EnglishComo dieron vuelta las cosas. Hace no mucho tiempo era yo el que me rascaba la cabeza con perplejidad. Era yo quien hacía las preguntas. Del otro lado estaban mis amigos latinoamericanos, encogiendo sus hombros con vergüenza, sin poder esbozar una respuesta lógica frente a ellas.
No podía entender cómo era posible que un hombre tan poco calificado como Nicolás Maduro pudiera permanecer como presidente de Venezuela. Y les pregunté a mis amigos argentinos cómo es que una mujer tan inestable e insensata como Cristina Kirchner fue elegida para ser presidente en dos oportunidades.
En momentos en los que venezolanos y argentinos continúan sufriendo de una crisis económica, lo que más me desconcertó fue ver a estos líderes, rodeado de sus aduladores, dedicándose a distorsionar deliberadamente los hechos de la realidad.
Escuché su autopropaganda y retórica beligerante con incredulidad. Y, por un tiempo, funcionó. La cantidad de seguidores aumentó, y se mostraban más fanáticos y leales con cada promesa.
[adrotate group=”8″]Sin embargo, como hemos visto el mes pasado, las mentiras y engaños de Maduro y Kirchner no fueron suficientes para ocultar las penurias económicas que atraviesan ambos países. Argentina, sólo por tercera vez en los últimos 32 años de democracia ininterrumpida, eligió como presidente a un candidato no peronista: Mauricio Macri. Y por primera vez desde que Hugo Chávez fuera elegido como presidente en 2002, la oposición logró una abrumadora victoria en las legislativas de Venezuela.
Irónicamente, al mismo tiempo que América Latina comienza a superar los infructuosos movimientos populista de “izquierda”, en América del Norte comienza a emerger un populismo de “derecha”. Y su líder, el magnate inmobiliario y candidato presidencial Donald Trump, está tomando prestadas tácticas utilizadas por los propios populistas latinoamericanos que alguna vez fueron objeto de burla en Estados Unidos.
Ahora yo soy quien tiene que responder las preguntas a mis amigos de Venezuela y Argentina: “¿Cómo puede ser que Donald Trump encabece las encuestas?¿Has escuchado lo que dijo hoy?¿Crees que pueda ganar?”.
Perplejo y avergonzado, me encojo de hombros sin saber muy bien qué contestar.
Peter Suderman, de la revista Reason, escribió un mordaz artículo sobre el exconductor de reality shows en el que describe a Trump perfectamente:
“Es consistentemente grosero y egoísta, y tiende a recaer en insultos y abusos cuando es desafiado. Es xenófobo e intolerante. No dice la verdad cuando se lo cuestiona por sus insultos. Su nivel de madurez es el de un bravucón de secundaria, pero con políticas menos sofisticadas”, sostiene Suderman.
La imagen mezquina de Trump frente a la cámara me recuerda a las puestas en escena que nos hemos acostumbrado a ver de de Maduro y Kirchner. Estas conductas, históricamente, han sido rechazadas por los votantes estadounidenses y consideradas inapropiadas para acceder a la presidencia. Pero a favor de Trump, cuenta con un gran tacto político y utiliza a los medios en su favor. Al igual que muchos populistas lo han hecho antes que él, identifica los miedos de la gente y los explota.
Sin embargo, hay una diferencia que vale la pena mencionar entre la personalidad de Trump y los líderes populistas en América del Sur. Trump alardea de la riqueza que obtuvo en el sector privado, un recurso muy frecuente en el discurso de Trump. Sus contrapartes latinoamericanas, en cambio, esconden su dinero, probablemente obtenido de negocios espurios durante su gestión.
Poco sabemos de las propuestas de políticas públicas de Trump, excepto por generalizaciones poco realistas en temas migratorios y en la economía. Como los populistas socialistas de América del Sur, recurre a argumentaciones falaces para defender sus “políticas”. En los casos de Maduro y Kirchner, recurrían a los “imperialistas” norteamericanos para descargar sus culpas.
Por el otro lado, Trump responsabiliza a los Gobiernos de China y México, y a los 11 millones de inmigrantes ilegales que viven en Estados Unidos (y que en su gran mayoría provienen de América Latina), por “robarse trabajos”. Acusaciones absurdas e infundadas.
Es injusto para los venezolanos y argentinos que se compare al “trumpismo” con el chavismo o el kirchnerismo. Después de todo, el primero es responsable de una larga y grave lista de violaciones de derechos humanos en Venezuela (entre otros incontables fracasos), y el segundo destruyó la economía argentina, y en el camino gastó hasta el último centavo de las reservas.
Hasta el momento, el trumpismo es sólo una retórica de campaña, no obstante los estadounidenses deberían pensar cómo resultó el populismo al sur del a frontera antes que sea demasiado tarde.