Desde los primeros discursos de campaña de la actual presidenta de la República, y durante este Gobierno, el tema de la “desigualdad” ha estado siempre presente. Con la intención de “equilibrar la cancha”, el Gobierno encabezado por Michelle Bachelet ha querido aplicar una reforma tributaria, educacional y laboral, a pesar de que muchos expertos —provenientes de todos los sectores— han visualizado malos resultados.
Sin ser esto suficiente, se plantea un proyecto de ley para la “Reforma Tributaria” que, de ser aprobado, golpearía fuertemente a las pequeñas y medianas empresas (Pymes). Con este proyecto de ley, cerca de 40 mil PYMES podrían terminar pagando un impuesto global de un 44,5%, en lugar de un 35% —este último acordado hace un año.
A los pequeños y medianos empresarios —a diferencia de las grandes corporaciones— no les es posible conseguir financiamiento en bancos en el extranjero, por lo que se ven forzados a conseguir créditos en bancos locales, cuyas tasas de interés son más altas. Debido a esto, sus ganancias obtenidas suelen convertirse en su único medio para financiar nuevos proyectos. Pero con esta subida de impuestos, el Gobierno le estaría poniendo la soga al cuello a las pequeñas y medianas corporaciones.
Al aprobarse este nuevo proyecto, las Pymes tendrían que someterse a las duras condiciones de los banqueros locales, junto a sus altísimas tasas de interés, impidiéndoles aún más la innovación, crecimiento y su capacidad para mejorar.
Aquí es donde debemos preguntarnos: ¿sacrificaremos el emprendimiento para implementar políticas improvisadas? ¿Sacrificaremos algo que genera riqueza y oportunidades de trabajo?
¿Sacrificaremos la principal arma contra las colusiones y los “poderosos de siempre” (grandes empresarios)? ¿Sacrificaremos una de las mejores armas contra la desigualdad?
El “emprendimiento”, una de las principales herramientas para erradicar la pobreza, se va a terminar volviendo un infierno. Y este no sólo crea mejores productos y servicios más asequibles, sino que también crea empleo y riqueza a lo largo del país.
[adrotate group=”7″]El mercado suele ser acusado de que comete errores y de que permite abusos por parte los más privilegiados hacia los más débiles. Y claramente se han cometido abusos por parte de empresarios. La pregunta es, ¿cómo logramos que estos abusos disminuyan?
El mercado es en sí no es perfecto, pero con más regulaciones e impuestos más altos, este se vuelve aun más imperfecto.
Aquí podemos ver otra contradicción en este Gobierno, cuando su mensaje es querer quitarles privilegios a los “poderosos de siempre” con una reforma que se transformará en una aliada perfecta solo para estos últimos; transformando, de esta manera, el emprendimiento en una actividad muchísimo más difícil de lo que hasta ahora ya es.
Cuando recientemente hemos tenido alertas de colusiones que afectan a los consumidores en sus bolsillos, la existencia de emprendedores se presenta como la manera más eficaz de combatir los precios altos y la formación de oligopolios, evitándonos crear regulaciones defectuosas. Pero con este proyecto de ley, los “poderosos de siempre” seguirán teniendo sus puestos privilegiados, estancando el dinamismo del progreso de la sociedad.
Con ese afán desmesurado por dar más oportunidades a través de la educación, vamos a tener profesionales incapaces de emprender nuevas empresas. Como diría Milton Friedman: “Si se privilegia la igualdad sobre la libertad, terminaremos sin libertad y sin igualdad”.