Rappi es la primera empresa colombiana que llega a ser considerada un “unicornio”. Se le llama así a aquellas empresas nacientes que durante su proceso de “levantamiento de capital” logran superar los USD $1.000 millones. En toda Latinoamérica solo hay 11 “unicornios”.
La app para móviles tiene diferentes características que la han convertido en un éxito. Es una idea innovadora desarrollada gracias a una plataforma de fácil uso. El objetivo es conectar a personas (usuarios de la app) con productos y servicios usando tecnología y una logística de entrega muy particular.
Rappi es muy atractiva para el consumidor porque a través de la app es posible conseguir casi cualquier cosa, se puede hacer pedidos a restaurantes, farmacias, solicitar un servicio de cerrajería o lavandería, comprar maquillaje o ropa, e incluso, si no quiere ir al cajero, le llevan dinero en efectivo y se lo descuentan de su tarjeta.
La idea es simplemente maravillosa, sin embargo, el éxito de la app tiene otro ingrediente fundamental: la logística de entrega que escapa de las regulaciones laborales.
Los problemas de un mercado laboral lleno de regulaciones
Desde hace muchos años los economistas liberales han insistido en los efectos nefastos -tanto para los empresarios como para los empleados y toda la sociedad- que traen las regulaciones en el mercado laboral.
Entre más difícil sea despedir a un empleado más difícil será contratarlo. Si por las regulaciones laborales impuestas por el gobierno de turno hay que pagar sumas elevadas cuando se despide a un trabajador, el empresario tendrá que ser muy cuidadoso a la hora de contratar y las oportunidades de empleo serán menores, sobre todo para los más pobres.
Si el empleador pudiera despedir fácilmente a sus empleados, sin meterse en problemas legales por “despido injustificado” y sin tener que pagar indemnizaciones costosísimas, podría darle la oportunidad de trabajar a personas que incluso no tienen experiencia comprobada o credenciales, pero que podrían ser muy buenos trabajadores.
Es sencillo, si no resulta buen trabajador se despide y ya, pero si es casi imposible despedir, el empresario tendrá mucho cuidado a la hora de contratar, dejando sin oportunidad a muchos, sobre todo a los menos favorecidos, los que no tienen experiencia o estudios certificados.
Las abrumadoras leyes en el mercado laboral también son las culpables de que muchos empleados se vuelvan vagos y malos trabajadores porque saben que para su jefe es muy costoso despedirlos. Recientemente un empresario me contaba que no puede despedir a uno de sus empleados más antiguos -quien se ha vuelto un inútil- porque la indemnización que debe pagarle es tan elevada que le sale más barato mantenerlo, incluso cuando no hace nada, que despedirlo.
En general, que no se permita la fácil movilidad laboral hace que la sociedad en conjunto pierda. Las empresas serían mucho más productivas si no tuvieran que mantener vagos y pudieran ensayar fácilmente hasta encontrar el empleado indicado. Empresas más productivas significa bienes y servicios mejores y más baratos que benefician a todos los consumidores.
La regulación laboral también hace referencia a otros asuntos que igualmente dificultan la creación de empleo. Los costos laborales no salariales, como las primas, salud, parafiscales, todo lo que tiene que pagar la empresa que no es la remuneración directa, hacen que el empresario desista de contratar a alguien. Muchas personas estarían dispuestas a trabajar aunque no les pagasen todas estas cuestiones, sin embargo aunque quieren, no lo pueden hacer, porque el Estado le prohíbe al empleador contratar a alguien sin pagarle salud y demás.
El salario mínimo -ya hemos explicado en varios artículos el terrible daño que causa a los más pobres- también es una de las principales regulaciones que, por el daño que causa, debe ser eliminada.
Rappi logró escapar de las regulaciones laborales en Latinoamérica
Gracias a su logística de entrega, que como decía antes es una de las claves del éxito de esta empresa, Rappi logró escapar de la regulación del mercado laboral, beneficiándose y beneficiando a toda la sociedad, pero especialmente a miles de personas de escasos recursos, sin estudios y sin experiencia.
Los domiciliarios de Rappi, quienes se encargan de entregar al consumidor el pedido hecho a través de la app, no tienen un contrato laboral con la compañía, no están vinculados formalmente; trabajan al estilo de los conductores de Uber.
Los rappitenderos -como se le conoce a estos domiciliarios- ingresan a una aplicación, miran los pedidos que han hecho los usuarios, y eligen hacer el domicilio que quieran. No tienen horario ni deben cumplir metas, trabajan cuando quieren y escogen los pedidos que deseen.
Rappi no tiene que lidiar con todo lo que implica la contratación formal de un trabajador, no hay un vínculo laboral formal porque los domiciliarios no están subordinados ni cumplen horarios, entonces la empresa no sufre pagando indemnizaciones por despido, no deben pagar salario mínimo, ni prima, si salud, ni las demás obligaciones que imponen las regulaciones.
Como lograron escaparse de esas regulaciones pueden darle la oportunidad a muchas personas que seguramente si no existiera Rappi estarían desempleadas o ganando muy poco en el “rebusque”.
En Colombia muchos rappitenderos son jóvenes venezolanos que no tienen ni diplomas ni experiencia. A pesar de eso, en Rappi encontraron trabajo. Para ser rappitendero solo se debe realizar un curso para aprender a manejar la aplicación, eso es todo.
La compañía puede darles la oportunidad de que trabajen porque si lo hacen mal, se roban algo o no cumplen con un pedido acordado, fácilmente se les puede negar el acceso a la plataforma sin lidiar con problemas legales o indemnizaciones.
Pero, además, en Colombia y demás países de la región, contratar a un joven sin estudios, sin experiencia certificada y sin referencias -como muchos venezolanos que trabajan en Rappi-, sería imposible si el Estado obligara a pagar el salario mínimo más prestaciones y demás costos no salariales.
Como lo han afirmado en varias ocasiones los creadores de Rappi, si los obligaran a pagar salario mínimo y seguridad social, su empresa no sería viable y tendrían que despedir a muchos empleados.
Según un joven rappitendero entrevistado recientemente en una nota del Miami Herald en un buen día puede hacer 75.000 pesos, eso es alrededor de USD $23, lo que quiere decir que mensualmente puede llegar a ganar casi tres veces el salario mínimo colombiano. Esta es una muestra más de que no es cierto eso de que si al empresario no se le obliga a pagar un sueldo mínimo terminará pagando miserias a sus empleados. Sucede todo lo contrario: hay que eliminar regulaciones para que los salarios aumenten.
Los rappitenderos ganan dinero por cada domicilio que hacen, quienes hacen pocos domicilios ganan poco, y quienes se esfuerzan en mayor medida, ganan más. Eso beneficia a la empresa, que no tiene que lidiar con empleados poco productivos, que no hacen nada porque saben que su jefe no los despedirá, pero también beneficia al consumidor. Hay empresas similares a Rappi, pero una de las quejas constantes es que los domicilios tardan mucho, eso es porque no tienen el sistema de incentivos que maneja esta compañía unicornio.
Entre más rápido hagan el domicilio más servicios podrán hacer y más dinero ganarán. También hay un sistema de calificación, si el rappitendero se tarda mucho en varios domicilios, su calificación será baja y eventualmente podrá ser bloqueado su acceso a la plataforma. Con un contrato formal de trabajo todo sería distinto.
Entre más libre sea el mercado, mayor productividad y menos desempleo habrá
Rappi, el único “unicornio” colombiano, es la muestra perfecta de lo que puede llegar a lograr una empresa si no es estrangulada por las regulaciones que se inventan políticos que nada saben de economía. Pero sobre todo es la muestra de cómo, entre menos regulaciones haya, más empleo se crea e incluso los menos favorecidos pueden vincularse al mercado laboral.
Es por eso que los países más libres, con menos regulaciones, son también los países más prósperos.