
En Latinoamérica es común escuchar gente diciendo que somos pobres porque los malvados Españoles nos expoliaron durante años. Que como se llevaron todo el oro que pudieron, quedamos condenados al estancamiento. Habría que preguntarle a quienes afirman tales cosas, ¿por qué entonces ni un solo país europeo cayó en la miseria después de que perdió las colonias? o ¿Cuál es la razón para que aquellos países que no tuvieron colonias salieran adelante y superaran, por mucho, el nivel de riqueza de Latinoamérica?
- Lea más: En defensa del 1 % más rico: castigar la riqueza no ayuda a los pobres
- Lea más: La gran farsa del estudio de Oxfam sobre la riqueza mundial
Quienes le siguen echando la culpa de nuestras tragedias a los colonizadores parecen no entender que el oro no es más que un medio de cambio. ¿Por qué los indígenas en Latinoamérica, a pesar de disponer de tanto oro, no tenían todos los inventos que había en España para esa época? Pues porque del oro no salen fábricas, o bienes y servicios deseables. Entonces, sin justificar el robo al que los indígenas fueron sometidos, es claro que no es esa la causa de que Latinoamérica no sea tan próspera como otras regiones.
Otra hipótesis, errada también, asegura que la riqueza tiene relación con los recursos naturales. Sin embargo, este mito se cae con la evidencia de países como Suiza, que sin salida al mar y con un terreno cultivable escaso que, debido al largo invierno, apenas da frutos cuatro meses al año, ha logrado posicionarse entre los países más ricos.
¿Cuál es, por ejemplo, la diferencia entre Colombia y Alemania? ¿Por qué los alemanes lograron acaparar mayor riqueza que los colombianos?
La respuesta es ahorro; capitalización. Es ahí en donde se encuentra la clave de la riqueza de una nación. Sacrificar consumo presente por futuro, sabiendo que tal renuncia permitirá, más adelante, consumir mayores cantidades y disfrutar de un bienestar superior.
Los países pobres, sin excepción, son aquellos en donde la acumulación de capital es escasa, no ha habido ahorro y por lo tanto no hay bienes de capital. La estructura productiva es cortísima, casi toda la producción se destina al consumo inmediato. En los países ricos, por el contrario, gran parte de los recursos están destinados a producir bienes que serán consumidos en el largo plazo. Hay una gran acumulación de capital porque el ahorro así lo ha permitido.
Desde luego que además de haber ahorro, es necesario que haya un ambiente propicio para que se pueda invertir de la manera adecuada. Es indispensable, por ejemplo, que se respete la propiedad privada. Si en una sociedad la gente no está segura de que puede conservar sus pertenencias es muy difícil que quiera postergar su consumo. También debe haber una buena moneda si la inflación en un país es galopante al infinito, como lo es en Venezuela, la gente no ahorrará, en tanto que sabe que lo más conveniente es gastarse su dinero en cuanto sea posible. Se necesita, en concreto, capitalismo para poder invertir el ahorro.
Ahora bien, después de identificar el ahorro y la capitalización como causante de la riqueza de las naciones, podría uno pasar a discutir por qué algunas naciones son más ahorradoras que otras. Y es en este punto donde se hace evidente que la riqueza tiene una estrecha relación con la forma en la que uno ve la vida, tiene que ver con valores. Hay sociedades con valores culturales y religiosos que son más propicios para el ahorro y que alejan a las personas de la idea de que lo único que importa es el presente.
La importancia de estos valores que permiten crear fortunas, es tal vez más fácil de entender cuando se hace un análisis de manera individual. Las personas que salen adelante, que logran superar la pobreza en la que nacieron, son en extremo ahorradoras y trabajadoras. Solo para contar una anécdota al respecto, hace poco leí una entrevista que le hicieron al dueño de Arturo Calle (una tienda de ropa muy exitosa en Colombia) y este empresario de origen humilde contaba que cuando era joven no tenía novia porque no quería gastar dinero invitándola a salir. Y esta historia se repite una y otra vez, quienes logran salir de la pobreza, sin hacerle daño a nadie, son personas con valores que les permiten entender la importancia del largo plazo.
Pero esta concepción “largoplacista” de la vida no solo hace referencia a ser “tacaño” y no gastar dinero, también tiene que ver con todas nuestras actuaciones, con cómo se gasta el tiempo, por ejemplo. Hace poco escuchaba a Bill Gates diciendo “no me di un solo día libre en durante todos mis veintes”. Y todos estos valores y costumbres se refuerzan en la familia y se transmiten de padres a hijos. Es normal, por ejemplo, que en familias de escasos recursos no exista la cultura del ahorro y que en general no se piense en el largo plazo. Mientras que en familias con más recursos es más común que los padres le inculquen a sus hijos la costumbre de postergar el consumo y de invertir bien su tiempo.
Las grandes fortunas se construyen ahorrando, y un país de hombres ahorradores es un país rico. Desde luego no quiero decir con esto que todo el que sea pobre es un malgastador sin visión, por eso anotaba anteriormente que además del esfuerzo se necesita un ambiente adecuado. En Cuba la gente es pobre porque simplemente no es posible ser rico en el socialismo, a menos de que seas el tirano al mando o uno de sus amigos. Pero lo que sí está claro, y esto incluso en países con condiciones no tan buenas, en países no tan capitalistas, es que para salir de la pobreza la clave es el ahorro; la capitalización.
Por último, no se vale decir que hay quienes son tan pobres que no tienen cómo ahorrar. Nuestras naciones las construyeron hombres que vivían en chozas y prácticamente sólo tenían para subsistir, aún así lograron postergar consumo presente y capitalizarse poco a poco. Siempre es posible ahorrar. Siempre es posible, y bueno, pensar en el futuro.