El principal problema que afronta la “súper mayoría” de los 112 diputados de la oposición venezolana, tras asumir el control de la Asamblea Nacional de ese país, es ponerse de acuerdo entre ellos. Por contraposición, la nomenclatura del PSUV, el Gobierno y sus 55 diputados, están unidos en un objetivo: no dejarse sacar del poder porque, si salen, casi todos irían a la cárcel por rateros.
Ni el Instituto Nacional de Estadística (INE), ni el Banco Central de Venezuela (BCV), ni el Ministerio de Finanzas, ni Pdvsa, ni nadie del Gobierno, suministran información; la profundidad y extensión del desperdicio y saqueo de tesoro público venezolano durante estos 17 años son de proporciones bíblicas. Más de 800 mil millones de dólares de ingresos petroleros, según estimativos conservadores, se han esfumado, y hoy el 70% de los venezolanos están bajo la línea de la pobreza.
Luego de una agitada posesión y con la ausencia de tres de sus diputados, la MUD empieza a dibujar dos corrientes principales: los “racionales”, que saben que hay que legislar de emergencia para aliviar el desbarajuste económico y prevenir la crisis humanitaria que se ven imparables y que pueden llevar a una violencia generalizada; y los “emocionales”, que quieren desmantelar el envilecido entramado chavista, llamar a un referéndum para sacar a Maduro y sentar las bases constitucionales de un nuevo sistema.
Los “racionales”, proyectivos, y los “emocionales”, energéticos, deberán congregar sus 20 facciones políticas que reúnen todo tipo de ideologías e intereses, motivadas por un solo objetivo: desembarazarse de esa fracasada aventura que a mala hora llevó a su país al borde del abismo.
En algún punto intermedio debe encontrarse la oposición inteligente, con una indefectible condición: negociar. Las primeras declaraciones del Gobierno, machaconas, vociferantes e intimidantes como se suele en este tipo de organizaciones de corte estaliniano –óigase si no a las FARC, dizque en trance de paz– dificultan cualquier posibilidad de negociación y por el contrario incitan a la confrontación: allá el PSUV y aquí, en Colombia, las FARC, aliados y amigos, hacen cuentas alegres de que “su” pueblo las respalda.
Por su parte, la MUD tiene varios actores con quienes negociar mucho o poco. El primero, los militares, cuya cúpula sindicada de corrupción y narcotráfico sabe que está atrapada entre fiscales adentro y afuera del país. El papel de los militares es y será fundamental como garantes de la seguridad; y su comandante en Jefe, el general Padrino, antes chavista y revolucionario jurado, ahora aparece como un militar serio y responsable.
Negociar unos aspectos e imponer otros es la responsabilidad de la nueva Asamblea, que aunque negocie hasta con el diablo, no impedirá que el abismo continúe aproximándose
Al final de cuentas de él depende en gran parte el futuro de Venezuela como país viable, a pesar que no es claro qué rumbo vaya a tomar con lo que se ve venir política, social y económicamente, y aunque el grueso de las Fuerzas Armadas desean un cambio de sistema, pues ellos mismos están sufriendo las desgracias de la supervivencia cotidiana en el país chavista de hoy.
Otro actor serán las disidencias chavistas, que como era de esperarse, ya están buscando un clima más benigno para sus intereses, dada la tormenta interna que los achicopala. Los “colectivos“, esos grupos armados que vociferan esgrimiendo AK-47 en defensa de su “comandante eterno” y que pueden generar un desorden público mayor, son otros jugadores con quienes negociar.
Esta esperanzadora nueva Asamblea puede remover ministros, neutralizar los decretos presidenciales con los que se ha gobernado el país y suspender tratados internacionales, capacidad de importancia geopolítica.
China debe estar preocupada pues ha invertido más de 70 mil millones de dólares en esta nación suramericana con cargo a su producción petrolera y a sus reservas de hidrocarburos, las más grande del mundo; Rusia, que tiene en Venezuela su segundo mejor cliente en la compra de armamento, después de la India, también debe estar pendiente; Cuba, que sigue sobreaguando gracias al regalo petrolero venezolano; Nicaragua y todos los países de Petrocaribe –ya en venta– que, gracias a la solidaridad revolucionaria, usufructuaron la riqueza petrolera chavista, también deben estar pensativos.
Irán, cuyo Ayatola Khamenei no cesa de gritar “¡Muerte a América!” y que encontró un gran aliado en el continente para que Hezbolá pudiera establecer una cabeza de playa en previsión de futuros complicaciones en el Oriente Medio, que ya se asoman, debe estar replanteando su estrategia de penetración en la región. Unasur, ALBA y Celac, organizaciones que poco o nada han aportado al continente como no sea burocracia, gastos y demagogia barata, también deben estar replanteándose su futuro inmediato
Colombia, que probablemente verá este año a las FARC y sus amigos controlar territorios y escalar posiciones legislativas y burocráticas, también sentirá los efectos de una legislatura liberal venezolana, empezando por la urgente reapertura de la frontera, cuyo cierre, como tantas decisiones demagógicas del chavismo, no ha servido de nada.
[adrotate group=”7″]En un sistema con una contracción económica del 10%, reservas liquidas en sus mínimos, inflación estimada entre un 300 y un 550% para este año, alza de precios de un 250%, escasez de alimentos y medicamentos de un 80%, pobreza extrema afectando el 50% de la población, un dólar paralelo a 120 veces el cambio oficial y el barril de crudo descendiendo a menos de US$35, remendar o reestructurar o negociar unos aspectos e imponer otros, es la histórica responsabilidad de la nueva Asamblea, que aunque negocie hasta con el diablo, no impedirá que el abismo continúe aproximándose este año.
No sería raro que ante el acabose que se acerca, el Ejecutivo y el nuevo Legislativo acuerden, discreta e irónicamente, recurrir al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial o al Banco Interamericano de Desarrollo para buscar remedios y vías de solución a sus fallidas panaceas socialistas. ¿O llamarán a los chinos al rescate?
Mientras se miran atentamente los primeros pasos legislativos de la oposición venezolana, Brasil, en donde la izquierda de Lula también resultó ladrona e ineficaz, empieza a complicarse.