EnglishDesde que entré en el mercado laboral en mi querida Honduras, comprendí que la mejor manera de sacar al país del desastre en el que se encuentra es fortalecer la empresa privada, ya que es la que emplea a la mayor cantidad de hondureños económicamente activos y también es la que nutre al sector público por medio de la recaudación de impuestos.
En el 2010 fundé mi primer negocio, con la esperanza de aportar mi granito de arena. Antes de lanzarme, pasé meses pensando en cómo podría contribuir al crecimiento de otras pequeñas empresas, brindando servicios de diseño gráfico y web.
Tanto tiempo de preparación en ideales y no me daba cuenta del todo de cuántos obstáculos hay que sobrepasar para comenzar un negocio en Honduras, ni tampoco de cómo este negocio pasaría a la historia dos años después.
Obstruyen el paso a nuevas empresas
El primero de varios pasos es constituir la empresa. Esto se hace por medio de escritura pública y se debe obtener un certificado de depósito a la vista con un capital mínimo.
En mi caso fueron 5 mil lempiras, unos 230 dólares americanos, lo cual equivale a entre 65 y 133% del salario mínimo en Honduras, dependiendo del rubro en el que uno se desenvuelva.
¿Por qué no fortalecen nuestro potencial como emprendedores en vez de plagar al sector privado con tanta burocracia y más impuestos?
Estos 5 mil lempiras permanecieron en el banco mientras se realizaba todo el papeleo para comenzar operaciones. En Tegucigalpa en el 2010, el proceso conllevaba 13 pasos que se podían completar en 14 días hábiles. Hoy hay 12 pasos —¡progreso!— pero igual se tardan los mismos 14 días hábiles para llevar el proceso.
Este tiempo es más corto en comparación a otros países en vías de desarrollo, sí: el promedio para América Latina y el Caribe es de 30,1 días. Sin embargo, quiere decir que mi capital inicial estuvo amarrado durante tres semanas. Por luchadores que seamos los hondureños, esto es un tremendo obstáculo desolador para las nuevas pequeñas empresas que dependen de un presupuesto ajustado para subsistir en un país pobre como el nuestro. Y eso que les cuento de mi experiencia en la capital política. En San Pedro Sula, la capital industrial del país, el proceso tarda 39 días. ¿Cómo es posible?
Pagamos el doble y a veces el triple por el mismo mal servicio
Bueno, después de subsistir con mi empresa por unos dos años, tomé la difícil decisión de cerrar operaciones. Cada vez que retiraba dinero de la cuenta de la empresa para pagarle a un proveedor o a un colaborador y mi banco de confianza me retenía un “cachito” para cumplir con la Ley de Seguridad Poblacional —que se implementó desde los años en que el presidente Porfirio Lobo estuvo a cargo del país— me convencía un poco más que ya no iba a ser posible seguir.
El gravamen se sentía como la versión gubernamental del impuesto de guerra que cobran las maras aquí. Ya que mi empresa se dedicó a brindar servicios, no teníamos local accesible al público. Quiere decir que, muy afortunadamente, no estuve expuesta a las extorsiones de estos grupos. Pero no puedo imaginar cómo ha de ser para los empresarios que al dirigir sus pequeñas empresas se enfrentan al problema de tener que pagar ambos impuestos. ¿Cómo logran subsistir?
A ver: ¿acaso proteger a la ciudadanía no era responsabilidad del Gobierno desde siempre? ¿No estamos pagando ya por este servicio con el Impuesto Sobre la Venta, el Impuesto Sobre la Renta, y todos los demás que se inventan para sacar al Estado de apuros?
¿Y los incentivos para los empresarios?
Ya estamos cansados los hondureños con la situación en el país. Por un lado, nos damos cuenta de la corrupción que se fermenta dentro de las instituciones más frágiles, las que más necesitamos que funcionen bien, como el Instituto Hondureño de Seguridad Social.
Por otro lado, los golpes a la economía hondureña no sólo afectan a los negocios, sino que los problemas se cuelan a la población general con el alza de los precios de los productos básicos y con la tremenda situación de desempleo que se genera por el cierre de negocios o porque simplemente ya no se les puede pagar a todos los empleados de las empresas que permanecen operando.
El pasado 26 de julio en el programa Treinta Treinta, el empresario Eddy Ordoñez manifestó su frustración por la falta de crecimiento que ha visto dentro de su empresa en los últimos cuatro años. Ordoñez compara la empresa privada con una piñata que el Gobierno puede golpear para llegar a los dulces que están dentro. Ordoñez es uno de muchos hondureños que quisieran que los funcionarios dirijan su mirada hacia los problemas reales que estamos enfrentando los emprendedores hoy en día.
Guillermo Peña, director ejecutivo de la Fundación Eléutera, dice que “el gobierno de Honduras debe salirse del negocio de cobrar impuestos y entrar en el negocio del crecimiento de la economía”. La fundación actualmente promueve la derogación del impuesto del 1.5%, aplicado sobre los ingresos brutos declarados de las personas naturales o jurídicas, cuando sean iguales o superiores a 10 millones de lempiras (US$450.000).
El expresidente del Banco Central de Honduras, Marlon Tábora, sostiene que “no existe forma de que el país salga adelante sin el apoyo del sector privado” y también que “la disciplina fiscal es fundamental para promover el crecimiento económico y desarrollar el país”. También ha manifestado su apoyo hacia reformas tributarias que propone el sector privado desde el año pasado.
Mientras tanto la Dirección Ejecutiva de Ingresos está empecinada en nutrirse de los pequeños productores y demás miembros del sector informal de la economía. Pareciera que la directora está tan preocupada con alcanzar sus metas de recaudación que ni se da cuenta del gran daño que está causando.
A ver, diputados: ¿Por qué no fortalecen nuestro potencial como emprendedores en vez de plagar al sector privado con tanta burocracia y más impuestos?
Vaya, yo no soy una eminencia en temas de economía. Pero he visto y he vivido por qué cuesta tanto sacar adelante un negocio en este país. Hay expertos hondureños que, si les permitimos la oportunidad, podrían cambiar las cosas. Es cuestión de promover las ideas de estas personas; lograr que más personas entiendan que simplemente porque “así se han hecho siempre las cosas” no significa que es la manera correcta; y hacer un esfuerzo para que se generen cambios de impacto dentro del sistema de legislación hondureña.