La vida de Aristocles (mejor conocido como Platón) transcurre en un período de luchas políticas y guerras, en un momento fuertemente inestable de Atenas, en la Antigua Grecia.
Sus años de juventud se encontraron marcados por la guerra mortal del gobierno democrático ateniense con Esparta, conflicto militar que llega a su punto final a los veinticuatro años del joven Platón.
A su vez, el filósofo pasó por diversos acontecimientos que de algún modo u otro marcaron su vida. Entre ellos el famoso Gobierno del Terror, mejor conocido como el “Gobierno de los Treinta Tiranos”, que sucedió a la democracia ateniense durante un breve período, y obedecía las órdenes de dos tíos de Platón, quienes intentaron imponer un régimen plenamente despótico plagado de matanzas y persecuciones.
Extensos siglos después, más específicamente en el año 1919, daría sus inicios intelectuales un joven austríaco que se convertiría en uno de los pensadores más influyentes de la segunda mitad del siglo XX: Karl R. Popper. Este intelectual supo extender su legado a amplias áreas de estudio, entre ellas la esencia de una teoría que tiene su vigencia en la actualidad: la teoría política de Platón a la cual Popper realiza una minuciosa crítica y análisis en su obra La Sociedad Abierta y sus Enemigos (1945).
Las bases de la crítica popperiana a la filosofía política de Platón se centran en la idea que plantea éste último sobre la necesidad de un Gobierno fuerte y centralizado, presentando así una de las primeras formas de ingeniería social. En términos más simples, lo que Popper examina es la tendencia totalitaria de la filosofía platónica.
La presencia del Estado como protagonista central en la escena puede ser hallada en varias escrituras de Platón, entre ellas:
De todos los principios, el más importante es que nadie debe carecer de un jefe. Tampoco ha de acostumbrarse el espíritu de nadie a permitirse obrar siguiendo su propia iniciativa, ya sea en el trabajo o en el placer […] Habrá que fijar la vista en el jefe, siguiéndolo fielmente, y aun en los asuntos más triviales deberá mantenerse bajo su mando. Así, por ejemplo, deberá levantarse, moverse, lavarse, o comer, sólo si se le ha ordenado hacerlo”.
En las líneas anteriores puede evidenciarse una amplia rendición de culto al rol estatal, cuestión sobre la cual se centra parte de la crítica que realiza Popper, al observar el modo en que Platón posiciona al Estado como un valor moral pleno y absoluto.
A juicio de Popper, la filosofía de Platón resulta gravemente perjudicial; más aún al sugerir éste último que si los intereses propios no pueden ser sacrificados en aras de los “intereses de todos”, entonces se es egoísta. Ante tal punto de partida, Platón le da un arma poderosa al colectivismo altruista, lanzando un considerable ataque a la esencia del individuo.
Cuantiosas son las probabilidades de hallar un paralelismo entre el marxismo y la teoría política platónica. De la mano de Popper podemos visualizar similitudes entre Marx y Platón, en tanto que ambos presentan al sistema comunista como el sistema político más apropiado para la convivencia entre seres humanos —nada más ficticio.
Por su parte, el intelectual nos muestra que el historicismo sociológico y económico de Platón (es decir, su insistencia en el marco económico de la vida política y del desarrollo histórico) es una teoría que fue resucitada por Marx, bajo el nombre de “materialismo histórico”.
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Aquella anhelada tentativa utópica de alcanzar el Gobierno ideal propuesto por Platón, exigía por la naturaleza de su esencia, un Gobierno centralizado en un acotado número de personas que a la larga conducirían a la sociedad hacia un camino de plena dictadura.
Incontables han sido los casos de intento de aplicación de ingeniería social y Gobierno ilimitado en distintos rincones del mundo. A pesar de todo, los tiranos del mundo actual no parecen saciarse e ignoran que todo tipo de ingeniería social pretende planificar racionalmente el desarrollo total de la sociedad a pesar de no contar con el conocimiento fáctico necesario para lograr tan pretenciosa e irrealizable ambición totalitaria.
Los argumentos de Platón nos indicaban que “él nos restaurará a nuestra naturaleza original y nos curará, bendiciéndonos y haciéndonos felices”, refiriéndose a los poderes místicos del Estado. Las conclusiones derivadas de estas evidencias encuentran su origen en la comprensión de la filosofía platónica como un profundo ataque a las ideas de la libertad, exponiendo a Platón como uno de los primeros teóricos políticos de las ideas totalitarias.
En este contexto, la realidad nos muestra que los falsos profetas han existido desde siempre, y muchas veces han utilizando técnicas paralelas. En palabras de Walter Lippmann:
Los colectivistas sienten el afán del progreso, la simpatía hacia los pobres, se consumen en un ardiente sentido de lo que está mal y en el impulso hacia las grandes acciones, pero su ciencia se basa en un profundo malentendido […] sus acciones son, por lo tanto, profundamente destructivas y reaccionarias, de modo que destrozan los corazones de los hombres, dividen sus mentes y les presentan alternativas imposibles”.