Por Anne Butcher
EnglishAbercrombie & Fitch es el tipo de compañías que hace a las personas odiar la libertad. La Corte Suprema de Justicia recientemente manifestó este sentimiento cuando decidieron que era ilegal que la compañía utilizara su “política de vestimenta” por discriminar el pañuelo de una musulmana.
Desde que la discriminación a los empleados es (legítimamente) impopular, parecería que dar a las empresas la libertad para hacerlo es una mala idea, ya que pueden sacar provecho de ella. Sin embargo, llevar esta libertad lejos de Abercrombie no está bien tampoco, porque las personas que dirigen las empresas también tienen derechos.
Si usted no está familiarizado con el caso de la Comisión de Igualdad de Oportunidad de Empleo (EEOC) versus las tiendas Abercrombie & Fitch, todo comenzó en 2008, cuando Samantha Elauf fue rechazada para desempeñar un trabajo en una de las tiendas de Abercrombie & Fitch por el pañuelo que utilizaba por motivos religiosos. El código de vestimenta para los trabajadores de Abercrombie prohíbe “gorros” y la administración percibió que el pañuelo calificaba en esa categoría. El fallo 8-1 de La Corte Suprema de Justicia fue que esta era una violación de Código VII del Acta de Derechos Civiles del 1964, que indica que la religión no puede ser un motivo en la toma de decisiones del empleador.
Sin embargo, todos los empleadores tienen normas sobre lo que pueden y no pueden vestir sus empleados mientras trabajan. La mayoría de las tiendas esperan que sus vendedores representen su marca de manera que asuman una posición que simpatice con la mayor cantidad de potenciales compradores.
Los ejecutivos de Abercrombie han dicho abiertamente que su estética no es compatible con la de los musulmanes. Esto debería ofender a los ciudadanos norteamericanos, pero no significa que debería haber una ley en contra de lo que le hicieron a Elauf. ¿Esta ley también incluirá que otras veces un empleador contradiga normas religiosas? ¿Qué pasa si un ateo quiere trabajar en una tienda de libros cristianos? ¿Qué sucede si un restaurante quiere que todos sus empleados trabajen un sábado? ¿Esto no excluiría a los judíos ortodoxos? ¿Hasta qué punto la Primera Enmienda brinda a los empleados el potencial para doblegar a los empleadores con sus normas?
Tenemos que entender que la Primera Enmienda dice “El Congreso no hará ninguna ley respecto al establecimiento de una religión, o prohibirá el ejercicio libre de las mismas”; en lugar de “las empresas privadas no harán ninguna ley respecto al establecimiento de religión, o prohibirán el ejercicio libre de las mismas”.
Al final del día, esta decisión dice que lo ejecutivos de Abercrombie no están autorizados para tomar ciertas decisiones sobre su negocio. Son las leyes las que dicen que Samantha Elauf tiene más derecho a un trabajo que el derecho que tiene Abercrombie de decidir quién puede o no representar su marca. Es una ley contra la libertad y no en favor de ella. Y es malo, porque la mayoría de nosotros sigue viendo a Abercrombie como el personaje malvado, y no queremos que se piense que estar a favor de la libertad significa estar a favor de Abercrombie.
El problema que aparece cuando utilizamos la fuerza legal para eliminar la discriminación religiosa es que debemos tener una definición de que es la religión. Últimamente damos a la Corte –y de esta forma al Gobierno- el poder de determinar qué cuenta y que no cuenta en la religión como una creencia. Todos hemos experimentado la iluminación espiritual de distintas maneras, y con esta decisión, la Corte Suprema está diciendo que algunas religiones merecen más respeto y protección que otras.
Con este paradigma, siempre va a haber un ganador y un perdedor: Debemos, en cambio, buscar una sociedad que funcione con voluntad, con negocios con transacciones beneficiosas y espontáneas, y no forzar a algunas personas a tomar ciertas decisiones para el beneficio de otras.
Nuestra incapacidad para entender o aceptar las políticas de Abercrombie no tiene que, automáticamente, dejar de lado su derecho a tener políticas. Todos tienen el derecho a usar pañuelos, por razones religiosas o no. No obstante, nadie tiene el “derecho” de trabajar para Abercrombie. Pensar que puedes demandar a cualquier trabajo al que piensas que calificas, niega el derecho inherente que tiene cada negocio de realizar contratos y transacciones voluntarias.
Si yo fuera a contratar una mucama, ¿me gustaría que el Gobierno me dijera a quién puedo y a quién no puedo contratar? ¿Por qué creemos que como ciudadanos podemos comprar productos y servicios a quien decidamos, por cualquiera sea la razón que decidimos, pero negamos esto a las empresas?
Lo que es tan especial en esta libertad de comprar es que podemos usarla para castigar a las empresas con las que estamos en desacuerdo. Abercrombie tuvo pérdidas significativas durante el último trimestre. Tal vez tenga que cambiar sus políticas discriminatorias para mantenerse operando, lo cual es excelente. Convencer a las compañías a que cambien sin utilizar la coerción del Gobierno siempre es más ético, y es a lo que debemos apuntar siempre.
Anne Butcher es miembro de Young Voices de Maryland. Síguela en @arbutcher20.