos veces al año comparte con accionistas clave del sector energético de Canadá.
De acuerdo con Wark, las declaraciones del gobierno de Canadá sobre las actividades de inteligencia desde 2001 sugieren que la atención se ha centrado en “el terrorismo global, la proliferación de armas de destrucción masiva, y el apoyo a las operaciones militares. Cosas que se pueden entender fácilmente como beneficios para la seguridad nacional de Canadá”.
“Si el gobierno canadiense ha rediseñado en silencio sus prioridades de inteligencia para incluir espionaje económico contra países amigos,” continúa Wark, “entonces lo mejor sería que el público canadiense sea consciente de ello en una reseña renovada de seguridad nacional e inteligencia.”
Como Wark, Jean Daudelin, un profesor asociado del Instituto de Asuntos Internacionales Norman Patterson de la Universidad de Carleton, declara que no hay “razones de seguridad o económicas” para espiar a Brasil, que totaliza menos del uno por ciento de las exportaciones e importaciones canadienses.
Por otro lado, desde la perspectiva brasileña las cosas se ven un poco distintas.
En 2007, Brasil anunció haber encontrado la reserva de petróleo más grande fuera del bloque de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Brasil encargó a su Ministerio de Minas y Energía la licitación de permisos para ayudar a Petrobras a explotar la reserva. La subasta, en septiembre de este año — apenas un mes después de que los documentos filtrados mostraran que Estados Unidos espiaba Brasil, y un mes antes de que se descubriera lo mismo por parte de Canadá — esperaba atraer aproximadamente cuarenta oferentes. En cambio, solo hubo once, y ninguno proveniente de los territorios de la red de inteligencia llamada “Cinco Ojos” (“Five Eyes”) y que incluye a Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda.
Como James Fitz-Morris de la CBC aclara, “nos preguntamos por qué ninguna empresa de energía con sede en los países de la red [“Cinco Ojos”, por ejemplo: Exxon, Chevron, BP] está participando en la licitación de lo que se anuncia como el mayor descubrimiento petrolero en 40 años. Y cómo consiguieron la información sobre la que se basa su decisión.”
Juneau-Katsuya y otros que defendieron la red de espionaje canadiense, aciertan sin dudas al señalar que los reclamos de la Presidente Rouseff pidiendo explicaciones al gobierno de Canadá sobre su actividad de espionaje en Brasil es, al menos en parte, una drama exagerado. Una encuesta reciente sugiere que los índices de aprobación de los líderes de América Latina tienen una relación directa con su grado de enfrentamiento con el gobierno estadounidense. Luego de meses de violentas protestas contra su gobierno, quizás Rousseff encontraría un alivio en esta retórica.
Pero esto no quita que el gobierno canadiense deba responder a los cuestionamientos acerca de por qué Canadá apuntaba a Brasil en primer lugar.
Mientras los adherentes de la realpolitik buscan desacreditar cualquier intento de pedido de explicación al respecto (ver aquí, aquí, y aquí) calificándolos como inocentes, nada es más inocente que dar a un gobierno un cheque en blanco por motivos de seguridad nacional. Una vez que entendamos que los recursos para la seguridad nacional son limitados, descubriremos que las preguntas sobre a dónde está apuntando Canadá sus esfuerzos en materia de seguridad nacional, y por qué, son centrales.
Wark nos recuerda que es totalmente posible que la operación en Brasil no haya sido realmente “una operación hecha en Canadá, sino una tarea delegada por Canadá como parte de su alianza dentro del sistema ‘Cinco Ojos’.”
Si este es el caso, entonces Brasil y otros países de América Latina pueden ser perdonados (de nuevo) por haber dudado del compromiso de Canadá con una política de cooperación hemisférica. Este compromiso, afirmó el primer ministro Stephen Harper en 2007, pretende demostrar el carácter distintivo del liderazgo canadiense y abrir un nuevo capítulo en las relaciones norte-sur, que posicione a Canadá como un aliado regional independiente y amigable.
Ubicar células terroristas y seguir la proliferación de armas de destrucción masiva es una cosa; y pocos probablemente rechacen la idea de que la seguridad nacional incluye la comprensión de cómo se financia el terrorismo. Sin dudas, Canadá debe monitorear las potenciales amenazas a la seguridad que existen en América Latina – sobre todo en el bloque de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) donde se sabe que opera Hezbollah.
Pero esto no significa que la doctrina de la seguridad nacional deba ser aceptada, de forma automática y sin críticas, como un pretexto para hacer reclamos insostenibles y exagerados sobre nacionalismo económico. Argüir que “la falta de competitividad” en determinadas industrias (la justificación de Juneau-Katsuya para realizar espionaje de tipo económico) es equivalente a un asalto al por mayor en seguridad económica invita a expandir los alcances de la doctrina de seguridad nacional, cuya aplicación se vuelve entonces altamente discrecional y vulnerable ante la corrupción.
Como bien se señala en una crítica del espionaje estadounidense a Brasil, si la NSA está preocupada por amenazas a la seguridad económica, debería haber puesto más su atención sobre Lehman Brothers y Bear Stearns y menos en Petrobras.
De la misma forma, y dado que el mayor socio comercial de Canadá ha tomado a los mercados como rehenes mientras roza la insolvencia, Canadá haría bien en asegurarse de que al menos uno de los “ojos” de su aparato de seguridad esté firmemente puesto sobre Washington.
Traducido por Sofía Ramirez Fionda.