English Por Zack Yost
Si estás pendiente de la política estadounidense, es difícil no tomar en cuenta el actual debate de la inmigración, enfocado al flujo de inmigrantes ilegales que atraviesan la frontera de México con Estados Unidos.
Este debate fue recientemente retomado por los comentarios provocativos de Donald Trump sobre los inmigrantes hispanos. “Ellos tienen un montón de problemas y nos están trayendo esos problemas a nosotros”, señaló Trump durante su anuncio de campaña. “Ellos están trayendo drogas y crimen, y además son violadores”.
Su conclusión a este tema fue que el Gobierno de Estados Unidos debe construir un muro en la frontera sur, y adoptar distintas medidas para detener la marea de migración ilegal. Esta declaración provocó tanto aceptación como disgusto, desde el espectro político.
Pero estas ideas no son nuevas. Los opositores de la inmigración han existido en Estados Unidos desde que el país se originó. Cada nueva generación de inmigrantes han causado las mismas predicciones de destrucción, desastre y fin del estilo de vida de los habitantes, en ese momento.
Nos han dicho que los migrantes hispanos que llegan a Estados Unidos ilegalmente ya han demostrado su rebeldía ante la ley, al hacer esto. Nos han dicho que son incapaces, y como lo ha declarado Donald Trump, “tienen un montón de problemas”.
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Ellos son ridiculizados por no saber hablar inglés, y nos han dicho que se volverán un peligro para la política estadounidense si adquieren el derecho al voto. Para completar, nos han dicho que ellos no se pueden integrar, y que se resistirán a ser “americanos”, como el resto de nosotros.
De nuevo, todos estos temas han sido mencionados antes. Son los mismos argumentos utilizados en contra de cualquier otro grupo étnico que ha emigrado en masa a Estados Unidos. No obstante, cada vez que estos asuntos han sido evaluados, se ha comprobado que sus fundamentos no son sostenibles.
Cada generación migratoria, por el contrario, ha enriquecido la cultura estadounidense, creando beneficios para todos los residentes, al perseguir su propio bienestar.
El influjo de inmigrantes alemanes, a mediados del siglo XVIII, es un perfecto ejemplo. En 1751, Benjamin Franklin advirtió de la inminente crisis que resultaría si la migración alemana pasaba desapercibida. Sus preocupaciones son influencia de muchos de los argumentos actuales.
Según Franklin, “aquellos que vienen a escondidas, son generalmente de los más ignorantes de su propia nación… Tan pronto nos superen en número, las ventajas que tenemos, en mi opinión, no seremos capaces de conservar, ni el idioma, e incluso nuestro Gobierno se volverá precario”.
La visión de Franklin sobre la migración alemana puede fácilmente confundirse con la visión de Trump sobre los inmigrantes hispanos de hoy en día.
Hace poco, los inmigrantes irlandeses eran percibidos de manera similar. Hasta solamente 100 años atrás, eran prácticamente considerados como basura extranjera.
En la voz de John Pintard, un prominente hombre de negocios de Nueva York, a inicios del siglo XIX declaró que “el vicio y el alcoholismo en las clases bajas obreras está creciendo a un ritmo espantoso, y la multitud de las clases bajas de irlandeses católicos… restringidos por la pobreza en su propio país, no se controlan”.
“Mientras estemos inundados de inmigrantes irlandeses, el demonio habitará aquí”, continuó Pintard.
Ninguno de estos problemas sobre los inmigrantes irlandeses y alemanes han sido correctos. Nadie parece darse cuenta que los alemanes son de “tez oscura”, como Ben Franklin lo diría, y nadie se resiente si una familia irlandesa se muda a la casa de al lado. Lejos de ser mal visto, la cultura estadounidense ha absorbido y añadido parte de las culturas alemana e irlandesa a su propia cultura.
Las personas rara vez parecen notar esta distinción étnica, porque se han mezclado mucho con la cultura de Estados Unidos. Parece igualmente que la cultura hispana se volverá tan “americana” como el día de San Patricio, o la comida china para llevar. Esto seguirá ocurriendo cada vez más y más, hasta el punto en que nadie piense que ser de Guatemala, México, o cualquier otro país latinoamericano es diferente a ser descendiente de alemanes, irlandeses o chinos.
Esto es lo que mantiene a la cultura de Estados Unidos tan viva y emocionante.
Las preocupaciones de natividad han estado presentes desde el surgimiento de Estados Unidos, y se ha demostrados que no tienen fundamentos y son ridículas. No cometamos el mismo error de nuestros antecesores, cada vez que un grupo de personas que son un poco distintas han llegado a esta tierra de oportunidades.
Zack Yost es Defesor de las Voces Juveniles que trabaja en el área de Washington DC.