Una de las preguntas más frecuentes que se hacen los colombianos es: ¿por qué, si los precios del petróleo están por el piso, el de la gasolina sigue alto? El precio de la gasolina en Colombia no está determinado por el mercado; es el resultado de una fórmula que, según el Gobierno, permite blindar a los ciudadanos de la alta volatilidad de los precios internacionales del crudo.
Es por esta razón que, aun cuando baja el precio del petróleo, el de la gasolina no disminuye en igual cuantía.
El precio de la gasolina, en nuestro país, depende de cuatro componentes:
1. Ingreso al productor de la gasolina motor corriente
Este es el valor que el Gobierno le paga a las refinerías por transformar el petróleo en gasolina corriente sin oxigenar (sin adicionarle alcohol carburante). Es el componente más importante, representa el 51% del valor final de la gasolina.
2. Ingreso al productor de la gasolina oxigenada
Es el valor que se paga para que la gasolina sea mezclada con alcohol carburante. Este es el componente menos importante de la fórmula. Representa alrededor del 7% del precio final.
3. Márgenes de comercialización y otros gastos
Los márgenes de comercialización son los pagos que se le hacen a los distribuidores. Y entre otros gastos se incluyen los de transporte. Este componente es aproximadamente 16% del precio de la gasolina.
4. Impuestos
El 26% del precio de la gasolina son impuestos. Están el impuesto territorial y el impuesto nacional (cada uno de 13%).
Ahora bien, el ingreso al productor es determinado cada mes por el Ministerio de Minas y Energía. Que para tal fin tiene en cuenta aspectos como la tasa de cambio, gastos de transporte, seguros, fletes y fundamentalmente, el comportamiento del precio internacional del petróleo.
Así las cosas, solo uno de los componentes del precio final de la gasolina que pagamos los colombianos está atado al comportamiento del precio internacional del petróleo (el ingreso al productor de gasolina corriente). Y más de la cuarta parte del precio final son impuestos. Es por esta razón que, aun cuando veamos el crudo desplomarse, la gasolina solo tiene una tímida bajada.
En la siguiente gráfica se observa el comportamiento del precio internacional del petróleo. A finales de 2014 e inicios de 2015, este presenta una dramática caída de casi 50%. Para el segundo trimestre del mismo año se observa un repunte, llegando a alcanzar los US$60. Sin embargo, esta recuperación fue momentánea, y a la fecha el precio del barril de petróleo ronda los $30.
Si bien en la gráfica del precio de la gasolina corriente para Bogotá, se puede ver un comportamiento similar al del precio del petróleo, la disminución en el valor de la gasolina, cuando cae el del crudo, es mucho menor. Como ya dijimos, el comportamiento de los precios internacionales del petróleo afecta a uno solo de los componentes del valor final de la gasolina.
El ejemplo más dramático de cómo el Gobierno nos impide disfrutar de los beneficios de la caída del precio del petróleo lo encontramos en el periodo comprendido entre finales de 2014 e inicios de 2015. El precio internacional del crudo cayó casi 50%, pasando de $100 a un poco menos de $50 por barril. Sin embargo, la gasolina en nuestro país solo reportó una reducción de alrededor del 12,5%. El galón pasó de COL$8,580 en octubre del 2014, a COL$7,500 en abril de 2015.
Las ansias confiscatorias del Estado hacen que en Colombia no podamos ver los beneficios de la caída del precio del crudo. Si los impuestos a la gasolina se eliminaran, el precio de esta disminuiría en más de 25%. Para ser más claros, pasaría de COL$7.700 (precio de referencia de venta en Bogotá para febrero de 2016) a COL$5.700 por galón.
La causa del alto precio de la gasolina usualmente se desconoce. La gente suele ignorar la tan alta carga tributaria que posee este producto, ya que es una especie de “impuesto escondido”. Y en este tipo de tributaciones son expertos los políticos, su objetivo es reducir al máximo la visibilidad de la expoliación a la que somos sometidos los ciudadanos.
Lo que sucede en general con todos los impuestos indirectos, como el de la gasolina, es que como el precio de venta del bien incluye el tributo, es usual que los compradores no distingan qué parte de lo que pagan va al productor y cuál termina en manos del Gobierno.
De otro lado, existe un mito respecto a la gasolina: es el de que el precio de este bien afecta solo a la clase alta y media. Y que en consecuencia, gravarlo con altos impuestos es una buena forma de redistribuir el dinero desde los ricos hacia los menos favorecidos.
Quienes afirman tal cosa han olvidado que todos, desde el más pobre hasta el más rico, necesitamos transportarnos, sea en carro propio o en transporte público. Pero además, que cada uno de los bienes que consumimos ha incluido dentro de sus diferentes fases de producción el uso de medios de transporte, por lo que un aumento del valor de la gasolina conlleva a un incremento del costo de producción de todos los bienes.
Lo que alienta a los empresarios a invertir y crear empleo son los márgenes existentes entre los costos y los precios. Si aumentan los costos, vía impuestos, lo que se logra en realidad es desincentivar la inversión y con ello aumentar la tasa de desempleo (sobre todo de los menos calificados).
Los impuestos que a simple vista parecen afectar solo a los empresarios son una pérdida que al final se traslada a los consumidores. Los dueños de empresas, al ver disminuido su margen de ganancia, buscarán reducir costos con medidas como el despido de mano de obra. De modo que exigir que bajen los impuestos es sensato y correcto. El impuesto a la gasolina, que de manera disimulada nos cobra el Gobierno, perjudica a toda la sociedad, tanto vía aumento de precios, como por incrementos en la tasa de desempleo.
Es importante aprender a ver más allá de lo evidente. El impuesto a la gasolina no solo afecta a quienes poseen un vehículo privado, sino a todos los ciudadanos. Pero además, debemos caer en cuenta de que usualmente nos quejamos del alto precio de diferentes bienes y servicios, y asumimos que la culpa es de los empresarios, cuando en muchos casos la causa de la carestía son los impuestos elevados que impone el Gobierno o la descarada protección a algunas empresas, que impide la competencia y por lo tanto eleva los precios.
En conclusión, los colombianos no disfrutamos de los beneficios de la caída del precio internacional del petróleo, porque el precio final de la gasolina está determinado en gran medida por los impuestos. La alta carga impositiva (26%) hace que la caída del precio del crudo sea casi irrelevante para el valor de la gasolina.