
La izquierda latinoamericana radical pierde fuelle, a la vista de los desastres venezolano y cubano. Gobiernos bolivarianos amigos de Venezuela empiezan a buscar inversiones extranjeras y a recelar del modelo bolivariano. Incluso Cuba se ve en la necesidad de abrirse a la inversión. Países que habían hecho avances hacia el socialismo, retroceden ante la perspectiva del desastre económico. Hugo Chávez pudo manejar a Venezuela apoyándose en una de las mayores concentraciones de reservas de petróleo del mundo, y solo mientras los precios del crudo estuvieran suficientemente altos. Toda la revolución bolivariana se asentaba en la renta petrolera. Desaparecida esta ventaja, lo que queda de la realidad económica del modelo es simplemente una cáscara vacía.
Venezuela, en medio de una brutal crisis económica y social, es el único país que todavía avanza tercamente en dirección al socialismo, reticente a abandonar su rol como país líder de su bloque en América Latina. El resto de líderes bolivarianos han moderado sus posturas a la vista del desmoronamiento del bloque. A esto hay que añadir la presión migratoria y económica a favor de países que no se han dejado engatusar por el Socialismo del Siglo XXI, agrupados en la Alianza del Pacífico, bloque que está avanzando a pasos agigantados y consiguiendo mayores avances que su contraparte oriental en muchísimo menos tiempo. De hecho, el MERCOSUR se está convirtiendo en una organización cada vez más burocrática e inefectiva en la que unos países recelan de otros, y las fronteras (y otras barreras administrativas) nunca acaban de abrirse.
El modelo de libre mercado funciona, se está extendiendo, y ningún país quiere quedarse atrás. En un mundo globalizado, donde el costo económico de la migración es muchísimo menor que en décadas anteriores y no implica necesariamente abandonar a familia y amigos gracias a las telecomunicaciones, pocos países se pueden arriesgar a seguir la senda socialista mientras que sus vecinos se enriquecen y prosperan. Al menos que estén dispuestos a perder parte de su población y la mayoría de empresas e inversiones.
Algunos países ya están dando pasos en esa dirección, y los que andan por ahí escuchando pajaritos pronto se verán obligados a subirse al tren. De lo contrario, permanecerán en el atraso mientras que sus ciudadanos huyen a países vecinos.
América Latina podría experimentar un crecimiento económico descomunal en las próximas décadas, similar al asiático, pero además con la ventaja que el idioma y una cultura común representan para la integración, y la bendición que significa que el punto de partida económico es en muchos sentidos mucho más ventajoso que el de Asia cuando empezó a desarrollarse.