En la Venezuela de los últimos años, ser empresario se ha vuelto una labor titánica, al más puro estilo de los héroes animados, de esos que preferíamos durante nuestra niñez. Lo que les ha tocado vivir, sin ninguna duda, debe servir como lección histórica, de esas que no se olvidan.
Históricamente, la cultura empresarial en Venezuela puede dividirse en dos: la que podemos denominar mercantilista, donde a través de contactos, grupos de poder o el cabildeo, se consiguen favores de los Gobiernos de turno para posicionarse de forma más ventajosa en el mercado; y la de los verdaderos empresarios, que tienen una idea, la desarrollan con esfuerzo y logran que sea competitiva en el mercado.
El empresario mercantilista, cazador de favores, es consecuencia del sistema socialista —o en el mejor de los caso, intervencionista— de la economía, que ha imperado en nuestro país en mayor o menor medida en nuestra historia política económica.
Lamentablemente, la situación actual del empresariado en el país es crítica. Cada vez son menos los que están dispuestos a arriesgar parte de su tiempo, su capital, su esfuerzo y dedicación para sacar el país adelante. Han sufrido, como lo ha hecho toda la sociedad venezolana, los vejámenes de un sistema que no cree en la propiedad privada, donde los controles impiden que se pueda llevar una empresa eficientemente; donde el Estado supervisa qué, cómo, cuándo, a quién y en qué precio se venden los productos; cuidando que sea el precio justo, so pena de expropiación o prisión.
Sumado a ello, tienen que vivir con el estigma social de acaparadores, usureros, especuladores, “pitiyanquis”, golpistas; y todos los epítetos que estamos acostumbrados a escuchar, bien sea desde las esferas del poder en una cadena de radio y televisión, o en el día a día, donde la envidia, el resentimiento y la crítica ligera se ha apoderado de la mayoría de nuestra sociedad.
Ser empresario en la Venezuela que tenemos, exige compromiso como pocos. En cualquier lugar del mundo podrían estar dispuestos a asumir hoy en día, en un país donde el derecho a la vida es cuestión de una ruleta rusa; donde tienes que convivir con el socialismo, un sistema que todo aquello que sea productivo lo acaba en cuestión de tiempo; donde el capital más importante que puede tener un país, que es su gente, está escapando de la miseria en la que nos hundimos; donde parece haberse instalado una especie de desesperanza aprendida que lleva a muchos de los que aún quedamos a decir “Esto no parece que va a cambiar”.
Es de admirar que empresarios que hicieron fortuna con base en su trabajo y esfuerzo de décadas, sigan creyendo en esta tierra que los ha vilipendiado tanto, donde organismos del Estado pueden llegar a fiscalizar más de 40 veces en un mes, como si ejercer la actividad empresarial fuera un delito. Para ellos sería muy sencillo cerrar operaciones e irse con el dinero que han forjado a otros lugares, donde las condiciones sean mejores, pues además de creadores de riqueza, son humanos y también desean calidad de vida como todos.
Es muy difícil, sin duda, el hecho de que desde el poder se te amenace con cárcel por tener ideas para levantar un país sumido en el hambre y la miseria, a través de la libertad económica. Sin embargo, entienden que su labor, además de generar riqueza, es demostrar que a través valores como el trabajo duro, la búsqueda de la excelencia y el esfuerzo personal, las personas pueden obtener beneficios, que se traducen en ganancias para todos.
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Por ello, le agradezco a aquellos que día a día despiertan con ganas de poder hacerle un poco más llevadera la vida al venezolano, de generar empleos y productos de calidad, en la adversidad. Sin los pocos empresarios que hoy quedan echándole ganas a este país, sin duda alguna, estuviéramos mucho peor de lo que actualmente nos encontramos.
Hoy en día, muchas personas somos conscientes de que es en libre mercado que tenemos la posibilidad de emprender, y pararnos sobre nuestros pies, sin depender de las dádivas y la repartición de la miseria desde el Estado Venezolano. Luego de superar este trance histórico, la lección debe quedar aprendida.
Los empresarios deben dedicarse a lo que saben: producir, que las condiciones de libertad económica y seguridad jurídica nos permitan ser a cada uno de los venezolanos lo más productivo que nos permitan nuestras capacidades; y que el Gobierno debe dedicarse a asegurar el entorno adecuado para la inversión y el emprendimiento, además del marco político e institucional que nos permita a los venezolanos emprender y salir adelante, para ser un país de ciudadanos prósperos y productivos.
Adolfo Chacón es abogado y trabaja como coordinador del área juvenil de CEDICE en Venezuela. Síguelo en @_AdolfoChacon.