Que Iván Márquez, Jesús Santrich y “el paisa”, los grandes cabecillas de las FARC, salieran en un vídeo dejando claro que están en armas, que no hay ninguna “paz” en Colombia, y que van a seguir delinquiendo, no es malo para el país. Por lo menos ahora todos saben la verdad. Ya era hora de que los mismos delincuentes dejen claras las cosas a los colombianos que aún siguen en estado de negación y a los que intencionalmente -por cuestiones de dinero- insisten en que el acuerdo de La Habana funcionó.
La opinión publicada es diferente a la opinión pública. Una cosa es lo que piensa la mayoría de los colombianos y otra es lo que dicen en los grandes medios de comunicación muchos periodistas. Aunque los hechos muestran, hace mucho, que el acuerdo de La Habana solo sirvió para poner a 10 guerrilleros en el Congreso y convencer a una parte de la población de la idea absurda de que la violencia no es culpa de quien empuña el fusil, sino de la “extrema derecha”, al presidente Iván Duque le quedaba muy difícil combatir de manera frontal a los guerrilleros con los medios diciendo que Colombia está en paz.
Seguirán -muchos periodistas- amplificando el mensaje dado por Márquez en el vídeo, “volvieron a las armas porque el Gobierno incumplió los acuerdos”, pero ya no hay manera decente de negar que las FARC, las mismas de siempre, con los mismo cabecillas, siguen matando y delinquiendo.
Ahora la “pelota” ha quedado del lado del presidente. Ellos ya hicieron el pase, han salido públicamente a decir que siguen siendo un grupo terrorista. Duque tiene que decidir si pasa a la historia como el presidente que permitió que las FARC se acabaran de adueñar del país o si se hace un lugar al lado de Álvaro Uribe Vélez y queda grabado en los anales de la historia como quien frenó la destrucción de Colombia.
Y es que hay que recordarle al presidente, que aunque sea injusto, en unos años nadie va a decir “la Corte Suprema liberó a Santrich para que volviera a la selva a delinquir” o “la JEP permitió que violadores de niños se sentaran a hacer las leyes del país”, lo que todo el mundo va a decir es: Iván Duque dejó que Santrich, Márquez y los demás cabecillas de las FARC quedaran libres, humillaran a todos los colombianos sentándose en el Congreso, y luego siguieran con su negocio sin que nadie los enfrentara.
Ahora bien, lo que viene no es fácil. No fue cosa menor lo que tuvo que enfrentar Álvaro Uribe Vélez cuando llegó a la presidencia con la promesa de combatir a unos guerrilleros que estaban a punto de tomarse hasta la capital del país. Pero además de todas las hectáreas de coca -y el dinero que eso representa-, de tener representación en el Congreso y su propia justicia, hoy las FARC anuncian una nueva estrategia, un plan de terror que solo puede enfrentar alguien con nervios de acero y voluntad de héroe.
“Esta insurgencia no se levanta de las cenizas como el ave fénix para seguir operando en las profundidades de la selva remota. El objetivo no es el soldado ni el policía, el oficial ni el suboficial respetuosos de los intereses populares; será la oligarquía”, dijo Márquez en el discurso de esta semana.
Esto lo que quiere decir es que ya no se enfocarán en la guerra de guerrillas en el monte, ahora amenazan a la población civil.
¿Qué es la oligarquía para las FARC? Hablan de empresarios y gente reconocida en la sociedad, pero también de la gente del común que va al Centro Comercial Andino en Bogotá, de quienes almuerzan en un buen restaurante. En general, hablan de terrorismo urbano, asunto en el que el ELN es experto, no es casual que Márquez diga que ahora las FARC trabajarán en conjunto con esa guerrilla.
Su objetivo es que nadie se sienta seguro, que en las ciudades la gente tenga miedo de salir, y que el descontento aumente, lograr -con ayuda de los periodistas y opinadores que insistirán en que las muertes no son culpa de los asesinos sino de quienes se niegan a arrodillarse- tumbar a Duque, que la izquierda llegue al poder.
En su discurso Marquez dice que la única forma de “construir la paz sobre estas ruinas taciturnas” es con la “instalación en el palacio de Nariño de un Nuevo Gobierno”.
¿Cómo va a reaccionar el presidente Duque si las FARC cumplen sus amenazas y se dedican al terrorismo urbano? Cómo va a manejar el descontento popular y cómo las opiniones de los periodistas diciendo que lo que ocurre es culpa suya por no “cumplir con los acuerdos”. Si se se amilana, si retrocede, habrá perdido.
Y la estrategia de las FARC de causar terror en las ciudades y con eso aumentar el descontento respecto al presidente viene acompañada de debilitar la economía atacando la inversión, amenazando a los empresarios.
Dijo Márquez lo siguiente: “la única impuestación válida será -siempre en función de la financiación de la rebelión- la que se aplique a las economías ilegales y a las multinacionales que saquean nuestras riquezas”.
Con respecto a los empresarios colombianos aseguran que “priorizarán el dialogo para buscar por esa vía su contribución al progreso de las comunidades rurales y urbanas”.
El presidente debe prepararse para lo que viene, tienen claro que quieren debilitar la economía, generar miedo y descontento social, y aprovechar el discurso ya bastante popular de que la guerrilla sigue viva por culpa de la derecha. Preparan coctel que les puede dar resultados.
La salida con los guerrilleros solo es una, han dejado claro -siempre, no solo ahora- que no van a parar hasta tener el poder. De modo que solo hay dos opciones, combatirlos o darles el poder y morirnos de hambre en el socialismo.
Esto no quiere decir que no se pueda negociar con quienes quieren rendirse, tampoco quiere decir que hay que atacar a quienes ya dejaron las armas, y no significa que haya que negarse, por ejemplo, a una justicia transicional que se encargue de juzgar a los exguerrilleros. Todo esto es posible pero debe hacerse de la manera correcta, sin humillarse, sin entregarles el país.
No es fácil, pero se puede. Ya una vez lo hicimos. Las FARC con las que se enfrenta Juan Manuel Santos, después de dos periodos de seguridad democrática de Uribe sí que eran un grupo residual y completamente debilitado. El presidente Duque debe llenarse de coraje, la mayoría de colombianos lo apoyaremos y le agradeceremos, así como seguimos agradeciendo lo que hizo Uribe en su momento.