El 7 de agosto de 2002 Álvaro Uribe Vélez se posesionaba como presidente, fue elegido gracias a su propuesta clara de derrotar a las Farc, el grupo narcoterrorista que para ese momento estaba a punto de tomarse Colombia. Las autoridades del país no se enteraron que ese día, como tantas veces antes, las Farc intentarían matar a Uribe. Sabían que no le tiembla la mano y que haría lo que estuviera a su alcance para acabarlos.
Con granadas de mortero y rockets intentaron asesinar a Uribe Vélez. Las autoridades encontraron en el barrio Santa Isabel de Bogotá una plataforma artesanal de lanzamiento de cohetes dirigidos al Palacio de Nariño. Varios de ellos alcanzaron a llegar al centro de la ciudad, donde los habitantes del Cartucho (ubicado a cuatro calles del lugar donde se posesionaba el presidente) llevaron la peor parte, recibiendo varias explosiones. El rocket que estuvo más cerca de asesinar al presidente se estrelló en una cornisa del techo de la Casa de Nariño.
Fuentes oficiales señalaron que luego de los atentados se realizaron varios allanamientos en los que encontraron 40 morteros. Los diferentes ataques llevados a cabo ese día dejaron en total 21 muertos y 50 heridos. Afortunadamente, no lograron asesinar a Uribe, quien como prometió, después de ocho años en la presidencia, dejó a las Farc prácticamente derrotadas.
Con el triunfo de Uribe en las urnas lo que los colombianos dejaron claro es que no estaban dispuestos a entregar el país a la narcoguerrilla comunista, si se querían tomar el poder lo iban a tener que hacer ganando la batalla, porque los colombianos habían elegido a un hombre que prometía combate frontal y no ceder un milímetro. Uribe, el fenómeno político, no tuvo que mentir, dijo abiertamente que los perseguiría y acabaría con ellos, convenció a los colombianos y cuando lo eligieron cumplió su promesa.
Muchas de las actuaciones del presidente son polémicas, un hombre más “cauto” o “tibio” nunca las hubiera llevado a cabo. Pero son esos hechos precisamente los que permitieron la derrota de las Farc y convirtieron a Uribe en un personaje infinitamente admirado y querido, Uribe termina la presidencia con un 80% de favorabilidad.
La recuperación del país empezó desde Bogotá, los alrededores de la capital y las principales ciudades de Colombia estaban tomados por las Farc. También fue prioridad sacar a las Farc de las regiones con mayor importancia para la actividad económica del país, al tiempo que se recuperaron las principales carreteras de Colombia.
La ofensiva militar fue implacable, se llevó a cabo una política de “decapitación”, más de una docena de cabecillas de las Farc fueron dados de baja. Dejar a la organización terrorista sin muchos de sus líderes fue un gran acierto del presidente Uribe. Con el carácter para hacer lo que se debe hacer, aún cuando eso le significa meterse en problemas graves, Uribe incluso bombardeó un campamento de las Farc en Ecuador, dando de baja a “Raúl Reyes”, en ese momento el número dos del grupo terrorista.
Las Farc se fueron desarticulando fruto de la poderosa ofensiva dirigida por Uribe, sus cabecillas fueron desapareciendo no solo por el accionar directo de las Fuerzas Militares sino también por las recompensas que ofrecía el Gobierno. Por ejemplo, Iván Ríos, jefe del Bloque Central de las Farc y miembro del Secretariado, fue asesinado por su jefe de seguridad, quien enviaría a las autoridades la mano del cabecilla como prueba para cobrar la recompensa ofrecida por el Gobierno Uribe.
Además de que se iban quedando sin sus cabecillas, la ayuda de los EE. UU. permitió que la inteligencia de Colombia consiguiera la capacidad para interferir sus comunicaciones, en muchos casos imposibilitando el dialogo entre los cabecillas y subalternos así como entre los diferentes frentes, por lo que no tenían cómo coordinar una estrategia.
Según la ARN, entre 2002 y 2010, durante la presidencia de Uribe, se desmovilizaron 17.348 guerrilleros, 2.980 del ELN y 14.368 de Farc. Las Farc terminaron escondidas en las zonas fronterizas y acampaban incluso en Ecuador y Venezuela, pero hasta allá llegó el Ejército en el marco de la “seguridad democrática” instaurada por Uribe.
Además de la mano dura, de cumplir lo que prometió sin importar que eso le ocasionara problemas con las organizaciones de derechos humanos y la izquierda internacional que lo acusaba de “guerrerista”, el presidente Uribe entiende perfectamente el poder del lenguaje. La izquierda siempre insiste en el lenguaje e intenta modificarlo a su antojo porque sabe de su importancia, la derecha en general no le presta atención a esos asuntos, pero Uribe lo tiene claro y su estrategia no solamente fue militar sino también retórica.
Desde que Uribe llega al poder Colombia vuelve a llamar a las cosas por su nombre y se cae el manto romántico con el que se cubrían los terroristas. Como debió ser siempre, se deja de hablar de “conflicto” para hablar de “guerra contra el terrorismo”. Es que no se puede igualar a un militar que defiende a su pueblo con un terrorista. La palabra “guerrilla” también se dejó de usar, además de que para algunas personas la palabra evoca una especie de romanticismo, es mucho más preciso referirse a las Farc como narcoterroristas. Además, el Gobierno Uribe consiguió que EE. UU. y la Unión Europea incluyeran a las Farc en sus listas de terroristas.
El presidente Álvaro Uribe Vélez es un fenómeno político sin precedentes en la historia de Colombia y de toda la región, un hombre al que no le importa meterse en problemas molestando a los izquierdistas del mundo entero, demostró una y otra vez que su prioridad es la seguridad de Colombia y la lucha contra el terrorismo.
Pero Uribe no solo tiene el carácter que le permite hacer lo que se debe hacer, sino que además, a pesar de todos los ataques que se le han hecho y del odio que le tienen muchos medios de comunicación, es increíblemente querido, un hombre absolutamente carismático, terminó su Gobierno con un 80% de favorabilidad.
No han tenido las Farc un enemigo tan grande, Uribe es un fenómeno político sin precedentes, quién sabe cuándo volvamos a ver un político con semejante nivel de entrega al país, con tal carácter y al tiempo con la habilidad para conquistar a millones. Es evidente por qué hoy buscan su muerte política.