La semana pasada uno de los periódicos más leídos de Colombia publicó una nota titulada “Presos políticos de las FARC en Cali levantaron huelga de hambre”. Así, sin ninguna vergüenza, los delincuentes de esa guerrilla, que están tras las rejas, son llamados “presos políticos” por El Espectador.
Un preso político es una persona que es privada de su libertad por tener ideas que ponen en riesgo al sistema político establecido. Eso implica que la condena de dicha persona es una violación a los derechos humanos. Así las cosas, en Colombia, los asesinos de las FARC son las víctimas. Están en la cárcel por pensar diferente.
Y como no son asesinos despiadados sino intelectuales con ideas políticas diferentes, a los que la oligarquía colombiana los obligó a empuñar las armas, ya dan conferencias en diferentes eventos, incluso internacionales.
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Por ejemplo, el máximo líder de las FARC, alias Timochenko, estuvo hace poco en Oslo participando en un foro sobre resolución de conflictos. Vergüenza debería darle a los organizadores de ese evento invitar a un criminal de semejante calaña. Debe ser que la gente en Noruega, que además le mandó avión privado para que viajara como una estrella de rock, desconoce los abominables crímenes llevados a cabo por este sujeto.
Pero no solo es cuestión de ignorancia. En Colombia, donde es ampliamente conocido el historial de estos señores, también son importantes conferencistas. En la más reciente feria del libro en Bogotá, varios de los más sanguinarios guerrilleros hablaron ante los asistentes al tradicional evento. Y esta semana, en medio de un silencio cómplice y cobarde de la sociedad colombiana que ya parece acostumbrarse a la tragedia que vivimos, alias Andrés París, uno de los jefes de esa guerrilla, fue invitado a dar una charla en un colegio en Bogotá.
¿Qué le habrá enseñado este criminal a los niños del Colegio Sagrado Corazón de Jesús Bethlemitas? ¿Por qué los profesores y directivas del colegio no le avisaron a los padres? ¿Por qué la sociedad colombiana, en conjunto, no ha salido a manifestar la indignación que produce este suceso?
Lo que está pasando en Colombia es una tragedia. De la mano de Juan Manuel Santos, el hombre con el ego más grande que yo jamás haya conocido, las FARC, increíblemente, han conseguido que los colombianos vayan perdiendo la memoria. Una de las tácticas que han usado es lo que yo llamo “la carta de superioridad moral”.
Durante la época del plebiscito, a quienes nos oponíamos al acuerdo Santos-Farc nos llamaban “enemigos de la paz”, eso desde luego a nadie le gusta. Como tampoco a nadie le agrada que le digan que es un guerrerista, que es un odioso incapaz de perdonar o que no le interesa el bienestar de los más pobres que son, a su vez, los más afectados por el conflicto. Mejor dicho, en Colombia si usted se opone a ese acuerdo, “insensible” es el calificativo más amable que le pueden otorgar. Es un desalmado y deberá ser señalado.
Mucho menos se le puede ocurrir a alguien quejarse de que estos señores sean importantes conferencistas, si lo hace es porque usted no ha entendido que es necesario perdonar para lograr la paz. Además, a los colombianos se nos ha vendido la idea de que los guerrilleros de las FARC fueron arrastrados y prácticamente obligados a delinquir.
Increíblemente, a pesar de que estos señores son los peores asesinos que alguien se pueda imaginar, a pesar de haber cometido crímenes atroces como estallar una iglesia en la que se refugiaban mujeres y niños, la propaganda de Santos y las FARC ha funcionado. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia hoy tienen un 15 % de favorabilidad y han llegado incluso al 19 %, además van a tener un partido político, son conferencistas en colegios de monjas y sus guerrilleros encarcelados son “presos políticos” según los medios de comunicación.
Fuente: Encuesta Gallup. Junio 2017
Lo que está sucediendo en nuestro país es una vergüenza pero, sobre todo, es una tragedia. En Colombia hay una mayoría silenciosa, que creo (ojalá no me equivoque) entienden que las cosas van muy mal, pero no se atreven a hablar, evitan ser llamados guerreristas, reaccionarios, enemigos de la paz y demás términos inventados por la izquierda que apoya ese acuerdo nefasto.
Hay una minoría que con valentía denuncia que si ese acuerdo Santos-Farc no se echa para atrás el país caerá en desgracia. Y hay otro grupo minoritario pero bulloso y descarado, como son siempre los socialistas, al que hay que frenar.
Entre más duro digamos las cosas como son, más gente empezará a salir de esa mayoría silenciosa para llamar por su nombre a los asesinos de las FARC, para cuestionar a los medios de comunicación “enmermelados” que se prestan para hacerle el juego a unos delincuentes, pero sobre todo para frenar la caída del país en el abismo del socialismo en el que las FARC lo quieren hundir, porque como abiertamente lo han dicho sus líderes, ellos no se han desmovilizado solo van a cambiar de estrategia.
Si no frenamos esto ya, en poco tiempo las FARC van a ser recordadas como un grupo de valientes filántropos, van a tener un partido político poderoso y Colombia va a terminar como Venezuela.
15% de aprobación no es poco, las FARC están ganando terreno a pasos agigantados.